A Horacio el pasado lo atormenta. Para Toni el futuro es incierto. Gustabo no sabe qué hacer con su presente y Carlo tiene que aprender a lidiar con sus tres hermanos menores mientras batalla contra sus propios problemas.
❱Créditos de los dibujos...
—Y bueno, esa es la cafetería. Más allá comienzan las plantas, cada una con una facultad, para que no se pierdan —Explicó Horacio, señalando las cosas que iba mencionando a cada paso. Toni asintió cada vez, como niño en una lección importante y Gustabo se detenía a cada momento cuando algo le llamaba la atención, ya sea una maceta con plantas o un mural que tenía pintado en él el logo de Marbella.
Gustabo se sentía en un tour de esos que hacía su preparatoria casi al final de año. Una vez fueron al zoo y acabó adentrándose en la jaula de las nutrias por accidente. El chivato de Toni avisó a la maestra y lastimosamente lo sacaron antes de que pudiera meterse en el estanque con ellas. Todavía le guardaba algo de rencor por eso.
—¿Y eso de los clubes? ¿Qué opciones hay?
—Bueno, Toni, hay varias opciones: En deportes hay natación, baloncesto y ping pong; en artes hay de esculturas, pinturas, redacción, instrumental y canto. Por último, está el de costura y confección, donde estoy yo, y cocina.
—Cocina no, gracias. Suficiente tengo con pasarme la vida cocinando en el Kerule —El Kerule era un restaurante cerca de Garaje Central que pertenecía a su familia por generaciones. De hecho, fue el responsable de los ingresos que los mantuvieron estable económicamente los últimos años—. Quizás haga natación.
—¿Natación? ¿Tú?
—Sí. No sé nadar muy bien y eso es muy importante, Gus. ¿Te imaginas que un día esté en una persecución y necesite huir nadando?
—Como si esas cosas pasaran. Pero estaría guapo, eh.
—¿Y tú? ¿Te vas a meter a algo deportivo? —preguntó Horacio al Omega menor, que hojeaba los folletos con el ceño fruncido—. Si es así escoge baloncesto. Tal vez así creces.
—¡No necesito crecer, así estoy bien! —gruñó. Cómo odiaba que se burlaran de su altura. Es decir, él no eligió nacer de una Omega pequeña y de un Alfa de estatura promedio en un país donde todos los hombres eran unos jodidos postes. Hasta su hermano, que también era bajo, le sacaba 8 centímetros—. Igual, no quiero hacer deporte. Mi cuerpo no lo necesita.
—Ahí tienes razón. Tú estás dura sin ir al gym, bebé —respondió Toni, secundando a su hermano—. ¿Entonces?
—Canto será, no se me da tan mal.
—¡Es verdad! ¿Recuerdas cuando cantaste "Ya no me acuerdo" de Estopa en una presentación de fin de curso?
—Shhh, Ton. Ese es un pasado vergonzoso que no quiero recordar ahora.
•✦•
Después de familiarizarse un poco con los pasillos, una campana sonó, indicando el inicio de la jornada.
Horacio escoltó personalmente a Gustabo a su salón, porque este no le puso atención al recorrido y no se acordaba de dónde rayos quedaba su facultad.
Toni, que más o menos se ubicaba, decidió irse sólo.
En el camino, variopintos estudiantes iban por el pasillo a empujones para poder llegar a tiempo y no ser dejados afuera. Otros muchos se iban de pinta, valiéndoles tres pepinos todo. Y luego estaba un tipo, que, para ser un estudiante, su ropa de señor divorciado no le favorecía en nada.
Este tipo... ¿Se está fumando un porro en los baños? ¿Es gilipollas o qué?
Total, que no era asunto suyo, así que lo ignoró y entró en su aula.
El que parecía ser el licenciado (que según su horario le impartiría tres de las cuatro materias que cursaba en su ciclo) tenía un chaleco escandaloso y una gorra gris. Eso, en combinación con una barba desaliñada y aspecto de yonkee drogadicto sólo lo hacían más... extraño.
—¿Va entrar o no va a entrar, señor...? —el barbón hizo una pausa cuando lo vio, a penas notando que era un estudiante nuevo—. Ah, claro. Josecristo me informó de unos nuevos chicos.
—Sí, hola.
Se quedó callado. Suplicó en su mente a todos los Santos habidos y por haber que no lo hicieran presentarse como en los grados anteriores. ¿Por qué los maestros hacían eso? Era un despropósito, una pérdida de tiempo.
—Ajá, un gusto. Clase, él es Toni García, es nuevo y trátenlo bien —a la par que decía eso, golpeaba un proyector con el puño cerrado, razón por la que las imágenes en la pizarra parpadeaban como locas—. ¡Esto no sirve, me cago en todo!
—Profesor, ya está proyectando la pantalla —puntualizó una chica morena con cabello de color cyan y manera particular de hablar.
—Ah, sí, sí —dejó de darle de hostias al aparato y volvió a ver a Toni, con el ceño fruncido—. Entre, señor García, no se quede ahí parado.
Toni rodó los ojos. ¿Cómo quería que entrara si no le habían dado permiso para entrar?
Quería comportarse como un angelito y ser educado pero la vida se lo estaba poniendo muy difícil.
Siguiendo su estrategia de vida, se hizo con un puesto en la fila central de las mesas de pareja que la universidad poseía. Ni muy adelante como para que lo cacharan durmiéndose, ni muy atrás como para que el bullicio de los desmadrosos no lo dejaran prestar atención cuando de verdad quisiera concentrarse.
La chica de su mesa era una Omega a leguas. Expulsaba un suave olor a vainilla mezclado con café (quizás el de su pareja Alfa, pues se sentía más fuerte e intenso) que lo hizo arrugar la nariz. Era un olor que detestaba, sin razón aparente. Físicamente tenía el cabello rojizo, ojos verdosos y muchas pecas en su nariz.
No pudo evitar pensar que la había visto en alguna parte. Pero, ¿dónde?
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⇢ Olvidé dar un aviso sobre Conway. En esta historia va a ser un poco hijo de puta con mentalidad tradicional. No hará alarde de eso a cada rato, porque más allá de ser un rasgo del personaje no tiene nada que ver con la trama.
Sólo quise hacerlo así porque en rol me da vibes de closetero prejuicioso y quería representarlo así, jaja.