Alfa

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I've got a blank space, baby. And I'll write your name

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Volkov llevaba ya su tercer café. Tras acabar con los objetivos del entrenamiento y fingir que uno de los sacos target de la sala de puntería era Raúl Salinas, él y Conway pasaron el rato en nada más y nada menos que el Kerule. A falta del personal de siempre (los tres rubios y sus manos milagrosas), los atendió Segismundo García. El ruso pidió un café espresso y un Tiramisú. Conway ordenó un americano y un flan de caramelo.

—Me estás dando muchísima pena.

—Ajá —musitó el ruso, revolviendo el café con un palillo.

—En estos momentos, bien podríamos estar entrenando baloncesto. O en comisaría formando parte de operativos menores.

—Ya te dije que no. El teléfono va a sonar y yo tengo que estar listo.

Si algo tenía Víktor, era fe en sus suposiciones y en que estas ocurrirían, solo había que darles tiempo. Conway quería irse a hacer algo más interesante, pero se quedó porque, oye, no era tan desalmado. Y porque le gustaba burlarse de ese estado en que su mejor amigo se sumía, el estado de "puto maniático." Mientras el Alfa de cabello cenizo tomaba furiosamente de su café y ordenaba otro, Conway tomó el periódico que casualmente estaba en su mesa y se puso a hojearlo.

La primera plana tenía, como no, la historia de un asalto; cosas que suceden en el mundo y que siempre aparecen en la página 0 como un preludio de lo que hay después. Era consciente, también, de que su afán por leer el noticiero era una costumbre adquirida de su padre. Julia solía decirle, cuando aún se llevaban bien, que era un viejo imbuido en el alma de un joven. Leyó cosas sin importancia y llegó a la parte más querida: las tiras cómicas. Mientras disfrutaba de la tira cómica Rue del Percebe, se llevó una cuchara de flan a la boca. 

—EJEM —carraspeó el mesero, esperando a un lado de la mesa. Tenía una bandeja entre los brazos y miraba al hijo del intendente particularmente ofendido—. Que asqueroso.

Conway bajó el periódico. Recostó la espalda contra la silla y adoptó una posición relajada pero altanera, con un brazo sobre el respaldo y otro en la mesa.
—¿Estás hablando conmigo?

Su tono de voz era pedante y Volkov se distrajo al ver la interacción entre ambos.

—Sí, hablo contigo —repuso Segismundo. Se auto invitó a sentarse a un costado del ruso y plantó con fuerza ambas manos en la mesa. Víktor le miró sin comprender que pasaba y Conway entrecerró los ojos con advertencia—. Debería darte vergüenza hacer esas cosas en público.

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⏰ Última actualización: Aug 07 ⏰

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