Sus delgados dedos jugueteaban entre ellos de forma silenciosa, un pacto intranquilo que ya le caracterizaba, y su mirada perdida evidenciaba lo lejos que estaba del mundo a pesar de que se encontraba caminando por los jardines interno del palacio de los Mikaelson; aquel que de niña había jurado jamás pisar a causa de los terribles rumores respecto al mismo. Ninguno de estos había sido cierto, Niklaus no tenía una muralla formada con los cráneos de sus enemigos caídos y sus familiares tampoco eran tan sádicos como se le había hecho imaginar durante su crianza.
Hoy Josie podía decir que el destino era muy incierto, y que incluso el mismo solía reírse de ella cada que podía. Durante un tiempo, en lo que fue su infancia tardía y temprana adolescencia, había creído que crecería en Francia para más tarde casarse de forma forzada con algún noble de alta cuna, capaz de ofrecerle algo más de fortaleza a su reino, que esperaba algún día poder amar. Había creído que engendraría múltiples herederos a voluntad de su padre, para asegurar así la dinastía de los Saltzman, y que luego reinaría Francia hasta su muerte y ascenso de su primogénito. Para su sorpresa, nada de aquello había ocurrido aún. Estaba en Inglaterra, país en el que nunca creyó pondría un pie dentro, y había encontrado el amor en nadie más ni menos que la reina del lugar. Como bien decía, el destino era algo muy incierto y al universo le encantaba jugar con ella como si fuera la más divertida de las marionetas. Altos y bajos, así era todo en su vida. Daba un paso hacia adelante solo para comprobar que luego debía dar dos hacia atrás, y encendía una vela para luego tener que apagar tres o cuatro.
Hope Mikaelson, su adorada compañera, era quien siempre terminaba mejorando todo. La joven era el paso seguro, la vela encendida, la bruma dispersa, el sendero claro. Era la base de la estructura más fuerte, aquella sobre la que se podía parar con seguridad para sumergirse en la marea de lo incierto, y su madre Hayley era ahora una persona referente en su nueva vida. Alguien, aparte de Hope, a quien podía aferrarse durante un par de segundos cuando creía que estaba desmoronándose o, como en este caso, tambaleando en el abismo de la duda.
- Estás particularmente silenciosa, cariño -La mujer alta y de apariencia juvenil, habiéndolo notado desde un principio, apuntó con la curiosidad saliendo a flote.
Josette Saltzman era una chica que hablaba con el cuerpo, pues todo en ella terminaba por expresar algo. Desencanto o placer, angustia o felicidad, ella siempre lo dejaba ver incluso si no era aquel su deseo.
- Lo lamento, mi mente algunas veces puede ser un lugar aterrador y confuso -La Delfina soltó junto a una risa nerviosa, de aquellas que siempre le habían delatado.
Siempre había odiado eso de ella, todo aquello que involuntariamente le hacía sentirse expuesta al mundo. Había muchas veces rechazado propuestas matrimoniales de viejos nobles recientemente viudos a los que debía fingir sentirse halagada, y no había existido día en el que no se hubieran dado cuenta de su disgusto.
- ¿Qué atormenta tus pensamientos? -
Hayley, la ahora reina madre tras el ascenso de su primogénita, era una persona que transmitía confianza una vez otorgaba sus suaves sonrisas; esas que demostraban existía algo más que una imponente y mortal reina.
- Cosas que por momento carecen de sentido -Admitió medio segundo después para más tarde volver a sumergirse en sus pensamientos.
Josette había, a lo largo de su estadía en Inglaterra, logrado descubrir a los verdaderos Mikaelson y con ello había puesto fin a la eterna creencia de que eran unos monstruos a los que debía temer. En la antigua reina había descubierto aquella faceta de mujer, esposa y madre devota que con ansias la mayor de las gemelas Saltzman esperaba poder desarrollar en un futuro a pesar de lo triste que podía sonar; especialmente porque aquello era lo único que esperaban de ella. Su padre múltiples veces le había dicho que su propósito en esta tierra era crecer, casarse con un formidable rey consorte y engendrar nuevos miembros de la realeza para continuar con la dinastía de su casa.
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Si solo fuera Josie -Hosie 2
RomansaDos reinos. Dos herederas. Una historia. Una vida. Una mentira.