Reserva

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❝I know you're thinking I'm heartless❞

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Carlo no odiaba a sus hermanastros.

Se hallaba en una especie de tira-y-afloja entre el desdén y la estimación. Actualmente, eran parte de su manada tóxica, y se supone que una manada significa cuidar a los tuyos, procurarlos, evitar que nada malo les pasase. En un inicio se negaba de manera tajante a que lo obligasen a ser parte de algo así, se lo dejó muy en claro a Ricardo, un día antes de la boda:

No me importa que vivan en la casa, yo no voy a mover un dedo por ellos. Son roomies, son vecinos, pero no mi familia.

Su franqueza se fue a pique, junto con sus ganas de pelear con los recién llegados. Estos no eran pedinches, siempre que querían algo nunca se enteraban hasta que estos ya lo tenían; un ejemplo de ello podía ser María (la madre de Gustabo y Toni), que un día se apareció en el desayuno diciendo "Hoy se cena, familia. Tengo otro trabajo." Sus hijos celebraron la hazaña. Del otro lado de la mesa, Ricardo estaba sorprendido, al nunca ser abordado con respecto a ello, y Carlo, con la ceja alzada, se preguntó porque necesitaba otro si podía vivir felizmente quedándose el dinero del bobo de su padre.

—No sabía que querías un trabajo, querida. Podría haberte ayudado a conseguirlo en mi oficina —Comentó el patriarca Gambino, con ojos llenos de amor. Si su esposa fuera otra, pudiera pedirle que le diera las escrituras de la casa y este se las habría dado sin chistar.

—Gracias, bombón. Pero no hace falta, ya soy contadora en el local que está cerca del Kerule —le dio un sorbo de café a la taza que le había robado a su esposo de un momento a otro, luego le dio un beso corto en los labios y dejó el traste vacío en la mesa—. Usé mi apellido de soltera, por cierto, así que tu ayudante que se encarga de los contratos no sabía que era yo hasta que me vio en persona, ¡debiste ver su cara!

Otro punto a favor, era que funcionaban ellos solos. Ocupados en su vida, alternaban el trabajo, los estudios, el mantenimiento del restaurante y estar en la casa para descansar. Puede ser una chorrada, pero eso le daba a Carlo el espacio que necesitaba para estar sólo, en paz. Tampoco eran entrometidos, pero al mismo tiempo ofrecían ayuda a su manera.

—Horacio olvidó su caja de herramientas —le mencionó Toni un día, haciendo referencia a una valija repleta de telas, tijeras, retazos y otros utensilios que el Delta usaba en sus cursos de costura—. Quiere que se la lleves, ¿no? Yo voy de paso, se la puedo dejar para que te vayas al entreno.

O Gustabo, que tenía su propia forma de ser amigable:

—Quería hacer un café para mí, pero hice de más. ¿Lo quieres o lo tiro?

En conclusión a su perorata, no los quería, pero tampoco eran tan desagradables.

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Hermanos CaóticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora