Capítulo 6

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Había pasado dos semanas desde que Gustabo fue a la casa de Horacio, entre esos días no recibieron ni una noticia de Carlo, pero según Horacio, seguía buscando.

Las cosas entre los rubios habían mejorado considerablemente, había más confianza y se conocían cada vez más, descubrieron que a pesar de que eran polos casi opuestos, tenían algunas cosas en común como su sentido de humor y algunos pasatiempos, resultaban congeniar bastante bien. Toni aún se sentía devastado al no tener a Carlo consigo y no saber nada de él, pero el dolor de su corazón se alivianaba cuando el ojiazul se encontraba con él, cuando le daba el mínimo rose de manos, sentía su corazón saltar dentro suyo y los abrazos del contrario le brindaban calidez, aunque la mayoría, por no decir que todos de esos abrazos, fueron dados por el italiano.

Gustabo se sentía bien, nada incómodo, sino todo lo contrario por la cercanía que tenía con el otro, su única queja con el contrario era que siempre usaba gafas, y aunque se veía bien, no le permitía apreciar sus ojos bicolores, para el menor, esos ojos eran los más bellos que había visto, le recordaban a su otra alma gemela y eso le dolía, pero, de todos modos, los de su amado, eran diferentes, los de él eran una hermosa combinación de azul y verde, en cambio, los de Horacio eran una combinación de café y verde. A ambos los amaba, pero a diferencia de Horacio, el italiano le ofrecía mucho más de lo que podría obtener con el otro, el de cresta lo amaba y él lo sabía, pero nunca lo vería de otra forma que no fuera a la de un hermano, todo lo contrario, al italiano.

Se enteró por mensaje, que Horacio tenía un nuevo compañero en el FBI, lo cual no fue muy emocionante para el italiano, ya que al enterarse que era el mismísimo Viktor Volkov, quien fue el que se infiltro en su mafia y no solo provoco que todos tuvieran que huir de Marbella, sino que también, que atraparan a su hermano. A petición de Gustabo, tuvo que aceptar a regañadientes el no hacerle nada al ruso, lo cual obviamente no iba a cumplir, pero mantendría su palabra por el momento, antes tenía que encontrar a su hermano.

Hoy los protagonistas de una novela de amor y tragedia, saldrían a su primera cita oficial, obviamente a petición del italiano.

Después de organizar todo, pasó de nuevo al hostal para recoger al pequeño rubio. Mientras conducía, hablaban de temas triviales, lo que menos quería era tocar temas sensibles, como lo era el tema de Carlo o de Horacio, el menor le confesó lo que sentía en el pasado por él, lo cual al italiano no le molestó, sabía perfectamente que el menor tenía sentimientos por él mismo y eso no lo cambiaría nadie.

Llegaron a un restaurante de la ciudad, le sorprendió saber que Gustabo jamás había pisado uno en su vida, pero le alegraba saber que sería el primero en llevarlo.

La cena avanzó tan cálida al tener la presencia del otro, no hubo ningún inconveniente, incluso Toni tuvo el detalle de que la comida sea del agrado de Gustabo, pidiendo a lo que el ojiazul llamaba "Real Food" sin procesados, eso junto a otros pequeños detalles como las velas y la música de fondo, hicieron que Gustabo se sintiera verdaderamente feliz, como pocas veces lo había estado a sus 33 años de vida y eso logró que pasaran al siguiente paso de la cita.

Toni lo llevó a la playa, una donde según le contó José era muy bonita y no había gente que soliera pasar por ahí. Anteriormente pensó llevarlo a una montaña, para mirar las estrellas, pero eso le recordaría el momento donde el ojiazul se rompió enfrente suyo, no lo obligaría a recordar eso.

Al llegar a su destino, se sentaron en la arena, tan calmados y sin romper la conversación que mantenían desde que bajaron del vehículo.

Después de unos minutos, se mantuvieron en un silencio nada incomodo mirando al horizonte, sus manos se buscaban por inercia hasta que se encontraron y se mantuvieron así por otro rato más, hasta que el italiano jaló delicadamente la mano contraria para llamar su atención, lo cual lo logró y el ojiazul le miró fijamente esperando a que el contrario empezara a hablar.

- Sé que me dijiste que querías que fuéramos más despacio, y entenderé si me dices que no, pero me gustaría empezar una relación contigo oficialmente, si tú lo deseas – hablo con cierto nerviosismo, pero alto y claro, aferrando cada vez el agarre de sus manos.

- Vaya manera para pedirme que sea tu novio – bromeó – pero sí, acepto.

- Joder, pensé que dirías que no – suspiró aliviado.

- Que tontería, sabes lo que siento por ti y no tengo que decirlo.

- Lo sé – soltó la mano de su ahora pareja y lo tomo de su barbilla – y tú también sabes lo que siento por ti – culminó, acercándose cada vez más al contrario, pero se detuvo para mirar los orbes azules de la persona a quien tanto quería, buscando aprobación para dar el siguiente paso, el menor se acercó dando a entender que también quería lo mismo, y por fin después de tanto esperar, unieron sus labios en un beso lento y sin segundas intenciones.

Cuando por fin se separaron por falta de aliento, se volvieron a tomar de las manos para seguir apreciando el horizonte, con el sonido de las olas chocando entre sí.

Encontraron a su otra alma gemela, pero esta vez no era su hermano, sino una persona completamente diferente con la que podrían ser ellos mismos y tener su posible final feliz, pero por obviedad, no sabían que les deparaba el futuro, solo quedaba vivir el presente, el cual disfrutarían amenamente con la compañía del otro.

Dos almas rotas y desoladas se habían unido, y nadie sería capaz de separarlas.

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