Capítulo 12

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Días llenos de tristeza y penas fueron los que transcurrieron al transcurso del mes, empezando uno nuevo. No era muy diferente el sentimiento de vacío dentro de sus corazones a el día en que llegaron a aquella ciudad buscando a Carlo, pero la diferencia estaba en que ese miedo de encontrar a Carlo sin vida, se volvió realidad.

Sus días perdieron sentido desde el día en que perdieron a Carlo, pero el saber que se encontraba muerto y que no iba a regresar era mil veces peor que saber que aún tenían la probabilidad de encontrarlo con vida.

Por obviedad, Toni era el que más sufría, pero ese dolor era alivianado en gran parte por un rubio que lo acompañaba a casi todos lados, exceptuando cuando tenía que ir al baño o simplemente quería estar solo.

No tenía ningún tipo de sentido seguir en aquella ciudad que le arrebató a su hermano, él no era una persona agresiva y mucho menos vengativa, pero la situación era muy diferente a las ya vividas con anterioridad. Esta vez fue el asesinato de su hermano menor, su protegido y su razón de ser.

Aún corrían el riesgo de ser encontrados, ya sea por el CNI, FBI o la policía, sus historiales los delataban, solo con decir que llevaba el apellido Gambino lo exponía a un camino directo a perpetua junto con los otros integrantes de su familia.

Ya no era porque querían venganza, sino, porque necesitaban hacer justicia a la muerte de su hermano, no quería que su sacrificio fuera en balde. Su hermano murió protegiendo a la familia, murió pensando que su hermano mayor no lo buscaba, murió a manos de una persona que no tenían ni idea de quien era.

A juzgar por lo lógico, el culpable o como mínimo el primer sospechoso sería Horacio, pero esa idea fue descartada automáticamente por el rubio menor, puesto que, según él, era imposible y hasta impensable que su hermano de toda la vida hiciera tal cosa.

Eso no le importaba al italiano, tenía un mal presentimiento con aquel federal desde que lo tuvo por primera vez cara a cara, aparte de que no descartaría ningún sospechoso, ni por petición de su pareja.

Nuevamente se encontraban discutiendo el mismo tema, después de días de pequeñas discusiones que siempre resolvían con mimos y abrazos.

- Toni – llamó el ojiazul – es imposible que Horacio hiciera eso, lo conozco, el no mataría a nadie, aparte no tiene motivos.

- Lo sé, tienes razón – de nueva cuenta cedió, era imposible sacarle esa idea al rubio, eran igual de necios y orgullosos, pero al italiano no le gustaba pelear con él, así que al final, siempre le dejaba ganar.

- Pero él fue el que les dio la dirección del motel – interrumpió el asiático con su característica manera de hablar – No es difícil atar cabos, si él era el único que sabía dónde estaba Pato, también pudo dejarlo donde lo encontramos.

- También pudieron ser los de arriba y él no se ha enterao – hablo esta vez José.

- O recibió órdenes – concluyó el italiano.

- Bien, pues entonces hay que investigar, es el único hilo del que podemos tirar – habló el asiático.

- ¿Gustabo? – preguntó el italiano en busca de aprobación para empezar a investigar a su mejor amigo, el contrario solo se dedicó a asentir indiferente, era obvio que no le gustaba esa idea, pero todo lo que habían dicho era cierto, si no era Horacio, ni los de arriba ¿Quién más podría ser?

No esperaron más y pusieron el plan en marcha, consistía en vigilar las zonas donde normalmente visitaba el de cresta, entre ellas, su casa y la sede del FBI.

Se dividieron en tres, los dos rubios, Hai e Igor y José con un nuevo recluta del chino.

A la pareja se les asignó la casa, a petición del ojiazul, se encontraban en un vehículo robado.

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