Cuarta parte

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El sol en mi piel, la cálida sensación del sol entrando por mis poros, una sensación que solo se me permite apreciar dos veces a la semana por una hora.

Mi mente se siente agobiada, no tiene la capacidad de diferenciar que es lo que está bien y lo que no ¿acaso es correcto que Rodrigo haga eso?

¿Por qué Marta me hace esto? ¿Es que acaso un extraño que recién conoce es más importante que su hija, la persona que salió de su vientre? Yo mejor que nadie sé que muchas veces en el pasado tuvimos la desdicha de no tener ni para comer, pero el hecho de que Marta llegue al punto de encubrir a un abusador por un techo y dinero es algo asquerosamente repulsivo.

Odio, no debería de saber el concepto de esa palabra en carne propia, una niña no debería de sentir odio y asco por ella misma, pero es lo que siento cada que recuerdo lo que él me hizo.

Siento odio por no defenderme, por quedarme callada y dejar que el hiciera conmigo lo que quisiera.

Siento asco por el simple hecho de recordar que el me toco, que él me quito mi inocencia, me la arrebato en un segundo y yo no pude hacer nada para evitarlo.

El paso del tiempo es impresionante, cada segundo, cada minuto, cada hora que pasa es algo irrevertible, jamás podrás retroceder, solo queda seguir, aun que quieras olvidar, solo podrás aprender a vivir con ello

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El paso del tiempo es impresionante, cada segundo, cada minuto, cada hora que pasa es algo irrevertible, jamás podrás retroceder, solo queda seguir, aun que quieras olvidar, solo podrás aprender a vivir con ello.

Cuando cierro mis ojos solo lo veo a él, a ese hombre poniéndome las manos encima, a pesar que ya han pasado unas semanas de ese hecho es algo que esta constante en cualquier lado, no importa lo que haga, siempre esta él y ese asqueroso recuerdo, su perturbadora mirada sobre mi es tan obvia que me causa nauseas.

En cualquier momento colapsare, necesito contarle a alguien lo que sucedió, pero necesito que ese alguien me crea y la primera persona que aparece en mi mente es Carlos, mi vecino, sé que me escuchará, no tengo la certeza de que creerá lo que voy a decirle, pero tengo que intentarlo.

Sali de mi casa y corrí a la de él, toque el timbre y espere, para ser sincera, me encontraba muy ansiosa.

-Hola- le digo tímidamente cuando lo veo saliendo de su casa.

-Araxa ¿Cómo estás? No te había visto días- dijo Carlos mientras me daba un fuerte abraza. Me asuste, pero no me separe porque lo necesitaba, necesitaba un abrazo de él.

-Si... de hecho venía a ver si querías salir a jugar conmigo.

- ¡claro! Vamos a la calle del bosque- dijo mientras me tomaba de la mano y empezaba a correr conmigo detrás de el por las calles de mi comunidad.

Después de unos minutos corriendo llegamos a la última calle del sector, y digo que la última calle ya que luego de esta lo único que hay es bosque.

Nos sentamos en un pequeño banco de concreto que había en el lugar, para luego apreciar la vista del bosque, nos quedamos en silencio, pero no era incómodo, era un silencio donde lo único que se escuchaba eran nuestras respiraciones, el canto de los pájaros y el sonido de las hojas chocando entre ellas por el viento.

-Estas muy callada- dijo Carlos de repente -Además tienes tus ojitos un poco hinchados ¿has estado llorando? -me pregunto sin siquiera mirarme, su mirada estaba puesta en los árboles y lo se porque desde que llegamos aquí no he hecho mas que mirarlo.

El hecho de que el solo me viera por unos segundos y supiera que algo iba mal me hizo sentir un extraño cosquilleo en el estómago.

Un nudo se hizo presente en mi garganta y lágrimas que había aguardado por días salieron sin permiso alguno, así que solo le conté, le dije todo.

Después de que le terminara de contar lo sucedido él se levantó de golpe haciendo que yo hiciera lo mismo.

-Tenemos que decirle a mi mamá- dijo Carlos sin pensarlo mucho- ella nos puede ayudar.

Entre en pánico, si mi madre no me creyó, si fue ella misma la que casi me entrega en bandeja de plata a Rodrigo, que podría esperar del resto.

-No Carlos, no harás eso, porque si Marta no me creyó, ella que es mi madre, nadie lo hará y...

-Pero yo si te creo Araxa- dijo Carlos con algo de molestia.

-Si lo sé, pero con los adultos creo que es diferente, así que Carlos, promete que no le dirás a nadie- él no me responde, solo cambia de tema.

-Que mente tan enferma la de ese viejo- dijo después de unos segundos -Ese hombre tiene que tener popo en la cabeza.

Su expresión me causo gracia, pero no me reí, no tenia la fuerza necesaria para hacerlo, así que solo agaché la cabeza y dejé que las lagrimas terminaran de salir.

Carlos me levanto el mentón con su dedo, lo hizo de una forma tan delicada, como si yo fuera algo que podría romperse al mínimo mal movimiento, su mirada, su mirada me reflejaba que pasara lo que me pasara, siempre estaría para mí.

Corono con un abrazo, uno que me hizo sentir de maneras que no podría explicar, fue un abrazo tan cálido que me hizo olvidar mis problemas por unos cuantos segundos, me hizo olvidar a los demonios que me esperaban en casa.

-Prometo nunca dejarte y estar siempre para ti, pero quiero que tú también me prometas que cuando sientas que ya no puedes más vendrás conmigo y te apoyaras en mi- dijo mientras me abrazaba con todas sus fuerzas.

-Te lo prometo- le digo sin pensarlo, me separo cuidadosamente de él para luego levantar el meñique de mi mano derecha, haciendo que el soltara una risita para hacer lo mismo y luego sellar la promesa con un beso de pulgares.

Ambos sonreímos, por un momento solo somos nosotros dos sin nadie más, solo dos niños disfrutando de la compañía del otro. 

Lo que ustedes crearon {Editando}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora