Capítulo 24: Galletas locas.
Leyla.
El timbre de mi casa sonó. No había nadie en casa por lo que tuve que abrir yo. Ya sabía quien era de todas formas. Bajé las escaleras corriendo de dos en dos para abrir la puerta. Y ahí estaba, mi vecino, con las manos hundidas en los bolsillos de su chamara y con una actitud poco amistosa. Se notaba cansado, con ojeras debajo de sus ojos. Entró a mi casa sin mucha importancia antes de dejarse caer en el sofá de la sala. Miré su trayecto con sutileza ante de cerrar la puerta.
Adivinen, al final Alan cedió para hacer el trabajo juntos. Le verdad no sé que le hizo cambiar de opinión. Que nos hubiésemos besado tampoco cambiaba nada. Yo seguía siendo la vecina que había borrado por completo de su cabeza. Fue tan confuso el beso, pero se sintió tan jodidamente bien. Tenía que aceptarlo.
Pero a los dos días de lo ocurrido me envió un mensaje que decía tal cual: "Al final donde haremos el trabajo". Ahora era yo la que no tenía deseos de hacer el trabajo con él. No me había dirigido palabra alguna después de lo sucedido, pero tampoco me esquivaba. Era como si estuviese confundido. Al verme en los pasillos del instituto se quedaba unos segundos observándome antes de continuar con su camino. Como si llegase a recordar algo pero a la vez no. Yo igual seguía apartada de él, eso era lo mejor que haría.
Igual no entendía su extraño cambio de actitud. Tal vez fue el golpe el que le hizo escarmentar ¿Te estás oyendo, Leyla?, pareces idiota. Fue una partidura de labios. Hasta puede que se lo hubiese hecho el mismo intentando esquivar mis golpes.
Lo peor fue al entrar el día siguiente y ver la cara burlesca de Gollum. Se rió al verme, ¿pueden creer eso? En estos años de instituto le hecho miles de chistes, y nunca, ni una pequeña sonrisa habían asomado sus labios, y ahora, ahora se reía.
Me centré en Alan quien se estaba acomodando en el sofá después de haber dejado su mochila en el suelo. Me sentía incomoda con su presencia, como se suponía que hiciese el trabajo con él, después, después de lo sucedido. Me sentía avergonzada por todo. Recordé lo que dijo de que por mi orgullo le rechacé esa noche ¿Y si era cierto? Todo era tan confuso.
Mi barriga rugió. Por lo menos había algo lógico en todo esto. Mi hambre era mayor que mi orgullo. Me levanté y antes de desaparecerme en la cocina le ordené a Alan que fuese comenzando. Porque eso sí, que ni piense que yo iba hacer el trabajo sola. Me dirigí al refrigerador con la esperanza de encontrar algunos de los deliciosos platillos de mi madre. Pero con lo único que me encontré fue con un recipiente tapado. Tenía un post-it pegado en la tapa que decía: "no tocar".
¿Ya saben ese momento cuando te prohíben algo y lo quieres hacer aún más?, pues estaba claro que eso me estaba sucediendo ahora. Tomé el recipiente y lo abrí, encontrándome con las galletas de mi madre. Seguro fue Tyler el que le puso el post-it para que yo no las tomara. Arranqué el papalito, lo estrujé y lo tiré a la basura. Luego me dirigí nuevamente a la sala junto con Alan. Me senté a su lado y coloqué el recipiente justo en la mesita que se encontraba a nuestros pies.
Tomé una de las galletas y con dos mordidas la devoré por completo, llenando mis mejillas de la masa triturada. Alan sin embargo había dejado lo que estaba haciendo para mirarme fijamente.
—Todavía no entiendo de donde sacas tanto apetito.
Estaba claro que lo decía por las atrocidades que comía en The Happy Meal.
—Calla y come una de las galletas de mi madre, están deliciosas —dije aún con la boca llena.
Antes cuando venía le encantaba esas galletas. Tomó una y la inspeccionó antes de darle un bocado. Miré atenta a su reacción. Hizo una seña de que estaban buenísimas y yo sonreí satisfecha.
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¿Tu orgullo besa mejor que yo? |✔
Teen FictionSepan que es mentira que el orgullo mata, pues aqui estoy escribiéndoles esto. Soy Leyla Rogers, la típica orgullosa de manual. Tampoco soy tan complicada, solo que prefiero odiarte antes que decir que te amo. Mi vecino no será la excepción, antes m...