Hope Mikaelson levantó su espada para bloquear la inesperada estocada, aquella rumbo a su pecho. El sudor, causante de aquel intenso brillo en su marfilado rostro, hacía que varios mechones pelirrojos se le pegaran a la frente a pesar de su cabello recogido en un moño alto. Su respiración era errática, la antigua princesa podía jurar que el aire arañaba sus pulmones para hacerse paso por las vías, pero aun así se las arregló para sonreír cuando, a diferencia de los golpes anteriores, encontró este último firme; el mismo haciéndole dar un paso al costado de forma poco estable o elegante.Fue en aquel momento, mientras levantaba su escudo, que su mente se permitió pensar que había subestimado la fuerza de la joven o que tal vez loes entrenamientos estaban dando fruto. Se cubrió de varios golpes más, hasta que decidió dejar el escudo a un lado una vez su hombro comenzó a fatigarse. Si hubiera estado en un campo de batalla, seguramente lo habría mantenido con ella hasta que su hombro colapsara de forma irreversible. Durante su adolescencia temprana Elijah le había dicho que el mismo podía mantenerla viva pero lo cierto, luego de su primera batalla en Northumbria y dándole así la razón a su tío Kol, era que el usual peso de este le ralentizaba haciéndola a su vez un blanco para los habilidosos arqueros. Con sentimientos contradictorios respecto al artefacto, Hope no decidía si era este una ayuda o simple demora.
Volvió a esquivar los siguientes dos golpes, forcejeando sobre el agarre del tercero para lograr desarmar a su oponente en un hábil movimiento que su padre Niklaus le había enseñado a la edad de cinco años. Se recuerda de pequeña, muchos nobles y sirvientes también lo hacen, corriendo por los pasillos del amplio castillo. En aquel entonces el monarca, riendo tras su diminuta espalda por ver la punta de su espada de madera arañar el suelo debido a que había sido creada para alguien de mayor estatura, era quien usualmente la perseguía si Kol Mikaelson no estaba para ello pero lo cierto era que Hope ya no era aquella pequeña que arrastraba la espada, los cientos de entrenamientos que había tomado a lo largo de su vida, ya sea con su padre o el general de las tropas inglesas, se veían ahora muy bien reflejados en sus movimientos naturales. Durante aquel pensamiento de dio también cuenta que hasta el momento, o por lo menos en esta instancia en particular, lo único que estaba haciendo era defenderse en lugar de atacar. Esquivaba, bloqueaba y levemente forcejeaba sobre las espadas encontradas pero no se había atrevido a intentar asestar siquiera un solo golpe a pesar de que tiempo atrás su tío Finn le había comentado que su abuelo, el temido Mikael I de Inglaterra, solía decir que un Mikaelson siempre debía golpear primero para prevalecer de pie luego.
Tiró del antebrazo de la joven, ejerciendo una indolora llave que hizo que esta le diera la espalda a merced de un asesinato limpio y sin mucha resistencia si aquel fuera su propósito, y luego colocó el filo de su espada de madera en la garganta de la chica antes de llevar su mano restante al estómago de la misma para apegarla a ella con el fin de asesinar la helada distancia entre sus acalorados cuerpos. Aquella era la tercera vez consecutiva que lograba hacerse camino por su cuerpo, arrinconándola en posiciones poco prometedoras para la supervivencia humana.
- Estás muerta -La pelirroja, sintiendo la espalda de Josie pegada a su pecho, comentó sobre su oído con la ligera arrogancia característica de su extravagante linaje.
Su piel hormigueaba ahí por donde sus cuerpos mantenían contacto, por donde la necesidad de sentirse ganaba a cualquier otra lógica, y aquello gatilló otro fugaz pero acalorado pensamiento en la antigua princesa de Gales.
Hope recuerda muy bien la primera vez en la que sus pálidos dedos recorrieron el ansiado cuerpo de la Delfina, recuerda muy vívidamente ese primer e inocente contacto entre su piel y la suya. Recuerda esa sensación, persistente y ligera en un principio, de su cuerpo ardiendo en llamas por cosas que aún no logra comprender en su totalidad. Recuerda con exactitud esa sensación, la de una insistente llama que jamás se apagaría sin importar los años o la tormenta, porque es la misma que estaba teniendo en aquel momento. Era una insistente llama que amenazaba con convertirse en un devastador incendio, el más letal en la historia del hombre.
ESTÁS LEYENDO
Si solo fuera Josie -Hosie 2
RomanceDos reinos. Dos herederas. Una historia. Una vida. Una mentira.