El frente de batalla era una de las situaciones más caóticas a las que Hope Mikaelson se había enfrentado en su vida; o lo que iba de esta. Podía sentir la adrenalina, propia de la posibilidad de ser asesinada en cualquier maldito momento, dando tumbos por todo su sistema. Gracias a su innegable experiencia en el manejo de la espada, algo que venía practicando desde que era pequeña, podía decir que los pasos que daba por el campo no eran bien premeditados sino productos de la inercia haciendo su trabajo.
El escenario era tal cual lo había planteado a la junta. Las catapultas no habían podido llegar al grandioso castillo de Warkworth, algo que la princesa de Gales había predicho, y Escocia había perdido algo más de ¼ de su ejército porque la esperada caballería había quedado atascada en los inmensos barriales que se ubicaban varios kilómetros por detrás del punto donde la batalla se encontraba tomando lugar. El sol apenas brillaba, como si no estuviera de acuerdo con esta calamidad, y apenas había pasto sobre el que caer; algo que Hope siempre había detestado de la región, esa que ahora tenía su espalda otorgándole una victoria inminentemente aplastante. Hope sabía que la plática no sería solución, al menos no para este caso, ya que el desdichado y viejo monarca escocés se había negado a ello por ende esta era la opción más justa de resolver el conflicto ya que ambas partes del mismo sabían, o se podían hacer una idea, a lo que se iban a enfrentar; algo que no ocurría en otra muy reconocida forma de demostrar poderío o incluso venganza. La pelirroja no era una persona ignorante, sabía que existía reyes que empleaban la rastrera forma de infiltrarse en castillo enemigo para con ello asesinar a todos los hijo e incluso hijas del otro monarca regente; y muy bien valía recalcar que carecían de piedad en cuanto a la edad de los príncipes o princesas ya que asesinaban a todos acabando con la descendencia del enemigo.
La princesa tenía el cuidado de no pisar los cadáveres en el suelo casi tanto como de esquivar a los arqueros que atentaban con clavar una furiosa flecha en su pecho para con ello acabar con la incontrolable amenaza que su linaje representaba. Traía puesta su brillante armadura, ahora embarrada, pero aun así sabía que no podía fiarse mucho de esta. A su rostro, una vez suave y pálido, lo pintaba la sangre de sus enemigos así como la de sus aliados.
Poco después de haberse adentrado al campo, ignorando las súplicas de su tío para que no se apartara mucho de su lado, perdió su escudo de madera; aquel que ahora yacía destrozado y pisoteado en algún lugar perdido de aquel cementerio. Había sido un soldado escocés quien logró quitarlo de sus manos, arrojándolo al suelo para recibir entre sus cejas una flecha cuya dueña era nadie más ni nadie menos que Maya de la honorable casa de los Machado; joven arquera de las tropas inglesas.
La princesa de Gales enterró su espada en el costado de un soldado cuyo emblema era ahora su propio enemigo a pesar de que hacía siglos venía siendo el de su entero y bien procreado linaje. Estiró su mano hasta alcanzar a uno de sus hombres en el suelo, luego lo puso de pie.
Recibió un pechazo seguido de una estocada que esquivó al agacharse por mero reflejo, tal vez porque la piel de su nuca se había erizado en forma de advertencia, y luego de ello barrió el pie de aquel hombre patoso y robusto enviándolo al suelo. Aferró sus manos al cuello del soldado, ejerciendo presión hasta que este trató de respirar por última vez. Tomó su espada de entre el barro, sus dedos ensuciándose en el proceso, y volvió a ponerse sobre sus pies al momento justo en el que un soldado de sus tropas decapitaba a otro.
La sangre salpicó a la menor de los Mikaelson que esquivó la espada de un joven que corría ciegamente en su dirección, sus ojos sangrando por razones que Hope podía reconocer. Por desafortunada acción la espada que la pelirroja esquivó terminó enterrándose en uno de sus propios soldados, un muchacho a quien logró agarrar antes de que este cayera al suelo.
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Si solo fuera Josie -Hosie 2
RomanceDos reinos. Dos herederas. Una historia. Una vida. Una mentira.