31 - El día en que maté mi orgullo

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Capítulo 31: El día en que maté mi orgullo.

Leyla

Miré el cuarto de tarta que yacía sobre la encimera. El resto lo había devorado por la madrugada después de virar de la casa de enfrente. Sí, justo después de "eso" salí pitando leches de ahí. A pesar de saber que con esto no iba a conseguir nada, estaba claro que Alan no había recordado. Entonces, ¿para qué quedarme? No iba a pasarme en la mañana por su casa como otra inquilina más sintiendo las miradas de sus hermanas, y diciéndoles tal cual: "Sí, eso que sintieron a media noche fuimos nosotros". Tampoco iba a bajar por las escaleras que había traído para estar a la mira de los vecinos chismosos. No me hacía ninguna gracia que cuchichearan sobre mí por toda una semana hasta que hubiese algún tema más interesante del que hablar. Por eso opté por regresarme cuanto antes, en la noche, para no ser vista. Una vez estar en mi casa mi ansiedad atacó esa tarta como si fuese agua y yo estuviese en un desierto a punto de morir por deshidratación.

Lo de ayer no cambió nada. Todo seguía siendo igual, y a pesar de haberlo pasado estupendo, sentía un vacío en mi interior. Debía estar contenta porque ¡joder, hasta que al fin!, pero todo era tan extraño. Había sido advertida por Alan. Claro que con eso no iba a lograr que me recordase. Tampoco me arrepentía, nada que ver. Pero no voy a mentir, hubiese deseado amanecer en su brazos y que por alguna razón al despertarse me recordara.

Había fracasado en la misión de contarle mis sentimientos. Caí en la tentación y no le conté eso que tanto me costaba decirle. Pero, ¿qué iba a cambiar? Ya había intentado con todo ¿Qué cambiaría si le dijese lo que siento por él?

Mi madre hizo presencia en la cocina. Dejó el plato, donde se había llevado hace unos minutos con un trozo de tarta, en el fregadero. Le dejé coger ese pequeño trozo porque al fin y al cabo la tarta era suya. Volvió a pasarme por el lado viendo la marranada que estaba haciendo. Estaba tomando trozos de la tarta con las manos. Tenía que admitir que Alison tenía buena mano con la cocina. La tarta le había quedado de pelos. Ahora debía decirle cuñada ¿No?

—Amor, ¿estás bien? —agarré otro trozo de tarta. Asentí, pero siguió con sus preguntas— ¿Dónde te metiste ayer por la noche?

Me atraganté con el pedazo de tarta, mi madre tuvo que darme unos golpecitos en la espada, y correr a por un vaso de agua pera que no muriese por atoramiento. Tomé el agua de tirón sintiendo mis ojitos escuecer. Mi madre se quedó viéndome, esperando por su respuesta, como si la casi muerte de su hija no hubiese cambiado nada. En ese momento Hope me llamó y la vi como mi salvación.

—Fui a casa de Hope… necesitaba mi ayuda para… —hice una pequeña pausa para pensar— … para buscar a su perro Stuart. Se había escapado y la pobre estaba muy desesperada, por eso no me dio tiempo para avisar. Por suerte el cachorro apareció.

Al infierno iré por mentir. No me gustaba tener secretos con mi madre, pero es que esto me daba mucha vergüenza. Igual ella se intuyó un poco que le mentía. Achicó sus ojos escrutándome. Para rematar el tono que le había puesto a Hope cuando me llamaba era el de Bad Liar de Imagine Dragons. Esa canción nos encantaba a las dos, por lo que la había decretado como nuestra. Pero que mi madre me mirase como una auténtica mentirosa y que de fondo estuviese sonando esa canción, no ayudaba en absoluto. El teléfono paró de sonar y a los segundo retomó denuevo la canción.

La insistencia de mi amiga de seguro era por el mensaje que le envié esta mañana. Sé que no era la mejor forma de decirlo, pero ni modo. Yo por lo menos le contaba las cosas, con alguien me tendría que desahogar. Y si la conocía lo suficientemente bien sabía que estaba intrigadísima por no tener más información.

Tomé una servilleta y me limpié la mano embadurnada con tarta. Esperando a que mi madre hiciese ese típico de asentamiento de cabeza que uno hace después que te dan una información y la procesas correctamente.

¿Tu orgullo besa mejor que yo? |✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora