Epilogo: Para no decirle adiós

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Días después

No dejaba de mirarme al espejo en trance, sin reacción. Hasta el espejo me reclamaba por el despojo humano en el que me había convertido. Ese mismo día llegaba Salvatore y era a la última persona que deseaba ver. Tendría que soportar sus preguntas, sus cuestionamientos, sus caricias y palabras bonitas cuando lo único que deseaba era que se alejara de mí, él y todo el mundo. Guardé el anillo de compromiso en un cajón y apretando los dientes me miré al espejo odiando lo que se reflejaba. Antes muerta antes que caer derrotada ante el amor de mi vida. Prefiero su odio a su pena y lastima. Sería duro, me dolería hacer lo que tenía en mente pero era el único camino para que Salvatore pudiera rehacer su vida con alguien que no estuviera tan rota, tan ultrajada. La puerta se abrió, la escuché desde la sala de estar y también pude escuchar su voz llamándome desesperadamente. Me quedé callada sentada en el diván de la habitación buscando fuerzas de donde no las tenía para no verlo a la cara, recordar nuestro bebé y quebrarme frente a él.

— Amor..., ¡he estado preocupado por ti!

Salvatore se abalanzó sobre mí para abrazarme y yo quedé inmóvil. Sentí desprecio, sentí asco y eso me dolía profundamente. No respondí a su gesto de cariño, solo me quedé ahí en trance viendo de golpe en mente todo lo que deseaba a su lado y ahora ya ni siquiera podía pensar sin sentirme peor que un trapo.

— Aitana.., ¿Estás bien? Alicia tampoco se ha podido comunicar contigo. Me ha llamado y ha dicho que no respondes llamadas. Amor..., ¿dime que sucede?

Arqueando una ceja con la voz seca y fría contesté alejándome.

— Si no respondí lo más obvio quizá es porque no me interesa hablar con ninguno.

— Cariño..., no te entiendo. ¿Por qué me hablas así?

— Déjame en paz

Justo cuando sentí ese nudo en la garganta comenzando a formarse salí rápido de la habitación para encerrarme en el baño. Derramé una escasa lágrima al verme al espejo. Sentí frustración y es que la asquedad y el desprecio que tenía por mi cuerpo era insoportable. Me llene de impotencia, mi mente voló..., primero vino Ryan a mi mente, luego aquellos hombres sobre mi, penetrandome como si fuera una cosa inservible y después en ese bebé, ese milagro que tanto esperaba y que ellos me arrebataron. No era capaz de mirar a los ojos a Salvatore y decirle que además de haber sido violada, también había perdido un bebé suyo. En un impulso desesperado azote mi cabeza contra el espejo quebrandolo por completo. Caí al suelo en un rincón y podía sentir la sangre derramándose por mi rostro. Ni siquiera ese dolor podía mermar el que llevaba dentro. Salvatore entró al baño y rápidamente comenzó a curarme sin preguntar qué había pasado. Solo me tomó de la mano con dulzura y me llevo hasta la cama donde termino de curar la herida. Quería gritar, quería llorar, quería decirle todo lo que me pasaba por la mente. Deseaba que me salvara de querer morir. Me moría de la pena, de la angustia de no poder corresponder más a su amor, a su cariño, a su sonrisa.

— ¿No dirás nada?

Salvatore levantó la mirada y sereno buscó transmitir esa misma serenidad a mi alma aunque ya nada lograba que eso fuera posible.

— Cuando te dije que jamás te dejaría sola lo dije en serio. No tengo nada que decir porque esto es parte de amarte, te acepté con tus virtudes y también con tus miedos, con estas crisis que sé que pronto superarás. — Suspiró — Ha ocurrido algo, lo sé y me duele que no confíes en mí y me cuentes que tanto te atormenta. Esperaré lo que sea necesario para que me digas que ocurre. Mientras, estaré a tu lado para cuidarte y recordarte cuan valiosa eres para mi.

En ese instante comencé a creer que Salvatore quizá era masoquista y el "amor" que decía sentir por mi era solo una inmensa pena y ganas de rehabilitar una causa perdida. No tenía idea de cuánto duraría su persistencia, sus deseos de creer que yo era lo que él necesitaba a su lado pero yo ya me había hecho la idea que esa tarde sería la última que viviría. Esa tarde sería la última en la que mi vida resultase un problema para los demás. Esa tarde por fin podría dejar de sentir, dejar de pensar y simplemente dejar de existir. Mientras los días siguieran pasando por mi ventana y yo solo me resignara a ver como se me iba la vida acumulando demonios en mi interior solo respiraba por defecto y no por un motivo real. Lo miré y era inevitable no sentir amor por él y al mismo tiempo desprecio. Apreté mis dientes y con un sabor amargo en la boca contesté.

Para no decirte adiós  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora