Si solo fuera Josie -Hosie 2

Libro 2 Capítulo 31

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Eran realmente pocas las ocasiones en las que la gran corte real inglesa estaba tranquila, sin discusiones en cada salón o diplomáticos esperando para reunirse con el rey o el príncipe de Gales en su defecto. Con la llegada de un nuevo año, no era aquella una de esas pacíficas ocasiones sino todo lo contrario. Los sirvientes se encontraban planificando banquetes para prácticamente todas las noches de Febrero, lo que les mantenía ocupados además de estresados, y los guardias merodeaban los pasillos con mayor frecuencia ante la masiva llegada de personas al palacio. Era, en muy pocas palabras, un completo caos. Los pasillos se encontraban abarrotados de nobles, todos ellos esperando atención, y la familia real no encontraba tiempo para recibir a cada uno como era debido.

En el despacho del monarca, donde el entonces rey Mikael se encontraba, la cosa no estaba mejor que en los pasillos o salones. No era, para sorpresa de los leales guardias que custodiaban la puerta cerrada, Niklaus Mikaelson quien recibía la ahora ira del patriarca de la familia sino uno de sus hermanos.

- Ponte de pie a mi lado o cae de rodillas junto a él -Exigió el único hijo del difunto rey Henry Mikaelson VIII, un monarca poco amado que había contraído matrimonio con Lady Jane, una reina consorte respetable.

Mikael Mikaelson, con casi treinta y cinco años, llevaba ya diez largos años en el trono. Conocido por ser poco piadoso con sus adversarios, era un elogiado guerrero a pesar de que había abandonado el campo de batalla hacía ya un gran tiempo. Como todo rey, se refugiaba en su palacio para disfrutar del lujo que era la comida y las fiestas donde usualmente, por tradición, era venerado.

- ¿Estás demente, padre? -Elijah Mikaelson, tercer fruto de la relación del rey con su consorte Esther, cuestionó antes de que siquiera pudiera procesar lo que su lengua se había permitido confesar en medio de aquel alboroto. No solo le hablaba a su padre, también su rey- Niklaus es tu hijo, tu primogénito, tu heredero -Le recordó a pesar de que en aquella situación, preso de la ira y no la angustia, nada parecía importar al temido hombre.

No era un secreto, por lo menos no para los miembros más antiguos de la casa Mikaelson, que desde Enero de aquel año el rey había comenzado a perder la cabeza. Cometiendo acciones que alguien en su sano juicio no haría, Mikael atentaba contra la estabilidad de la familia real considerando que casi los había arrastrado a una nueva guerra la semana pasada.

- Es una escoria, un símbolo caminante de debilidad -El monarca, en desacuerdo con el joven, refutó sin importarle que alguien más pudiera escucharle; los guardias custodiando la puerta tenían la obligación de guardar silencio si no querían perder la lengua. Antes de que Elijah pudiera darse cuenta, pues se encontraba observando a su madre, el rey lo arrinconó contra una pared. Con su antebrazo en la garganta del muchacho, el príncipe jadeó aferrándose a los hombros de su padre- ¡Escoge tu sitio, hijo! -

Mikael nunca había sido un padre muy cariñoso, por lo menos no con sus muchachos, pero tampoco les había antes levantado una mano; solo a Niklaus y porque creía que este merecía una lección si algún día iba a gobernar en su lugar. Aquella mañana, sin embargo, a Elijah le costó encontrar a su padre en la mirada enrojecida del mismo. Estaba cegado, estaba perdido.

- Siempre lo escogeré, padre -El príncipe, privándose de sentir miedo, enfrentó al monarca esperando que su hermano Niklaus no escuchara de esta discusión más tarde. El heredero, a quien Elijah tanto amaba, no era menos impulsivo que Mikael. Si Klaus escuchaba de esta conversación no tardaría en actuar y aquello, que su hermano tanto temía, podía costarle la vida- Mañana, tarde y luna lo escogería a el -

Para alivio de la reina Esther, que en las últimas semanas había estado presenciando el deterioro mental de su marido, sus hijos habían encontrado fuerza en la unión. Lejos de verse distanciados por esta catástrofe, habían encontrado consuelo en el otro y aquello era lo único que mantenía a la familia en pie.