Libro 2 Capítulo 1

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- Mi nombre es Josette Saltzman, soy la Delfina de Francia -

El gran salón se vio ahogado bajo un tétrico silencio, el más incómodo que alguna vez se había presenciado.

El hombre sentado en el trono, digno de retrato, aferró sus extensos dedos al reposabrazos de su asiento antes de ponerse sobre sus pies con una lentitud que resultó abrumadora. Era, para sorpresa de Josie, mucho más joven de lo que le había imaginado pese a que los relatos sobre el mismo siempre destacaban aquello junto a la apariencia atractiva e intimidante. Si la chica se hubiera permitido pensar, habría llegado a la conclusión de que Hope Mikaelson era una copia del monarca.

El primogénito del antiguo rey Mikael, quien había gobernado desde 1547 hasta 1559, no se molestó en observar a los guardias antes de pronunciar a estos las siguientes palabras.

- Fuera, ahora -Ordenó en un tono grave, haciendo eco por el lugar.

Los guardias abandonaron el salón en un abrir y cerrar de ojos, y la castaña pudo percibir con dicha acción la autoridad que emanaba del afamado rey.

Niklaus Mikaelson, antiguo príncipe de Gales hasta el día de su coronación, era un hombre alto que podría rondar el metro ochenta. De cabello rubio y enrulado, tenía los orbes celestes tan fríos como el océano Atlántico. Fue en dichos orbes, amenazantes y analíticos, que Josette reconoció los ojos de su amada; rasgo que al parecer había heredado del rey.

Sus piernas temblaron sin permiso cuando el hombre descendió el primer escalón como si estuviera presenciando a una mítica criatura que toda su vida había creído una completa mentira.

Una persona, que la castaña creía era un paje, irrumpió en el sitio cargando con varios pergaminos bajo el brazo.

- Su majestad, traigo para usted... -Fue, mientras hacía malabares porque las cosas se le venían cayendo, cortado por Niklaus.

- No, no ahora -Fue la rápida y escueta respuesta del rey que pronto exigió al joven que se retirara del lugar; cosa que fue acatada y no cuestionada- Señorita Saltzman -Sonrió de lado cuando no le quedaron más dudas, habiendo llegado a la conclusión de que yacía frente a él la inigualable Delfina de Francia.

Oh, Dios definitivamente le estaba sonriendo.

- Princesa -La castaña, levantando el mentón para demostrar así su coraje, corrigió en un tono suave pero seguro.

No era solo una señorita, era una princesa y no cualquiera sino que heredera natural al trono.

El hombre frunció el ceño, la sonrisa esfumándose para ser sustituida por una mandíbula tensa que evidenciaba enfado. Probablemente era la niña más estúpida que había visto en su vida, si tenía esta las agallas de plantarse con tal decisión en aquel sitio.

- Esperaba que se me fuera entregada su cabeza, deberá disculpar mi terrible confusión -La ignoró por completo, dándole la espalda para mirar a su hermano en busca de respuestas. El hermano del rey no se molestó en hacer contacto visual con el aterrador monarca, sus orbes oscuros yacían sobre la castaña mientras daba vueltas a su anillo como si este fuera capaz de otorgarle idea alguna de lo que ocurría. A fin de cuentas, ambos estaban perdidos- Dígame, si cree usted oportuno, ¿qué le ha traído tan deliberadamente a su muerte? -

Josette se removió en su lugar, permitiéndose dar a la habitación un poco más de atención ya que necesitaba distraerse de la cercanía con el hombre. A aquella distancia, poco más de dos metros, podía apreciar su incipiente barba.

El salón del trono era grande, tal vez más grande que el que tenían en Francia. Había inmensas ventanas por las cuales entraba la cálida luz del sol debido a que las cortinas de color sangre se encontraban recogidas por cuerdas doradas; colores clásicos de Inglaterra. El trono eran dos asientos imponentes que se alzaban sobre una tarima, las iniciales de los monarcas grabadas en el suelo.

Si solo fuera Josie -Hosie 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora