Capítulo 5

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  Diana miraba maravillada a su amiga, mientras que Lorena se colocaba el pomposo vestido blanco antes de alzar la mirada de nuevo. Los ojos le brillaban como nunca antes, podría deslumbrar el lugar más oscuro del mundo, y eso hacía que el corazón de Diana se encogiera un poco en su pecho de alegría.

Después de todo lo ocurrido a lo largo de los años, era la que más se merecía ser feliz.

—¿Qué? —se dio media vuelta, colocando la falda a sus pies— ¿Cómo estoy?

Volviendo a mirarla de arriba a abajo, Diana sonrío dulcemente y la agarró de las manos, apretándolas entre las suyas.

—Pareces una princesa —susurró con seguridad—. Solo te falta la tiara.

—Ah sí, espera —Lorena alzó el dedo índice en el aire.

Dio media vuelta hacia una caja cuadrada de madera y, de esta, sacó una fina tiara plateada. Consiguió que su amiga se riera y la ayudara a introducir las puntas entre los mechones de su cabello, perfectamente peinado.

—O el set entero, o nada —sentenció con gracia—. Por cierto —interrumpió—, te tengo que contar una cosa. No sé si me dará tiempo a decírtelo ahora.

—Aún quedan diez minutos para que salgas —se encogió de hombros—. ¿Qué sucede?

Lorena la agarró de la mano, caminando con ella hasta las sillas que había colocadas alrededor de la mesa -en la que habían dejado todas las cajas de maquillaje y cualquier paquete necesario para acabar de prepararla.

Diana la miró con impaciencia, una traviesa sonrisa llenando su cara cuando varias opciones comenzaron a rondar su mente.

—¿Me vas a decir que estás embarazada? —preguntó directa al grano.

Lorena largó una fuerte carcajada y se santuó antes de negar con la cabeza rápidamente. No estaba en sus planes todavía y estaba segura de que, la mayoría de las veces, Patrick y ella tomaban las precauciones adecuadas.

—Todavía no —le apretó la mano—. Pero sí que es un cambio, lo que te voy a decir.

Comenzó a reír ligeramente, algo nerviosa al no saber cómo le iba a sentar la noticia a su mejor amiga. Llevaba semanas preparando la forma de conseguir que sonara lo mejor posible, pero de todos modos sabía que iba a ser como un balde de agua fría para ella.

—¿Me lo vas a decir o...? —la sacó de sus pensamientos.

—Bueno, Patrick y yo nos vamos a mudar —comenzó.

—Oh, ¿os marcháis de Londres al final? Hacéis bien —aseguró— En las afueras se lleva un ritmo más tranquilo.

—Ya... —suspiró— A Patrick le ha salido una oferta.

Diana asintió, ya se lo había comentado semanas atrás. No entendía por qué lo estaba alargando tanto o por qué lo envolvía de tanto misterio, como mucho, iban a vivir a dos horas la una de la otra.

—Nos vamos a Australia.

«Su puta madre» se atragantó mentalmente. Cuando le dio la idea de mudarse a las afueras, esperaba que se marchara a algún pueblo, no que se lo tomara tan a lo literal como para marcharse a la otra punta del mundo.

—Yo estaré un tiempo sin hacer nada, al menos hasta que me vuelva a salir trabajo —prosiguió.

Sonrió, alegrándose por Lorena, pero sintiendo que una parte importante de su vida se iba a mudar sin mirar atrás. ¿Acaso podía culparla? Era una gran oportunidad para ambos, quizás sería capaz de encontrar en Australia aquel trabajo de ensueño que no había sido capaz de encontrar en ningún otro sitio. De todos modos, la iba a echar de menos.

FMSD / Chris EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora