Déjame Ayudarte

Capítulo 24

Especial Navidad

Nota: Este especial es continuación del epilogo #1, donde Toni, Gustabo y Carla fueron a visitar a Horacio a Los Santos.

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El color blanco era lo que más resaltaba en aquella ciudad, se podría decir que era una experiencia casi única, ya que a lo largo de los 6 años que estuvieron en Italia, el clima que más resaltaba en aquella ciudad eran los días nublados y lluvia, era hermoso, pero no se podía comparar con Los Santos.

Estaban de regreso a la ciudad, acababan de visitar al tío Carlo, en aquel sitio donde fue sepultado años atrás.

Su hija estaba siendo cargada por Gustabo mientras Toni conducia, no hablaban ya que el italiano aún estaba melancólico pensando en su hermano, se supone que era un tema ya superado, pero eso no significaba que olvidaría a la persona con la que creció.

- Antes de irnos estaría bien ir a ver el centro – ofreció el ojiazul – A Carla le gustaría ver el árbol.

- ¿Lo dices por ella o por los dos? – se burló.

- Bueno... A quien no le hace ilusión ver el árbol – el italiano rio ante su comentario – Sabes que navidad es mi época favorita del año.

- Lo sé – sonrió – Pues andando.

Siguieron en su viaje, pero con un ambiente más familiar que antes, bromas, risas y apodos cariñosos era lo que más se escuchaba en ese auto, junto con melodías navideñas y una que otra canción de cualquier género bailable al gusto del ojiazul.

Apenas girar la cuadra y dar paso a la plaza central de Los Santos, la atención de los tres fue captada por el inmenso árbol decorado con luces y adornos rojos y dorados. La niña grito ilusionada, así que tomaron un poco de prisa y estacionaron el coche con el que llegaron en garaje central, el mismo donde antes había revueltas por gente que le encantaba gritar y molestar al CNP, cosa que fue cambiando con los años y la ausencia de ese cuerpo de policías.

- Papà, andiamo – hablo la pequeña de ojos verdes jalando la mano de sus padres, en especial del italiano, quien iba más lento.

- Va bene, va bene... – suspiró y sonrió, estaba cansado.

- Dejen de hablar en italiano, que aún me cuesta entenderles – dijo el ojiazul.

Al ser el primer idioma que Carla aprendió, es con el que más habla, pero la niña es muy inteligente y también aprendió el idioma de su otro padre, aunque no lo habla ni lo entiende tanto como su lengua natal, consiguiendo solamente formar frases sencillas.

- Perdón, papi.

- No te preocupes cariño, vamos.

Cruzaron la calle que los separaba de la plaza y se acercaron al enorme árbol abriéndose paso entre la multitud.

- Hay que tomarnos fotos – pidió el ojiazul quien se notaba más feliz que de costumbre y dicho y hecho, pasaron varios minutos tomando fotos a su pequeña hija y algunas con todos juntos alrededor del árbol y una que otra en las decoraciones de alrededor.

En una distracción de segundos, ambos soltaron la mano de la niña y ella no desperdiciaría esa oportunidad. Con sus manos vistiendo guantes especiales para el frio, tomo aquella sustancia blanca del suelo y formo una bola de nieve e inmediatamente la lanzó a su padre más cercano, el ojiazul.

- ¡Eh! – se quejó – ¡Que te he pillado! – empezó a formar su propia bola de nieve, pero era tarde, la niña lo atacó de nuevo y ella y el italiano estallaron en risas.