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Blue.

La noche había caído, el aire fresco estaba golpeado con un poco de fuerza a los alrededores, las gradas estaban llenas de los padres de familia e incluso de alumnos que iban de los colores del equipo de futbol de la escuela que era blanco y rojo, el grupo de la banda de la escuela estaba calentando para que cuando saliera el equipo de futbol comenzaran a tocar y por ultimo estabamos las que éramos porristas estabamos en nuestras posiciones haciendo nuestro calentamiento. 

-Blue-. Dijo Mikaela acercándose a mi para tomarme de mi brazo. 

Al mirar a mi amiga ella me hizo una señal con mi su cabeza para que mirar a la derecha y ahí vi que estaban las porristas de la escuela contrincante y ahí toda mi alegría y emoción por el partido de esta noche se borro por completo ya que ahí estaba Debora, la mayor perra porrista de todas, esa chica siempre a querido humillarme desde que tome el puesto de líder de porristas, en cada concurso de porristas que se hace cada año en la época de verano, la cual no faltaba mucho y gracias a mis tácticas y nuevos bailes, claro con ayuda de Mikaela hemos ganados tres veces consecutivas y ellas solo han ganado solo dos y por ello me tiene envidia. Debora era la clásica perra resentida que haría cualquier cosas para joder a quien se ponga en su camino, no era rubia, para nada, era un maldita pelirroja que, ya que era irlandesa, envidiosa y venenosa más que una víbora de cascabel. 

-Vaya, vaya mira que fue lo que trajo el viento un pequeño un pescado frito-. Soltó la irlandesa posando sus delicadas manos en su cintura y claro como siempre teniendo a sus secuaces detrás de ella. 

Yo rodé los ojos completamente, esta chica siempre intentaba hacer sus chistes de burla hacia nosotros los ingleses y la verdad es que le quedaban tan mal que solo sus secuaces, que por ciento también son inglesas solo reían por mero compromiso, pobre chicas lo que tienen que hacer con tal de complacer una reina abeja. Me cruce de brazos, eleve mi ceja y puse una pose de empoderamiento y una sonrisa sarcástica que me encantaba y claro también yo tenia a mi secuas, mi mejor amiga. 

-Pero mira quien hablar, una pequeña duende de pocilga ¿Cómo has estado Debora? ¿Hace cuantos kilos que no nos vemos, querida?-. Sonreí sarcásticamente. 

Se pudo escuchar un "Uy" de parte de mi equipo de porristas, la mirada de las chicas del equipo contrario fue completamente épico ya que se miraron entre ellas y la dulce cara de mi contrincante de desfiguro por unos segundos ante mi comentario, ya que sabía perfectamente o que al menos se corría el rumor que la joven que estaba enfrente de mi tenia unos ligeros, pero muy graves problemas alimenticios y la verdad es que ella era muy delgada, brazos, piernas, cara y todo parte del cuerpo delgado sin ser nada atlético hay chicas que son delgadas pero atléticas. 

-¿Y tu como has estado querida? ¿Sigues siendo virgen o sigues gritando como una maldita desquiciada? "¡Ay me duele! ¡No, no lo hagas, por favor"-. 

Ahora fue ella quien sonrio de forma sarcástica y sus amiguitas se miraron como si hubieran ganado una batalla, mire a mi mejor amiga asustada por un segundos, pero entonces desvié por un momento a las gradas y ahí estaba él, él me miraba con esa clásica mirada que me daba cada que me miraba, misteriosa, sensual y tan cargada de oscuridad, claro que no estaba solo a un lado de él estaba la madre de mi mejor amiga quien parecía estarle diciendo algo, pero el no prestaba atención, solo a mí, nada más que a mí. Cerré mis ojos y los apreté tratando de ignorar aquellas palabras y recuerdos que me estaban invadiendo, no iba a permitir que esté maldito hueso me alterara por completo. 

Apreté mis puños y tome una fuerte bocada de aire. 

-Espero que este años no te desmayes por falta de alimentos en el concurso, duende-. Pase mi manos por mis labios y le mande un beso. 

Fugitivo +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora