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Al detenerse por un instante en el umbral de la biblioteca, Camila comprobó que Sinuhe no había exagerado. Sofía estaba acurrucada en un extremo del diván amarillo, con las delgadas piernas recogidas bajo el cuerpo, el negro cabello rizado apoyado en el brazo tapizado del sofá, y sollozaba con la cara hundida en un almohadón. La luz trémula del fuego y el suave resplandor de la lámpara de porcelana, puesta encima del escritorio de Sinuhe, proporcionaban la tenue iluminación. Las paredes azules y las persianas blancas de estilo plantación que cubrían los grandes ventanales daban a ese cuarto un a acogedor que compensaba el efecto intimidatorio de la enorme araño de cristal que colgaba del techo. En esa habitación, que había sido el dominio del padre de ambas, el mobiliario era aparatoso, bien tapizado y diseñado para la comodidad de un hombre corpulento. Contra ese, telón de fondo, Sofía , que a los treinta y un años era tan menuda como su madre y su hermana, se veía diminuta, casi infantil.

Al observar aquel cuerpo pequeño con camisa de seda exóticamente estampada y pantalones cortos, Camila sintió una punzada de preocupación. Sofía siempre había sido propensa a dramatizar hasta, la situación más habitual. Sin embargo, algo grave debía ocurrir para, que su hermana llorase.

-¿Qué ocurre, Sofía ? -inquirió mientras depositaba una mano tranquilizadora sobre la espalda de su hermana.

-Ca... Camila.

Sofía a la vista; tenía los ojos hinchados y llenos de lágrimas. Sin embargo, se irguió en su asiento e intentó dirigirle una sonrisa. Su vacilante esfuerzo tuvo un efecto muy diferente del que ella evidentemente pretendía. Alarmada por lo que veía en el rostro de su hermana, Camila se dejó caer en el diván, junto a Sofía. Desde la ventana, Sinuhe contemplaba la escena con mirada ansiosa.

-¿Se trata de tus hijas? -preguntó Camila.

Tal vez a una de ellas le hubiesen diagnosticado alguna enfermedad grave. Pero las hipótesis eran tan inútiles como absurdas, ya que las posibilidades eran infinitas.

El rostro encantador de Sofía , tan parecido al de una Sinuhe más joven que la semejanza era asombrosa, se volvió a ensombrecer cuando ella sacudió la cabeza.

-No -las lágrimas le corrían por las mejillas. Le temblaba la boca.

-¿Michael?
-¡Oh, Camila!
Sofía empezó a sollozar mientras ocultaba el rostro entre sus manos. Camila, consternada, rodeó a su hermana con los brazos y la apretó contra sí. Aunque a veces Sofía pudiera ser irritante, en momentos como este Camila sólo podía ver a la hermanita menor (de cabello rizado que la seguía a todas partes desde que fue capaz de caminar).

- Sofía, ¿qué pasa? Dímelo, por favor -dijo Camila, meciendo a su hermana mientras esta lloraba sobre su hombro.

-Michael... Michael quiere el divorcio. -Fue un susurro tembloroso, murmurado contra el hombro de Camila, en voz tan baja que al principio esta no supo con certeza si había oído correctamente.

-¿El divorcio? -repitió atónita.

-¿El divorcio? -Desde la entrada, Sinuhe se llevó una mano a la garganta al repetir las palabras de Sofía.

-Me lo dijo hoy... por teléfono. Está en Dayton por negocios, me llamó a casa y dijo que quería el divorcio. Así nada más. ¿Puedes creerlo?

Sofía alzó la cabeza y miró primero a su madre, después a su hermana.

-Pero, ¿por qué? -inquirió Sinuhe con voz débil.

-Creo que tiene una... una amiga. Supongo que quiere... casarse con ella.

En el Verano (Camren Gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora