A Horacio el pasado lo atormenta. Para Toni el futuro es incierto. Gustabo no sabe qué hacer con su presente y Carlo tiene que aprender a lidiar con sus tres hermanos menores mientras batalla contra sus propios problemas.
❱Créditos de los dibujos...
Mientras bajaba las escaleras, Carlo chequeó la hora en la pantalla de bloqueo de su teléfono móvil. La hora que había acordado para ir a recoger a su pareja se estaba acercando; y si quería ser tan puntual como siempre había sido, a penas tendría tiempo de apurar un bocadillo y partir.
La casa estaba, en lo que cabe, callada. A parte del sonido del documental que Gustabo veía en la tele, agazapado en una manta, no había más.
El Alfa se sirvió un vaso de jugo de naranja y se se adueñó del galletero en forma de oso que estaba encima del refrigerador. Cruzó los dedos mentalmente por encontrar galletas y no hilos y carrizos de lana como la última vez.
—Sí son galletas —le confirmó el Omega rubio—, mamá las horneó ayer.
Satisfecho, Carlo ocupó asiento a un ladito del más pequeño. Había tiempo limitado, sí, pero el suficiente como para que reposara un momento.
—¿Dónde está todo el mundo?
—Mamá y Rick durmieron ayer fuera de casa, todavía no llegan. Toni se despertó temprano para ir de paseo con el guarro y Horacio está arriba bañándose para que salgamos.
—Ya veo —tomó una galleta y la sacudió con cuidado para no hacer tantas migajas—, ¿a dónde irán?
—Él quiere acompañar a Volkov en su entreno y me lleva a mí arrastrado para que le ayude a echarle porras. De todas formas no tengo nada mejor que hacer.
Gustabo miró de reojo al mayor, estudiándolo. En la universidad, Carlo era la personificación del buen vestir; utilizaba prendas elegantes, chalecos sobre camisas blancas manga larga, pantalones bien planchados y cinturones brillantes. Esta vez no era la excepción a la regla, pero sí un pequeño "pop" de sofisticación. Llevaba su corbata, una chaqueta, zapatos de diseñador...
El Omega se removió para adoptar una postura más acostada y estiró las piernas para picarle las costillas al Alfa con el pie. Este achicó los ojos en su dirección.
—¿Qué te pasa?
—Andamos muy arreglados hoy, ¿no? ¿A dónde vas tú? —preguntó, bastante interesado por el tema. Siguió puyándolo con su dedo—, hasta llevas tu corbata favorita. La reconozco porque yo me la robé, ¿recuerdas?
—Voy a la empresa, son prácticas.
—Y a encontrarte con alguien, me apuesto el culo a que así es.
