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Mientras corría hacia la casa con los brazos llenos de álbumes de fotografías, Liam  fue profundamente consciente de los ruidos de martillos y taladros provenientes del salón de baile. Aquello significaba que, a pesar de lo tarde que era, zayn todavía estaba dentro colgando marcos de fotos y espejos para el.
Cada vez se quedaba trabajando hasta más tarde, a veces hasta medianoche, y Liam  había empezado a albergar la idea de que lo estaba haciendo para estar cerca de el, para mantener una sensación de proximidad, como si esperase los momentos en que Liam  le llevaba una taza de té con las mismas ansias que sentía el.

A menudo, alrededor de aquella hora de la tarde, una vez que Liam había dado por finalizada la organización y búsqueda del día, asomaba la cabeza por la puerta para conversar un poco con él. Zayn esperaría que hiciera lo mismo aquella noche.

Pero aquella noche la mente de Liam estaba muy lejos de allí, y en realidad ver a Zayn  era lo último que deseaba. Se había quedado tan afectado por la fotografía de Charlotte, por el descubrimiento del cuarto oscuro, que toda su atención se había concentrado en lo que quería hacer a continuación, en lo que necesitaba hacer en aquel preciso instante. En lo que por fin iba a hacer.

Porque todavía había habitaciones en la casa en las que no había entrado, habitaciones que había evitado de manera deliberada. Una de ellas era el estudio de su padre, y allí era hacia donde se dirigía. Incluso tras meses viviendo en la casa la puerta se había mantenido firmemente cerrada. Liam  no había querido irrumpir en ella.

O, más bien, no había querido dejar salir los secretos que podía haber dentro.
Pero ahora sentía que había demasiadas cosas que habían permanecido ocultas durante demasiado tiempo. Los misterios de su familia lo carcomían. Había permitido que los silencios y el desconocimiento se apoderasen de su mente. Nadie en su familia había hablado nunca de nada, ni de la muerte de Charlotte, ni del hundimiento posterio  de su madre, ni del inminente divorcio de sus padres que se acercaba más y más con cada año que pasaba.

Eran unos cobardes que habían dejado que las heridas se infectasen en lugar de tomar medidas. Tanto su madre como su padre habían sido iguales, dejando tantas cosas sin decir, dejando que las heridas se volviesen gangrenosas hasta que la única posibilidad que quedaba era amputar la extremidad.

«Amputar la extremidad», pensó Liam.

Aquello era precisamente lo que había hecho su padre, ¿no? Había amputado a la familia al completo, huyendo de cualquiera que hubiese sido el problema del que no había sido capaz de hablar.

Los había abandonado a todos por culpa de un obstáculo, una traba, que le había parecido infranqueable. Liam  no quería pasarte toda la vida haciéndose preguntas. Quería respuestas, y sabía que las encontraría en el estudio.

Dejó caer la caja de álbumes en las escaleras antes de subir los escalones de dos en dos. Su mente estaba frenética mientras recorría decidido el pasillo de la segunda planta hasta llegar a la puerta del estudio de su padre, donde se detuvo.

La puerta era de madera oscura barnizada, y Liam  recordó cómo había alzado la vista hacia el de joven. En aquel entonces le había parecido una puerta imposible, casi amenazadora, a través de la cual su padre desaparecía como tragado por el vacío y no emergía de nuevo hasta horas más tarde.

Nunca se le había permitido molestarlo y, a pesar de su curiosidad infantil, nunca había roto las normas ni entrado dentro. No sabía por qué no se le permitía entrar, no sabía por qué su padre se desvanecía en su interior. Su madre no le había dicho nada, y a medida que habían pasado los años y Liam  se había convertido en un adolescente, había adoptado aquella misma actitud hacia la habitación, restándole toda importancia y arropando sus preguntas sin respuesta en un manto de silencio.

Por Ahora Y Para Siempre [ Ziam ] Adaptación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora