Por Ahora Y Para Siempre [ Ziam ] Adaptación.

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Capítulo cinco
 

Tras una noche de sueño profundo y lleno de sueños, Liam se despertó sintiéndose abrigado. Le resultaba tan poco familiar no sentir frío que se irguió de un salto en la cama, súbitamente alerta, y se encontró con que un claro rayo de sol se colaba por un hueco entre las cortinas. Se cubrió los ojos mientras salía de la cama y se acercó a la ventana, apartando la cortina y revelando el paisaje que se extendía frente a el. El sol ya había salido y se reflejaba con fuerza sobre la nieve, derritiéndola rápidamente. Vio cómo caían gotas de agua de las ramas de los árboles que había junto a su ventana fruto de los carámbanos, gotas que los rayos del sol convertían en un abanico arcoíris. Aquella imagen le arrebató el aliento; nunca había visto nada tan hermoso.
La nieve se había derretido lo suficiente como para ver viable una escapada al pueblo. Estaba tan hambriento. Era casi como si la entrega de sopa de Zayn  del día anterior le hubiera despertado el apetito que había perdido tras todo el drama de romper con Ben y abandonar su trabajo. Se puso unos tejanos y una camiseta, seguidos de la chaqueta de su traje, que era lo único que tenía que se parecía siquiera vagamente a un abrigo. Tenía una pinta algo extraña con aquel conjunto, pero se imaginó que la mayoría de la gente se quedaría mirando de todas formas a el desconocido que había dejado un coche destrozado frente a la casa abandonada, así que la ropa que llevase era la menor de sus preocupaciones.
Bajó las escaleras al trote hasta llegar al vestíbulo y abrió la puerta al mundo exterior. La calidez le besó la piel y Liam  sonrió para sí, sintiendo un ramalazo de felicidad.
Siguió el camino que Zayn  había escarbado a lo largo de la entrada y después caminó por la carretera en dirección al océano, hacia donde recordaba que estaban las tiendas.
A medida que avanzaba fue teniendo la sensación de estar retrocediendo en el tiempo. Aquel lugar no había cambiado: las mismas tiendas que había habido allí hacía  veinte años seguían irguiéndose llenas de orgullo. La carnicería, la panadería, todo era tal y como lo recordaba. El tiempo sólo había conseguido cambiarlas en pequeños detalles: los letreros eran más llamativos, por ejemplo, y los productos del interior se habían modernizado, pero la sensación que transmitían seguía siendo la misma. Liam  se deleitó con el encanto de todo el conjunto.
Estaba tan perdido en el momento que no se percató de un bloque de hielo que cubría la acera frente a el. Resbaló y acabó de culo en el suelo.
Se quedó allí tumbado por un momento, sin aire, y gimió. Un rostro anciano y amable apareció sobre el.
―¿Necesitas una mano? ―le preguntó el hombre, tendiéndosela.

―Gracias ―contestó Liam , aceptando su generosa oferta.
El hombre lo ayudó a ponerse en pie.

―¿Te has hecho daño?
Liam  movió el cuello de lado a lado. Estaba dolorido, pero no hubiese podido decir si se debía a la caída que había sufrido el día anterior en la alacena o por haber resbalado ahora en el hielo. Deseó no haber nacido tan torpe.

―Estoy bien ―respondió.
El hombre asintió.

―Bien, entonces deja que aclare una cosa. Eres el que se aloja en la vieja casa de West Street, ¿verdad?

Liam sintió cómo lo invadía la vergüenza. Ser el centro de atención y de los cotilleos del pequeño pueblo lobponía incómodo.

―Sí, así es.

―¿Le has comprado la casa a Roy Mitchell?

Liam se detuvo en seco al oír el nombre de su padre. El hombre que tenía delante lo conocía, y el corazón le dio un salto con una extraña sensación de pena y esperanza. Dudó durante un momento, intentando ordenar sus pensamientos y recomponerse.

―No, soy, um, soy su hijo ―consiguió tartamudear al fin.
El hombre abrió los ojos de par en par.

―Entonces tienes que ser liam Jamie―dijo.