Capítulo 16

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  Diana miraba la puerta de su compañera indecisa, sin saber si tocar el timbre o marcharse a un hotel. La verdad era que no quería estar sola, pero al mismo tiempo tampoco quería molestarla.

Tampoco tenía ganas de seguir dando vueltas con el coche, y creía que lo último que necesitaba era estar sola. Su cabeza la llevaba constantemente al que había sido su único hogar hasta entonces.

Su mano temblorosa alcanzó el timbre y esperó a que Jamie lo escuchara. En realidad ni siquiera sabía si estaba en casa, las luces estaban apagadas. Se abrazó a sí misma mientras miraba a su alrededor, intentando volver a contener las ganas de llorar.

Su corazón saltó en su pecho cuando oyó unas pisadas del otro lado y la cerradura abrirse. Una Jamie despeinada y somnolienta abrió la puerta, mirando a Diana confundida, frunciendo el ceño.

—Chris y yo hemos roto —comenzó con un hilo de voz—. Sé que es tarde, pero no sabía adónde ir...

—Entra anda —la abrazó Jamie.

Caminando con su mochila colgada del hombro, siguió a su amiga hasta el interior de su casa. Era la típica casa londinense: con unas estrechas escaleras que llevaban al piso de arriba y una puerta a la derecha que llevaba a la sala de estar.

—¿Cómo es que habéis roto? —quiso saber una vez llegaron a la sala de estar, y ambas se sentaron en el sofá.

Diana presionó sus labios entre sí, recordando la expresión de su cara mientras la culpaba de todo. Y, casi enseguida, el cambio de expresión en su cara a medida que pasaba el tiempo. Era evidente que la situación se había vuelto insoportable para ambos.

—No lo sé —negó con la cabeza—. Últimamente, parecía que no nos poníamos de acuerdo con nada, siempre estábamos discutiendo. No lo sé —sollozó—. Parecía que las cosas empezaban a ir bien de nuevo —se encogió de hombros—, pero me ha dicho que todo lo malo que nos ha pasado ha sido culpa mía —y entonces no se pudo contener, empezó a llorar desconsoladamente—. Y es cierto. De una manera u otra, yo tengo la culpa de todo lo que ha pasado.

—No digas eso. No es cierto —Jamie la abrazó—. Yo no lo creo, y estoy segura de que él tampoco.

—Si hubieras visto cómo me ha hablado y cómo me miraba —sentía las manos de Jamie acariciar su pelo y brazo—. Y, cuando he salido de la habitación, él ya no estaba. Ha dejado que me vaya.

—Vamos a irnos a dormir, ¿vale? —planteó— Mañana los dos veréis las cosas de otra manera. Ya verás como os arregláis.

Pero, por alguna extraña sensación, Diana no podía creerlo. Algo en su interior le gritaba que eso no iba a suceder, era el fin definitivo para ambos. Y quizás era lo mejor. Chris quería algo que ella no podía darle, de nada les servía seguir engañándose con que el tiempo iba a mejorarlo todo.

Sin embargo, una pizca de esperanza le aseguraba que Chris la llamaría, que la iría a buscar y pondría fin a esa discusión que había ido demasiado lejos.

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Pero eso no sucedió. Lo que iba a ser una noche se convirtió en varios días. Diana no sentía el suficiente valor como para volver a casa. Si Chris no la había llamado, era porque estaba conforme con su decisión.

Y, en realidad, así era. No estaba de acuerdo con las formas en las que habían roto, pero sentía que era la mejor decisión que ambos habían podido tomar. La situación se había vuelto demasiado tensa como para considerarse una relación y, por muy enamorado que estuviera, no podía evitar pensar que, llegados a aquel punto, las razones que les separaban eran mayores que las que les mantenían unidos.

FMSD / Chris EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora