Mensaje

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❝Ba de ya, say do you remember, dancing in september... Never was a cloudy day❞

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—¿Y? ¿Qué le parecen?

Toni y Gustabo salieron de la parte interna del Kerule, con el nuevo uniforme puesto. Discutían algo entre sí, de hecho, Gus parecía estar enojado y de mal humor mientras su hermano le decía que dejara de ser dramático. María los ignoró, eso no era nada extraño.

—¡Son preciosos, Horacio!

El chico de cresta se sonrojó un poco por la adulación.

—No es nada... También está listo el suyo, ¿quiere probárselo?

—Claro que sí, he querido hacerlo los últimos días.

En lo que la matriarca García iba a cambiarse y Horacio se sentaba en una mesa con Volkov (quien lo estaba acompañando, como siempre), Gustabo aprovechó para reclamar.

—¿Sabes en lo que me metí? ¿Y si los pringados esos se enteran que no soy nada de Conway y creen que los engañé adrede? O peor, el rumor llega a oídos de él... ¡O de su novia!

—Supéralo, joder.

—Muy fácil para ti decirlo, no eres a quién confundieron como el Omega de un adefesio.

—Mira, no seas... —su teléfono vibrando en el bolsillo trasero lo interrumpió—. Espera.

Gustabo rodó los ojos. Tenía hambre, estaba de mal humor y la noche anterior le dio insomnio hasta las dos de la madrugada, pensando y pensando. A menudo le sucedía, eso de no poder conciliar el sueño cuando se le presentaba un "obstáculo" que percibía, se escapaba de sus manos. No le gustaba perder el control de la situación.

Ignoró el ceño fruncido de Toni, producto de desagrado por quién fuera que se puso en contacto con él, y fue a la cocina.

Los domingos por la mañana el Kerule estaba cerrado y abría hasta el mediodía, por lo que no había problemas en utilizar ingredientes sobrantes para hacerse algo de comer. Hurgó en el refrigerador, pero salvo verduras picadas perfectamente colocadas en charolas para mantenerlas frescas y otros suministros para estofados y sopas de entrada del menú del día, no encontró nada que pudiera robarse.

Su segunda opción, eran las alacenas de la pared. Su madre siempre guardaba ahí provisiones extras de galletas de mantequilla. Se subió a la parte inferior del mueble, colocando las rodillas en la madera, estirándose así para conseguir su premio.

—Oye Gus, a que no sabes quién quiere ponerse en contacto con nosotros.

—Yo qué sé... ¿Pierce? Quedamos en repetir la cita que teníamos pendiente.

Hermanos CaóticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora