Capitulo 2: El afecto se viste de envidia

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Todo me daba vueltas pero se sentía bien. Realmente se sentía genial. Quería gritar, quería bailar y no parar. Aquella sensación era alucinante..., literalmente alucinante. Comencé a ver pequeñas estrellas rodeándome mientras bailaba impulsivamente con la música de Nirvana mientras fumaba unos cigarrillos que había comprado dos días antes. Era la combinación perfecta para sentirme relajada y sin preocupaciones; una buena copa de brandy, las píldoras mágicas y un cigarrillo eran mis acompañantes casi todos los días. Mire mis muñecas y aún las cicatrices estaban frescas, intentaba dejar que se curaran pero necesitaba drenarme de alguna manera. Me senté en la cama y agarrando la navaja que escondía en mi mesa de noche, la coloque en mi muñeca pensando si otro corte me ayudaría a sentirme menos mierda. Abrí mi carne lentamente, sentí como la navaja se abría paso en mi piel y la sangre comenzaba a brotar, dolía pero no tanto como me dolía vivir. Ver la sangre correr por mis muñecas me relajaba. Suena tonto pero era una forma de relajar el alma de tanto dolor. Cubri la herida con vendas y la chaqueta gastada que siempre usaba me ayudaba a esconder las heridas de preguntas tontas. Sonreí tumbandome en la cama y hablando sola comente entre risas.

— Aitana..., mierda..., eres una mierda pero sabes qué es lo peor..., siempre lo seras.

Escuché un grito seguido de un estruendo proveniente del cuarto de Alicia. Podía escuchar como gritaba y suplicaba a Ryan que se detuviera. La golpeaba brutalmente y era más que seguro que pasaría unos días en cama. Seguí mirando al techo buscando perderme en mi propio viaje pero escuchar su llanto y agonía no era algo que pudiera tolerar por mucho sin reaccionar. Derrame una lágrima y subí el volumen del altavoz cerrando los ojos fingiendo que nada pasaba. Mi móvil sonó y rápidamente lo agarre. Era Fernando y yo me iba a morir del nervio. Joder, estaba drogada, borracha y a punto de suicidarme cuando de repente me llama el chico que me gusta. Desde que había entrado a la universidad él me había gustado pero yo era solo la chica invisible, era muy poco para un hombre como él a la que todas las mujeres buscaban y adulaban.

— Hola

— Aitana..., pensé que vendrías a la fiesta. Pensé que te gustaba, ya veo que pues al parecer eran solo ideas mias.

— No tenía ánimo de fiestas, honestamente no tengo ánimo de nada..., mucho menos de hablar.

— Pense que estabamos saliendo

Sonreí sarcástica

— Pensaste mal, Estábamos saliendo pero ya..., ya no se si quiera.

— ¿Estás borracha? Mira sabes que, mejor lo dejamos. Estas loca, y no se ni que demonios vi en ti, quizá fue una pena por ver que ni una mosca te hace el favor.

Colgó la llamada y oficialmente yo misma me había cortado las alas con el chico que me tenía enamorada desde el primer año. Prefería eso a ver que Ryan cumplía su promesa y lo lastimaría. Los gritos habían cesado, era siempre la misma rutina; cuando los gritos cesaban yo salía de la habitación y encontraba una escena deplorable. La puerta de la habitación de Alicia estaba entreabierta y alcance a verla tumbada en el suelo malherida. La odiaba, la detestaba y era de todo menos mi madre pero aún así sentía lástima por verla tirada como un perro a cada rato. Entré a la habitación y estaba sangrando en la cabeza y apenas podía abrir los ojos. Corrí al baño aún algo atontada por la droga y agarrando el neceser corrí hacia ella.

— ¿Qué haces aquí? Déjame sola, no necesito que finjas que te importo. Me ha quedado claro que no me quieres.

— Tienes razón, no te quiero. Pero no puedo dejar que la persona que me paga mis tarjetas muera — Dije fría intentando no sentir dolor por la situación.

— Esto no es problema tuyo

— Alguien tiene que curar esas heridas y eres bastante idiota para hacerlo tú sola.

Para no decirte adiós  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora