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Nueva Adaptación, volvemos con el tema de diferencia de edad, porque si, me enamore de una maestra más grande que yo, ademas siento que faltan historias de este estilo.


Desde aquel amanecer de pesadilla, Camila Cabello no había podido soportar la fragancia de alhucema. Era irónico que en ese preciso momento ese olor pareciera asfixiante.

Esperaba frente a la estación de autobuses Greyhound, inmóvil sobre el asfalto recalentado, para dar la bienvenida a Lauren Jáuregui, la chica mala a quien ella había tratado de enseñar inglés en la escuela secundaria años atrás. Lauren Jáuregui, la hija jactanciosa del inútil del pueblo. Todo el mundo

esperaba que fuera igual a su papá, pero en realidad había resultado ser mucho peor.

Lauren Jáuregui, once años atrás convicta de asesinar y acusada de violar a una animadora deportiva de la escuela secundaria que tenía diecisiete años.

Hoy, Lauren Jáuregui volvía a casa gracias a Camila. Percibió el sonido del motor del autobús antes de que apareciese a la vista el propio vehículo. Camila se puso tensa y miró nerviosamente en derredor para ver quién podría estar observándola. Bob Gibson, el expendedor de pasajes, no era más que un borrón tras la ventana de vidrio que servía de fachada a la estación de servicio que oficiaba como parada de autobuses para Tylerville. Jeff Skaggs, que había egresado de la escuela secundaria el mes de mayo anterior y ahora trabajaba en el 7-Eleven, depositaba monedas en la máquina de bebidas a un lado del edificio. Justo detrás de su camioneta estacionada, Camila descubrió el arbusto con sus brillantes hojas verdes y sus espigas de flores blancas. Camila se sintió algo mejor al localizar el origen del intenso olor. Sin embargo, la coincidencia era estremecedora. El cadáver ensangrentado de Keana Issartel había sido hallado junto a un arbusto de alhucema, once años atrás, en medio de una ola de calor muy parecida a la que experimentaba en ese momento Tylerville. Una lluvia de capullos, aparentemente desprendidos por el forcejeo de Keana con su atacante, había cubierto el cuerpo de la jovencita. El aroma dulzón de las flores había ocultado el olor de la sangre, más penetrante. Entonces, como ahora, era fin de agosto, y hacía tanto calor como dentro de un horno. Camila se dirigía a la escuela secundaria de Tylerville a fin de ordenar su aula para el próximo año. Y había sido una de las primeras en llegar a la escena del crimen. Jamás olvidaría la horrible visión.

Estaba convencida de que Lauren Jáuregui, sin duda enamorada de la bonita chica, no la había matado. Se había estado viendo con Keana a hurtadillas, en contra de las órdenes de los padres de la muchacha, y cuando fue hallada muerta con el semen de Lauren dentro del cuerpo, el caso pareció quedar cerrado. Lauren Jáuregui había sido arrestada a menos de una semana del asesinato, procesada y posteriormente convicta por asesinato, según la teoría de que Keana le había dicho esa noche que estaba decidida a dejar de verla. La acusación de estupro fue desechada. Eran muchos los que, como Camila, sabían exactamente qué clase de relación había mantenido Keana con Lauren. Camila tenía la certeza de que la chica que ella conocía no habría podido cometer un crimen tan horrendo. Siempre había estado convencida de que el único delito del cual era culpable era simplemente ser Lauren Jáuregui.

Ahora sólo rogaba por estar en lo cierto.

El autobús entró en la estación y se detuvo con un resuello de neumáticos y un chirrido de frenos. Se abrió la puerta. Camila observaba el autobús y apretaba la correa de su bolso de verano. Los tacones de sus impecables zapatos blancos se hundieron en el asfalto y su cuerpo se puso tenso de expectativa.

Entonces apareció Lauren Jáuregui. Llevaba puestas unas gastadas botas vaqueras pardas, unos pantalones tejanos muy usados y una camisa blanca sin mangas. Sus hombros eran anchos, se marcaban sus bíceps y su piel estaba sorprendentemente tostada. Estaba flaca. No, esa no era la palabra justa... delgada, eso es. Delgada, dura y recia como el cuero. Su cabello conservaba el mismo color negro carbón como siempre lo había usado; aunque estaba más largo de lo habitual, casi a media espalda y ondulado. Su cara estaba igual... Camila la habría reconocido en cualquier parte con sólo mirarla una vez. La chica ruda y guapa que ella recordaba todavía era hosca y atractiva, pero ya no era una muchacha. Había madurado hasta convertirse en una mujer de aspecto peligroso.

En el Verano (Camren Gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora