Déjame Ayudarte

Capítulo 7

⚠️Advertencia capítulo con contenido sensible para algunas personas ⚠️

Avisare cuando empiece.

Los días avanzaron más rápido que de costumbre, pasando una semana desde que los rubios formalizaron su relación, semana en la cual Toni aún seguía angustiado por su hermano, pero la presencia de un rubio lo calmaba por casi completo al punto de olvidar por un rato sus problemas.

La pareja disfrutaba sus tiempos a solas lo máximo que podían, porque normalmente se encontraban rodeados de las amistades del italiano, ya sea el moreno, con quién Gustabo se empezó llevar muy bien o con Hai e Igor, los cuales ya habían regresado de la misión de encontrar una nueva sede, la cual cumplieron exitosamente, se trataba de una casa, lo suficiente grande como mantener a los 4 integrantes de la organización y el ojiazul.

Los rubios compartirían habitación, decisión la cual no fue muy del agrado de cierta persona de origen asiático, pero eso no le importaba a la pareja, pues ellos estaban cómodos juntos y no tenían intenciones de separarse, aunque no demostraran tanto afecto en público como lo hacían en privado.

Ya era hora de avanzar con la búsqueda de Carlo, estaba por cumplirse un mes desde su desaparición, por lo que el ojiazul se dirigió de nueva cuenta a la casa de su mejor amigo y compañero de vida. Al llegar fue recibido con brazos abiertos por el anterior nombrado.

- Hombre, Gusnabo, cuanto tiempo – dijo el de cresta, rodeando al mayor con sus brazos.

- No me digas así y solo han pasado unos días – replicó correspondiendo al abrazo.

- ¿Días? Llevas sin venir 3 semanas – habló con cierto tono irónico en sus palabras.

- ¿Llevas la cuenta? – inquirió separándose del abrazo.

- La verdad es que no, exageré un poco – admitió logrando que el rubio soltara una pequeña carcajada – Pero desde que estás con esa mafia ya no vienes a verme – reprochó soltándole empezando a avanzar a su casa – ¿Ya me dirás que te traes con ese italiano? – preguntó sin frenar su paso, entrando por la puerta con el otro siguiéndole el paso.

- Ya te dije que no pasa nada, solo quiero cumplir mi promesa – respondió sentándose en el mismo sofá que la última vez que estuvo en aquella casa.

- No me mientas, Gustabo, a ti te pasó algo y no me quieres decir – el propietario de la casa tomó una silla del comedor de a lado, que colocó enfrente del rubio y se sentó dando una mirada amenazante a su supuesto hermano.

- Me he enamorado, Horacio – confesó después de unos largos segundos de silencio, con la mirada fija en la del otro, quién le miraba completamente sorprendido, esperaba de todo menos esa respuesta del parte del mayor y aunque jamás lo aceptaría, algo dentro de él se quebró por tal noticia, la cual debería ser buena, pues sería la primera vez que el otro tiene sentimientos de ese tipo, pero fue mala en cuanto se dio cuenta que esos sentimientos no eran para él, sino para alguien más.

- ¿Qué cojones? – preguntó atónito, estaba empezando a cabrearse – ¿De quién? ¿Del maldito italiano?

- Sí y es correspondido – respondió, viendo cómo el contrario cerraba sus puños con fuerza, tanta que sus nudillos empezaron a tornarse blancos – cálmate, Horacio, ¿Qué mierda te pasa? Pensé que estarías feliz por mí.

- ¡Sí, pero no con un maldito mafioso! – vociferó al mismo tiempo en que se levantaba de golpe de la silla y la dejaba caer, el rubio estaba confundido, no entendía el comportamiento del menor, pero tampoco se iba a dejar pisotear, repitió la acción hecha por el más alto y aunque la diferencia de altura era demasiado notoria, podía darse a respetar sin alzar la voz como el otro.