Capítulo 28

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  Esperando a que Chris decidiera dar el paso y le pidiera que no se marchara, los días fueron pasando, hasta que llegó la hora de dar el paso y enfrentarse a la nueva vida que la estaba esperando en Francia.

Jugaba con el billete entre sus dedos mientras seguía recostada en la cama y lo dejó reposar sobre su vientre, clavando la mirada en el techo. Tenía ganas de llorar, pero había llorado tanto durante los días anteriores que no creía que tuviera más lágrimas que derramar. Se había intentado convencer que era una buena idea, a lo largo de la semana, y que acabaría superando a Chris. Se estaba engañando. Estaba haciendo todo lo posible por obligarse a sí misma a subir al avión que iba a despegar en tres horas.

Con movimientos pesados y forzados, comenzó a prepararse. Su cabeza no paraba de darle vueltas a la decisión que estaba tomando, y su respuesta seguía siendo la misma que le había dado a Lorena cuando le dio la noticia.

—Todo va a estar bien —susurró mientras se peinaba—. Es lo que necesitas —siguió—. Vas a triunfar.

Jamie y Mark la esperaban en la sala de estar, de pie en medio del salón. A pesar de haberla apoyado y haberla ayudado a ver el lado bueno de su decisión, no podían evitar sentirse tristes. Al fin y al cabo, Diana había sido una buena amiga y compañera de trabajo.

Arrastró la maleta hasta donde estaban ellos, colocándose frente a ambos para poder despedirse de ellos de la manera más rápida posible. Odiaba las despedidas. Ya la había vivido con Lorena meses atrás, no quería alargarlo más de la cuenta para nada.

—No me miréis así —les pidió con una sonrisa—. Francia está aquí al lado. Nos volveremos a ver —aseguró—. No os vais a librar de mí con tanta facilidad.

—¿Cómo quieres que te mire? —replicó Jamie— No sabes lo mucho que te voy a echar de menos —la abrazó con fuerza—. Por cierto, Jim no ha podido venir, pero me ha pedido que te diga que te desea un buen viaje, y que espera que la próxima vez que os veáis nosotros no estemos discutiendo. Y también te da las gracias por el coche, dice que va genial.

Diana rió ante ese comentario. Le sorprendía que aquellos dos siguieran juntos, pero así funcionaba el amor a veces.

Mark se abalanzó sobre ella al mínimo indicio de que Jamie se iba a separar, envolvió sus brazos alrededor de Diana y la apretó con fuerza.

—Sé que fui yo el que te dio la idea, pero no te vayas —pidió—. Te voy a echar mucho de menos —Diana le devolvió el abrazo, tranquilizándole un poco—. Aprovecha todo el tiempo posible en Francia.

—Lo haré —volvió a reír—. Y hablaremos por mensajes, te lo contaré todo. Seguiré estando aquí, aunque no lo esté —aseguró—. Os tengo que pedir una cosa a los dos.

Cada uno sujetó una de sus manos entre las suyas, Jamie la izquierda y Mark la derecha, mientras la escuchaban.

—Sé que no es vuestra obligación —comenzó—, pero me quedaría más tranquila sabiendo que Chris va a tener gente con la que contar. Le cuesta mucho conocer gente y abrirse, y me mataría si supiera que os estoy diciendo esto, pero...

—Lo haremos —la interrumpió Jamie.

—Ni lo dudes —le apretó la mano Mark.

Sabía que la hora de marcharse había llegado, pero había algo que la estaba reteniendo allí con fuerza. Era como si algo la estuviera intentando salvar de saltar al vacío, y de lo cual Diana se había desprendido en cuanto se montó en el taxi y le dio la indicación al conductor, para ir al aeropuerto.

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Chris se sentó en el sillón frente al gran ventanal, justo en el mismo lugar donde Diana solía situarse cuando iba a visitarle cinco años atrás. Tomaba asiento allí y se quedaba perdida en las vistas, como si nunca hubiera visto nada mejor. Y él la miraba a lo lejos, tan serena y tranquila.

Y ahora ya no la iba a volver a ver en aquel lugar, ni en ningún sitio de Londres.

Alguien abrió la puerta con brusquedad, sacándole de sus pequeños recuerdos a la fuerza. Cuando ladeó la cabeza, sintió decepción al ver a su padre parado ahí en medio, esperando a que Chris dijera algo. Pero no dijo nada. No tenía ganas.

—Creía que no estabas aquí —se adentró en el despacho, cerrando la puerta tras él.

—¿Y dónde iba a estar? —respondió con burla.

—¿En el aeropuerto? —le devolvió la pregunta, acercándose a él.

Chris se giró hacia él con rapidez, encontrándose a un Harry decepcionado y cabizbajo. No podía creerse que su hijo siguiera allí, como si nada.

—¿Para qué? —negó con la cabeza— Ha tomado una decisión. Se marcha. No puedo hacer nada.

—¿Tú crees? —alzó una ceja, dando un paso más hacia su hijo— Porque yo creo que si tú le pides que se quede, se va a quedar.

Chris le miró confundido, sin entender el extraño comportamiento de su padre hacia Diana. Como si tiempo atrás aquella situación no le hubiera encantado.

—Me pidió que no tomara decisiones por ella, y no lo voy a hacer. Si ha tomado la decisión de irse...

—Si ha tomado la decisión de irse —le interrumpió—, es porque tú le has dado a entender que es lo que tú quieres.Y, aún así, me pidió que cuidara de ti —suspiró antes de seguir—. Si no va a estar contigo, le da igual estar en Londres que en Pekín. No tiene por qué quedarse en un lugar lleno de recuerdos tristes, cuando puede empezar una vida nueva.

Chris volvió la mirada al gran ventanal, perdiéndose en las vistas mientras intentaba procesar lo que su padre acababa de decirle.

—Si te ayuda, Diana no estaba segura de marcharse cuando vino el otro día.

Y, entonces, sí se insultó a sí mismo. Ella fue a su casa, esperando que le pidiera que se quedara o que, al menos, la hiciera dudar aún más sobre su decisión. Y él mismo la había lanzado de cabeza a aquella propuesta. Por imbécil.

Se puso en pie, dirigiéndose a su escritorio para poder alcanzar las llaves de su coche antes de detenerse frente a su padre. No le dijo nada, simplemente le dio una palmada en el hombro antes de sonreírle y salir disparado del despacho. Harry sabía que aquello significaba más de lo que pensaba. Su hijo necesitaba aquel pequeño empujón, no podía dejarle cometer una estupidez.

Chris llamó a Jamie, esperando que le dijera que todavía estaba allí o que conseguiría que se quedara un poco más. Pero no hizo falta ni que llegara hasta el coche. Con un hilo de voz, como si le costara pronunciar las palabras, le confirmó que Diana ya se había marchado.

Un sudor frío subió por su nuca, al mismo tiempo que parecía que estaba perdiendo el aire. Comenzó a respirar cada vez más rápido, sintiendo los rápidos latidos de su corazón inundar sus oídos. Era lo único que podía escuchar. Se apoyó en la pared, intentando tranquilizarse, pero parecía incapaz, era como si algo estuviera controlando su cuerpo sin que él pudiera hacer nada por remediarlo.

Lentamente su mirada comenzaba a tornarse borrosa. Era incapaz de diferenciar las figuras frente a él, ni siquiera aunque estuvieran corriendo en su ayuda.

—¡Chris!

FMSD / Chris EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora