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Hola espero que se encuentren excelente, les dejo mini maratón ya que no subiré nada hasta el próximo año 😂 , recuerden votar ⭐️
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-¿Te queda algo de cerveza?
Lauren estaba inquieta. Junto al desvencijado diván de la sala de estar de la casa rodante de Demi. El televisor encendido transmitía un programa especial sobre mariposas venenosas del Amazonas o algo parecido. Con la cabeza apoyada en las manos, Jeremy observaba embelesado. Jake, de cuatro años, sentado muy contento en las rodillas de Lauren, miraba fijamente el televisor, aunque Lauren estaba segura de que el chico no tenía idea de lo que pasaba en la pantalla, como tampoco ella.
-En el refrigerador -contestó Demi.
Se hallaba en el cuarto de baño, bañando a sus dos hijas. En la sala de estar se oían chapoteos y risitas ... tan pequeña era la casa rodante. Lauren no, lograba explicarse cómo podía vivir Demi en un espacio consistente en dos dormitorios minúsculos, una sala de estar donde apenas cabían un diván, un sillón y un televisor; una cocina diminuta y un cuarto de baño igualmente pequeño, con cuatro chicos y no enloquecer.
-Jeremy, ¿me harías el favor de traerme una cerveza?
Hubo silencio por toda contestación. Jeremy estaba tan absorto en el programa, que no le oyó. Lauren pensó volver a intentarlo en voz más alta, pero luego decidió no hacerlo. Que el chico viese televisión en paz. -Vamos, compañero, tengo que irme –le dijo a Jake quien, obediente, se dejó depositar encima del diván. Lauren se incorporó, se estiró y entró en la cocina, descalza, para buscar una cerveza. Su calzado había quedado extraviado bajo el diván.
Lauren abrió la puerta de la nevera, y, con sorpresa, vio una sola caja de seis cervezas intacta. Habría podido jurar que había dos. ¿Cuántas cervezas se había bebido?
¿Qué importaba, de todos modos?, caviló Lauren mientras extraía una lata y la abría.
-¡Oye, Lauren, arrójame una gaseosa! -pidió Jeremy por sobre el hombro.
-¡Nada de gaseosa! -gritó Demi desde el cuarto de baño.
Jeremy se encogió de hombros; Lauren llenó un vaso de leche y se lo llevó. Era realmente conmovedor el esfuerzo de Demi por ser una buena madre para sus hijos. Haciéndoles beber leche en vez de gaseosa, por ejemplo. Bañándolos a cada uno todas las noches. Leyendo libros a los más pequeños, aunque Demi nunca había leído nada más complicado que un libro de cocina. Asegurándose de que Jeremy y Ashley, que con seis años era la niña mayor, hicieran sus tareas escolares de noche. Demi no había sido criada con tanto esmero. Lauren sabía que su infancia había sido casi tan dura como la suya y la estimaba mucho por tratar de dar a sus hijos una vida mejor.
Al menos, desde que habían empezado a salir juntas, Lauren se ocupaba de que siempre hubiese comida en la nevera. Ella misma había quedado con hambre muchas veces y no soportaba pensar que hubiera niños sin comida suficiente.
-Ajjj -dijo Jeremy, sin alzar la vista, cuando Lauren depositó el vaso a su lado, en el suelo.
-De nada -repuso secamente Lauren y se acomodó de nuevo en el diván para beber su cerveza.
Jake trepó de nuevo a sus rodillas y apoyó su cabeza rizada en el pecho de Lauren. Pobre chico, no veía casi nunca a su papá y evidentemente anhelaba que alguien le hiciera caso.
-¡Cuéntanos un cuento, cuéntanos un cuento!
Ashley y su hermana irrumpieron fuera del cuarto de baño, corrieron a la sala de estar y saltaron encima de Lauren. Recién bañadas, con el cabello rubio recogido y cubiertas con unos camisoncitos fruncidos, estaban tan monas que las perdonó por derramarle la cerveza.
-Que no sea de miedo -dijo solamente Lindsay, de tres años, al ocupar la rodilla que no estaba usando Jake.
Celoso de sus prerrogativas, Jake empujó a su hermana. Lindsay le devolvió el empujón.
-Uno sobre monstruos -dijo Ashley con picardía, acurrucándose lo más cerca posible de Lauren.
-¡De miedo no! -gritó Lindsay empujando a su hermana.
-¿Por qué no se callan las dos? -pidió Jeremy en voz muy alta.
-¡Bueno, es hora de irse a la cama!
Demi entró en el cuarto palmoteando. Tenía empapada la camisa y la parte delantera de sus pantalones tejanos. No llevaba puesto el sujetador. Lauren advirtió este hecho sin el interés que habría debido suscitarle, ya que Demi era una mujer voluptuosa. Al infierno de todos modos, ¿qué le pasaba? Pero sabía la respuesta y no la hacía feliz: no era Demi a quien ella deseaba.
La mujer que ella deseaba había estado en esa maldita merienda al aire libre... -de donde probablemente la habrían echado a golpes si ella se hubiese atrevido a mostrarse- con otro hombre. El prototipo del, ciudadano respetable y sólido. Ese cretino.
Lauren bebió otro trago de cerveza.
-¡Ay, mamá! -dijeron a coro cuatro voces.
-¡Es en serio! ¡A la cama! Contaré hasta tres .. y el último tendrá que sentarse en medio del asiento de atrás mañana, cuando vayamos a la iglesia.
Eso produjo resultados inmediatos. Los tres ocupantes del diván se precipitaron hacia sus lechos; hasta Jeremy se levantó y apagó el televisor.
-Es una treta, nada más, mamá. Tú sabes que siempre tengo que sentarme yo en el medio para evitar que se peleen los más pequeños -dijo malhumorado.
-Siempre eres el último en acostarte -replicó Demi, revolviéndole el cabello al pasar junto a él rumbo al dormitorio que comunicaba directamente con la sala de estar, el más grande, que ella compartía con las dos niñas.
Desde otra habitación, Jake llamó quejumbrosamente:
-¡Tengo miedo, mamita!
-Ve con él, Jeremy -dijo Demi por encima del hombro.
-¿Tengo que hacerlo?
-¡Sí!
-¡Mierda! -dijo en voz baja Jeremy.
Afortunadamente para él, su madre no oyó.
Lauren terminó su cerveza y empezó con otra mientras oía la voz de Demi leyendo a sus hijas un cuento para dormirse. Desde el lado opuesto de la casa rodante pudo oír que Jeremy leía para Jake. Desde que ella los visitaba, así era como lo hacían: Demi leía para las niñas y Jeremy leía para Jake.
Cuando Demi salió del dormitorio, le sonrió y se llevó un dedo a los labios mientras cerraba la puerta. Luego, pasó junto al televisor silencioso y fue a darle las buenas noches a sus hijos varones.
Lauren vació su lata de cerveza y fue a la cocina en busca de otra. Al tirar descubrió que se estaba haciendo cada vez más difícil desprender del envase esos malditos anillitos de plástico. Los tres que aún quedaban, enganchados todavía, se cayeron del estante de la nevera encima del dedo pulgar de su pie.
-¡Ayyy! ¡Mierda!
La lata que sostenía en la mano cayó al suelo junto a las demás y se alejó rodando. Lauren brincaba en un pie, maldiciendo, cuando Demi salió del dormitorio de atrás y la miró enojada.
-¡Calla!
-¡Me he lastimado el condenado pie!
-¡Ssssh!
Lauren levantó el envoltorio semivacío.
Sosteniéndolo con un dedo, trató de apoyar el pie en el suelo.
-¿Quieres ver un vídeo? -preguntó Demi.
Sin compadecerse del dolor de Lauren, Demi, frente al televisor,-mostraba una cinta de vídeo.
Con un gruñido, Lauren volvió a meter las cervezas en el estante y rescató la que se la había caído, rodando abajo de un armario. Cerró la puerta de la nevera y fue cojeando a desplomarse en el diván. Se masajeó el pulgar del pie a través del grueso calcetín deportivo. Probablemente el maldito dedo estuviera quebrado. Mientras tanto Demi introdujo la cinta en el aparato de vídeo y se acurrucó junto a ella.
Lauren ya había visto la película. Demi, que le frotaba con ternura el muslo sin dejar de mirar la pantalla, estaba buscando algo que ella no tenía particularmente ganas de hacer. Con un solo pie, buscó sus calzado bajo el diván. ¡Allí estaban!
-Tengo que irme, nena -dijo, agachándose para recuperar su calzado deportivo. Ató los cordones; luego bebió un último trago de su cerveza antes de colocarla otra vez en el suelo.
-¿Ahora? -preguntó Demi malhumorada.
-Lobo está solo en casa. Si no lo dejo salir, hará un desastre.
-Deberías domesticar a ese perro.
Lauren lanzó un gruñido y se puso de pie. El movimiento la hizo sentirse algo mareada; se tambaleó.
-¿Cuántas cervezas te has bebido? -Demi se incorporó también y la sostuvo poniéndole una mano en el brazo.
Lauren se encogió de hombros; luego, apartándose de ella, buscó las llaves en el bolsillo.
Demi fue a la nevera y miró adentro; luego, regresó junto, Lauren y sacudió la cabeza.
-No irás a ninguna parte, amiga -dijo apoderándose hábilmente de las llaves que ella acababa de extraer de su bolsillo.
-¡Devuélveme mis llaves!
-¡No! -Demi retrocedió ocultando las llaves a su espalda. Oye, bebes demasiado.
-Claro que no. Dame esas llaves -Lauren se acercó a ella, la rodeó con sus brazos e intentó arrancarle las llaves de los dedos.
-Si te detienen por conducir borracha, te enviarán a la cárcel.
Eso le hizo pensar.
-No estoy borracha.
-Sí lo estás.
Lauren la soltó y se desplomó de nuevo en el diván. -Pues me quedaré a dormir -dijo, sabiendo qué pensaría ella de esa idea.
-¡No puedes! Tom podría enterarse y usarlo contra mí en el divorcio -adujo Demi. Tom era su casi ex marido.
-Entonces dame las llaves.
Demi se quedó un momento inmóvil, indecisa, se mordía una uña, con las llaves colgando de la otra mano. Lauren podía abalanzarse y recuperarlas, pero no tenía ganas de luchar y tampoco quería hacer daño a Demi. Tal como se sentía, era posible que calculase mal su propia fuerza.
-Pediré un taxi para ti -dijo ella al cabo de un minuto. Lauren reflexionó acerca de esta sugerencia tan sensata. Pensó que sería buena idea; estaba realmente muy achispada.
Demi fue a su dormitorio para usar el teléfono. Lauren se reclinó de nuevo en los cojines. El diván tenía una pata rota -remplazada por un diccionario y una novela- y había un cubrecama de felpa verde que lo cubría como una funda improvisada, pero era sorprendentemente cómodo. Si no tenía cuidado, podía quedarse dormida.
-No te duermas -dijo Demi sentándose de golpe a su lado y mirando de nuevo el televisor-. Para moverte haría falta una grúa .
-No me dormiré.
Por un momento, ninguna de las dos dijo nada.
Demi miraba la televisión y Lauren tenía la vista fija en el vacío. Entonces Demi la miró de reojo.
-¿Cómo es que no quieres hacerlo?
- ¿Hacer qué?
-Tú ya sabes.
Lauren lo sabía. Se encogió de hombros y deslizó un brazo en torno de la mujer.
-¿Qué te hace pensar que no quiero?
-Me doy cuenta -repuso ella. Deslizó una mano por la entrepierna la entrepierna de Lauren de un modo más casual que sugerente.
Lauren le tomó la mano, se la depositó sobre la falda y bajó el brazo con que le rodeaba los hombros.
-Puede que haya bebido demasiado, como tú has dicho.
-Eso nunca te ha disuadido antes.
-Demi, yo tenía once años menos entonces. Nada me disuadía. Pasaron unos minutos más. Ambas callaban. Lauren pensó que tal vez ella estaría absorta en la película. Tuvo la esperanza de que no se hablara más del tema.
-Lauren...
-¿Qué?
-¿Puedo preguntarte algo?
-Salvo que te tape la cara con una almohada, no creo poder impedírtelo -replicó ella.
Su respuesta fue agria porque intuía que la pregunta tenía que ver con su falta de excitación, que era algo de lo cual ella no quería hablar. Era embarazoso no poder tener una erección instantáneamente. La semana anterior, antes de enredarse tanto con esa maestra arrogante que no sabía ya dónde estaba, no le había costado nada hacer el amor con Demi. Las ganas le habían venido en forma natural, como debía ser.
-¿Tienes algo que ver con la señorita Cabello?
-¿Qué? -casi gritó ella, volviendo los ojos hacia la cara de Demi. Once años atrás ella no sabía leer los pensamientos.
-Ya me oíste.
Lauren tardó un minuto en recobrar el aplomo. -¿De dónde has sacado una idea semejante?
-Del tono de su voz.
-¿El tono de su voz? -repitió Lauren.
Debía haber bebido demasiado, porque la conversación la ponía confusa.
-Sí. Me di cuenta de que no le gustaba mucho la idea de que tú estuvieras conmigo. Parecía muy tensa. No amistosa, como lo es habitualmente.
-¿Cuándo estaba tensa?
-Cuando hablé con ella.
Lauren casi chirrió los dientes. Tenía una sospecha tan horrenda que casi temía expresarla en voz alta. -¿Cuándo hablaste con ella?
-Hace un ratito. Cuando le pedí que viniera por ti.
-¡Maldita sea! -Casi saltando del diván, Lauren miró a Demi con furia. Aunque la habitación volvió a oscilar, ella se mantuvo de pie.
-¿Para que rayos la llamaste? ¡Pensé que pedías un taxi!
-No hay más que dos taxis en Tylerville, y lo más probable es que ambos conductores estén todavía en la merienda campestre. Tú lo sabes.
Lauren lo había olvidado.
-¡Maldita sea! -repitió con amargura.
Volviéndose, fue hasta el televisor, recogió las llaves, que Demi había dejado encima del aparato y se encaminó hacia la puerta principal.
-¡Deténte, Lauren! ¡No puedes irte!
-¡Claro que puedo, qué demonios!
Demi salió tras ella. Tan alterada estaba, que casi se retorcía las manos.
-¡Es que ella ya viene! ¡Estará aquí en cualquier instante! ¿Qué va a pensar si tú te has ido? Y de cualquier modo, aún estás ebria. No puedes ir en motocicleta borracha.
-Me importa un bledo lo que piense esa engreída. Y no estoy borracha.
Bajó de la motocicleta. Por un minuto tuvo que apoyarse para sostenerla.
-Sí que lo estás. ¡Dame esas llaves!
Demi la había seguido hasta el sendero que pasaba junto a la casa rodante. El camino estaba iluminado por la luz tenue, colocada en la entrada de la casa, y lanzaba sobre la escena una negra iluminación.
Lauren pudo ver que Demi estaba realmente inquieta.
-Oye no me pasará nada -dijo con voz más suave mientras la tomaba por los hombros.
Demi la miró fijamente por un minuto. Sin luz del día que marcara sus defectos, se le veía casi tan joven como tantos años atrás, cuando habían sido más amigas que amantes. Algo parecido a ahora, pensó Lauren sintiendo una oleada de afecto hacia ella.
-Ella te gusta en realidad, ¿no? La señorita Cabello.
Lauren pensó mentir, pero estaba demasiado nerviosa, achispada y harta de aquel juego estúpido.
-Sí, me gusta en realidad.
-Tiene mucha clase, lo sé. Pero, ¿no es... bueno, quiero decir... vieja?
Lauren se encogió de hombros.
-Somos adultas las dos.
-¿Te acuestas con ella?
Soltando los hombros de Demi, Lauren se apartó. -No creerás que voy a contestar eso, ¿o sí?
Sujetó los manubrios de la moto, alzó el soporte con el pie y montó en el asiento.
-¡Lauren, aguarda!
Demi se apretó contra ella y le echó los brazos al cuello. Lauren la miró con cierta irritación.
-Suéltame, Demi.
-Si te enredas con ella, sólo saldrás lastimada. Ella no es de tu clase. No es de nuestra clase.
-Es mi problema, ¿verdad? ¿Me sueltas el cuello, por favor?
-Pero... -Demi desvió brevemente los ojos, cuando volvieron a los de ella, había resignación en su rostro.- Sí, creo que es tu problema. Ten cuidado, ¿me oyes? No quisiera enterarme por la mañana de que te han arrestado... o has tenido un accidente grave.
-Tendré cuidado -repuso Lauren.
Sorprendida por la fácil capitulación de la mujer, depositó un rápido beso en su mejilla e introdujo la llave en el encendido y puso el motor en marcha.
Quizás estuviera achispada... bueno, sí estaba borracha... pero montada en esa máquina, podía atravesar el infierno con los ojos vendados. Llegaría a casa sin tropiezos.
Con un ademán de saludo para Demi, partió en la noche con estruendo.

En el Verano (Camren Gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora