Capítulo desbloqueado ❤️Fallé, me debía tanto que siempre estaría en deuda conmigo misma. No solo me fallé a mí misma, le fallé a Salvatore porque otra vez estaba rendida en un rincón con una botella de alcohol a medias, un porro encendido y odiándome por ser la mierda que era. Quería controlarlo, anhelaba poder simplemente dejar de tomar, dejar de fumar y de tomar las píldoras pero cada vez que lo intentaba, ahí estaban las culpas, el miedo al abandono, el miedo a atreverme a ser normal y fracasar en el intento. Al menos el alcohol me sacaba de mi realidad aunque fuera momentáneamente. Llevaba puesto un vaquero rasgado, una camiseta tres veces más grande que mi talla y unos deseos inmensos de dormir por cien años y despertar en otra época donde Salvatore, Alicia, y mi absurda vida no existieran. Tomé uno de tantos sorbos a la botella de alcohol sintiendo que con cada sorbo que daba me restaba como persona, como mujer. Tocaron la puerta algo insistente, apenas pudiendo ponerme en pie por la borrachera que traía, dando bandazos por las paredes llegué hasta la misma y gritando pregunté quién era pero inicialmente nadie contestó.
— ¡Que quién es coño!
— Abre la puerta Aitana
Mi corazón ahí todo alcoholizado se detuvo. Me puse fría y por un segundo algo de sobriedad y vergüenza se asomaron a mi cabeza. Otra vez metí la pata y esta vez no tenía excusa para justificar haberme acabado una botella entera de brandy. Abrí la puerta y sin poder mirarlo a los ojos, llena de pena pregunté.
— ¡Qué haces tuuuu aquí! Deberías estar haciendo cosaaaaas grandes no aquí perdiendo tu tiempo. ¡Adios!
— ¿Me dejas pasar?
— Oyeee amigooo que estoy algo ocupada. Ve a hacer cosas grandes.
— ¿Estás borracha?
Idiota, estupida, y todo los adjetivos con sinónimos posibles me adjudicaban en ese momento. Miré mi mano y ahí estaba la maldita botella vacía. No podía buscar pretextos y sonriendo ebria respondí.
— ¡Me pillaste! Solo tomé un poquito nada más.
— ¿Estás sola?
— Como siempre he estado.
— ¿Me vas a dejar entrar?
— No
— ¿Por qué?
Encogí los hombros
— Para que no te desilusiones más. Vete, quiero dormir y estar sola. ¡Adiós!
— No me iré, lo siento.
— ¿Por qué te gusta perder el tiempo? Quisiera saber como es que estas hoy aquí frente a mí pudiendo estar ahora con una mujer de verdad teniendo sexo..., viajando, compartiendo cosas que yo..., cosas que yo
— Cosas que quiero hacer contigo no con otra mujer.
— Eres empresario, guapo, rico, jodidamente sexy, exitoso y..., talentoso, inteligente y bueno..., yo..., ay ya vete; ya no se ni lo que estoy diciendo.
Salvatore me miró, fijamente. Tan fijo que su mirada profunda me hizo temblar. Me acorraló en el marco de la puerta y tras sentir por escasos segundos su boca sobre la mía tartamuda insistí.
— Te amo, te amo mucho y porque te amo mucho quiero que te vayas a hacer cosas grandeeeees. No quiero que pierdas tu tiempo conmigo. Jamás dejaré de ser alcoholica, jamás dejaré de ser una drogadicta. Busca una mujer que...
Terminó entrando a la fuerza y cerrando la puerta me puso contra ella sin dejar de mirarme los senos de una manera que quizá estaba imaginando o tal vez era cierto y eso me dejaba como una imbécil frente a un hombre que había hecho el amor de todas formas posibles, Salvatore era ese tipo de hombre que a leguas era una fiera en la cama. Era más que evidente que no solo no daría la talla en la cama, sino también en todo lo que tuviera que ver con él. Sonreí y dejando la botella sobre una mesa al costado de la puerta insistí en que se fuera pero eso era como incitarlo a todo lo contrario.
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Para no decirte adiós
RomanceA pesar de tenerlo aparentemente todo, dinero, una familia de alcurnia con un buen apellido al ser adoptada por Alicia, la vida de Aitana era un infierno vivirla. Encerrada en si misma, llena de frustraciones y traumas del pasado se ve enfrentada a...