Delta

1.5K 212 26
                                    

❝I know how much it matters to you❞

✦•······················•✦•······················•✦

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

✦•······················•✦•······················•✦

Cuando la contienda terminó, Horacio al poco tiempo descubrió entrando al baño a un Omega fúrico, indignado. Apretaba los puños contra sus costados, resoplando como las brazas del carbón encendido al contacto con el aire.

—¿Gustabo? —haló la mano de su pareja, o sea Volkov, para llegar hasta él. Hasta hace unos instantes ambos caminaban juntos para aprovechar el tiempo que tenían antes de la siguiente tanda de clases. El Alfa ruso arrugó la nariz—. ¿Qué te pasa?

—¡Jack Conway es lo que me pasa! ¡Me inundó con su nauseabundo olor y no me lo puedo quitar! —Horacio asintió en reconocimiento, entendiendo por qué su novio se tapaba la nariz con una mano. Su sentido del olfato estaba un poco defectuoso, como resultado de tontas decisiones de su pasado.

—Дерьмо (¡Mierda!). Puedo sentir que apesta a Conway. Dios, es insoportable.

—Lo sé, Volkoff. Gracias por recordarme que huelo a bote de café Juan Valdez rancio —ironizó Gustabo, con voz cargada de veneno. Horacio le envió una mirada de disculpa al Alfa, pues sabía que su hermanastro no estaba de humor como para modular su cantidad habitual de sarcasmo e ironía.

—No sé qué sucedió, pero para que un olor tan fuerte se te quite, necesitas que Carlo u otro Alfa del calibre de Conway te marque con su olor —explicó el chico de cresta. Notó que Gustabo jugueteó con sus manos, sin verlo a los ojos, tal cual niño que hizo algo de lo que se arrepentía—. ¿Gus?

El Omega expulsó aire contenido y comenzó a relatar lo sucedido. Inició puntualizando que había sido un accidente, que Conway era un entrometido, un repugnante, un obtuso y que ojalá un canguro lo patease en las bolas.

—Carlo se ofreció a marcarme con su olor, pero no quería que lo hiciera. Le dije que me dejara en paz y vine al baño —habló, restándole importancia al asunto. Importancia que, de forma implícita, sí había.

—¿Por qué te negaste?

—Porque él no quería hacerlo. Digo, se ofreció, pero realmente no quería, ¿sabes? Y no voy a forzar algo así. No soy su hermano de verdad como para que me ofrezca ramitas de olivo, bastante hizo con intervenir. Aunque yo podía sólo.

Horacio meditó en silencio, dando un asentimiento tentativo, dándole a entender que lo escuchó. Los Omegas García (porque eso incluía también a la madre de los chicos) rechazaban como si fuera una enfermedad contagiosa cualquier acto que involucrase Alfas, dependencia, fragilidad o todas juntas. Peor si ese acto era una obligación sin fundamento real más allá de la "lástima" o el "deber".

El problema era que Carlo, siendo el asocial irritante que era, a menudo disfrazaba su preocupación por la indiferencia.

—¿Aceptarías que Volkov te impregne su olor?

—No —la respuesta fue automática. Como ocurrencia tardía, agregó: —No es nada personal. Eres mi cuñado favorito.

—Soy el único que tienes.

—Por eso mismo, Volkoff.

—¿Entonces qué piensas hacer? ¿Quieres que te acompañe a la enfermería, aunque te pierdas las siguientes horas? —preguntó Horacio, dispuesto a hacer lo que el pequeño diablo le pidiese.

—No, quiero que tú me ayudes con tu olor. Para mí, es el de mejor calibre que hay.

Un nudo se formó en su garganta. Su olor frutal hace tiempo que dejó de ser impetuoso, ya no era lo que un día fue. El aroma espeso cambió, se hizo más suave, tomó una mezcla dulce de frescura, paciencia... inseguridad.

—Gustabo, ya sabes que no soy un Alfa-Alfa.

—Nunca dije que lo fueras. Además, ¿quién quiere ser un Alfa-Alfa? Es una gilipollez. Sólo tendrías que decir "Unga-unga" y ya lo serías —una vez más, en dirección a Volkov, agregó—. Sin ofender, otra vez.

Volkov suspiró. Y también se alegró.

A Horacio le hacía falta una dosis de ego, un recuerdo de fuerza, que Gustabo sabía darle en los momentos correctos, casi sin darse cuenta. Tal vez de esa forma comenzara a verse a sí mismo como el Delta orgulloso que siempre quiso ser y menos como el Alfa sometido que siempre se achacó, por culpa de su madre.

El chico tomó al Omega en brazos y lo acunó en su pecho, soltando sus propias feromonas en un proceso tan natural como la lluvia al caer en un día tormentoso. Inhaló profundo, llenando sus pulmones del suave olor a caramelo que a penas se notaba en el más bajo, por culpa de la estúpida loción que usaba para ocultarlo y el olor ajeno a granos amargos de café. Para Horacio, que Toni, Gustabo o la misma María García no dejasen libres sus calmantes aromas era un atentado contra la humanidad.

Unos cinco minutos después, se separaron.

—¡Te lo dije o no te lo dije, carahuevo! ¿Quién necesita un Alfa si tiene un Horacio? —Gustabo bailó de forma extraña en su lugar, celebrando un triunfo imaginario, cuando sólo la empalagante mezcla del kiwi caramelizado se podía discernir. 

✦•······················•✦•······················•✦

⇢ Capítulo corto, porque me siento mal pero la inspiración me llegó y la quise dejar fluir hasta donde llegase

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

⇢ Capítulo corto, porque me siento mal pero la inspiración me llegó y la quise dejar fluir hasta donde llegase. Va con todo mi love.

⇢ No sé si sientan que todo va lentísimo, porque ya son 5 partes y siguen en el primer día, pero antes de hacerlo todo más largo, quiero que se familiaricen con cada protagonista. De antemano perdón si resulta tedioso.

Hermanos CaóticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora