Libro 2 Capítulo 12

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La princesa de Gales ya estaba acostumbrada a tener aquel sueño donde todo se desmoronaba a su alrededor, reduciéndose hasta perderse olvidado en los rincones del planeta. Josette, muy particularmente, era la persona que caía a causa de errores que ni siquiera pertenecían a esta. Aquello generaba en Hope una impotencia inhumana ya que los errores por los que la Delfina de Francia caía pertenecían a nadie más ni nadie menos que la pelirroja, y después de todos estos Dios no se apiadaba de ella dejándola de pie mientras todo aquel a quien amaba se encontraba en el suelo; abatido como si no fuera absolutamente nada.

Corría en medio de la oscuridad peleando con cosas que ni siquiera tenían rostro, y cuando por fin lo hacían tan solo era un reflejo. La estremecía de pies a cabeza, por lo menos luego de que siempre captara el mensaje. Era ella la razón por la que aquellos a quienes amaba estaban en grave peligro, y por momentos no era lo suficientemente fuerte para protegerlos; de ella o de terceros.

- Su majestad -Una voz grave, distante y que bien podía provenir de aquellos tétricos rincones, bailó cerca de su oído.

Corrió cuatro o cinco pasos, luego desenvainó su espada pero sin poder ver era inútil pelear. El enemigo no marcaba una presencia clara, y estaba segura de que cuando lo hiciera tan solo volvería a presentarse con su pálido rostro. El aire arañaba sus pulmones con furia, y a esta altura ni siquiera sabía por lo que estaba luchando con tanta fuerza.

- Su majestad -La voz, grave y distante, volvía a cortar el frío de donde se encontraba de pie a pesar de que ni siquiera sabía dónde aquello era.

Al principio era en medio de un hermoso claro que pronto perdía todo color, marchitándose cual flor en otoño, y luego el escenario pasaba a ser los pasillos de la corte inglesa, su casa. Cambiaba el fondo en tan solo segundos pero eran las noches de niebla pesada y los crueles inviernos a lo que siempre se enfrentaba antes de encontrarse consigo misma, su conocido rostro embarrado de sangre que no le pertenecía. Tampoco, para su enorme pesar cada vez que se daba cuenta, era la sangre de sus enemigos. Era la de su familia, también la de Josette.

En muy pocas palabras el fantasma que perseguía a la heredera al trono de Inglaterra era los errores de ella misma. Errores del pasado que temía seguir cometiendo, y errores del futuro que pudieran costar la vida de aquello allegados.

- Por favor, su majestad -La voz, que esta vez se vio acompañada de una pequeña sacudida a su cuerpo, la hizo fruncir el ceño. Se movió hacia un lado y luego hacia el otro, aguantándose las ganas de gritar que aquello era suficiente y que su cuerpo ya no daba a más. Le dolía la planta de los pies, también su mano por la fuerza con la que tomaba su espada- Despierte -

Abrió los ojos, volviendo a la realidad, para tan solo encontrarse con el molesto resplandor de una brillante armadura de metal. Hope reconocía aquella armadura, era la que utilizaba todo guardia real en su corte. Bajó su vista hasta el pecho del joven soldado, solo porque sabía ahí no encontraría el brillo del molesto metal sino una tela de gamuza color rojo con el león inglés bordado en dorado.

No le costó reconocer al menos a otros tres guardias dentro de la habitación, uno de estos portando el candelabro con velas que hacía brillar al traje de su compañero. Casi, por solo segundos de razonamiento que la privaron de pedir eso, exigió que apagaran la luz pero lo cierto estaba en que si ellos se encontraban ahí, y en gran cantidad, era porque algo no iba bien.

- ¿Qué ocurre? -Consultó cuando, al moverse, golpeó el pequeño cuerpo que tenía a su lado.

Volteó a observarlo, encontrando a su primo acurrucado al borde del colchón. Respiraba con fuerza y su pijama color gris estaba todo arrugado. A Hope le costó procesar, probablemente porque aún se estaba desprendiendo de su pesadilla, que estaba en los aposentos de Nik y no en su habitación. Era un cuarto de menor dimensión, la mayoría de los muebles eran juguetes. Un caballo de madera que se mecía a favor del niño, una estufa que yacía apagada, las cortinas bordadas con las iniciales del niño, un baúl abierto con una chaqueta de su primo colgando, los candelabros apagados.

Si solo fuera Josie -Hosie 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora