07.1

191 54 37
                                    

El pánico recorre mi cuerpo sin permitirme respirar con normalidad durante el resto de la noche. La primera mitad me la había pasado recostada sollozando contra la puerta, completamente muerta del miedo; mientras que la otra mitad la pasé sentada en la cama sin conciliar el sueño, tan solo observando la entrada a mi habitación.

La oscuridad en la que me encontraba sumergida comenzó a desaparecer con el primer rayo de sol que entró por la ventana. Respiro un poco más calmada aun sin despegar mi vista de la puerta mientras me pongo de pie.

Descalza, sin parar a colocarme los zapatos camino con lentitud hasta la puerta. Aun con miedo de lo que me pudiera encontrar en el pasillo, aprieto con fuerza el pomo dándole vuelta. Con rapidez asomo mi cabeza observando a ambos lados del pasillo y un suspiro calmado escapa de mi boca tras no encontrarme con nadie.

—Que bien —pronuncio prácticamente en un susurro antes de volver a entrar al cuarto.

No tenía ningunas ganas de salir y correr el riesgo de encontrarme a Namjoon por alguno de los pasillos.  Me encuentro débil, no había comido correctamente y no pegué ojo en toda la noche; mi rostro debía parecer el de un zombi hambriento y cansado.

Las horas comenzaron a pasar con rapidez y mi cabeza solo pensaba en una cosa, “Jimin” se me había olvidado que quedamos en vernos y pasarnos el día juntos.  Todo lo de Namjoon  me había descolocado demasiado, bueno aún me seguía molestando, tanto que no me arriesgaba a salir de la habitación por miedo a encontrármelo.

Mi cabeza quería explotar en mil pedazos, juraría que me comenzaba a volver loca de estar tanto tiempo entre cuatro malditas paredes. Era tanto mi estrés y confusión que extrañas voces aparecieron en mi cabeza para luego verse representadas como una diminuta yo angelical y una diabólica.  

—No, no, no me estoy volviendo loca. —Retrocedo sacudiendo mis manos.

—¿Se puede saber qué estás haciendo encerrada en este cuarto? —pregunta enojada la yo diabólica.

Si la ignoras no la ves, no existe. Me recuerdo continuamente mirando en diferentes direcciones.

—Podrías dejarla en paz, ¿no ves que tiene miedo? Déjala que se quede aquí, eso es lo más lógico y seguro —le dice la angelical yo a la otra.

—Yo no tengo miedo —contesto a la vez que intento convencerme de ello— Mierda —pronunció  con rabia al darme cuenta de que acabo de responderle a algo que no existe más que en mi cabeza.

—Qué bueno, porque de los cobardes nunca se ha escrito nada —comenta la diabla levitando a mi alrededor—, y a mi más sincero parecer, mejor muerta que encerrada.

—Tienes razón —respondo, después de todo decía la verdad.

—¡No digas eso! —Exclama alterada el ángel— No puedes poner tu vida en peligro, piensa todos tus movimientos, ese joven te tiene vigilada y puede aparecer en cualquier momento. Mejor mantente tranquila y segura en este cuarto.

—Oh por favor —interrumpe la diablita, al diablo con el encierro. Nadie ha vivido plenamente su vida dentro de una habitación, lo interesante está fuera —comenta encarando a su compañera—. Fuera de este cuarto están los misterios de la mansión, está la puerta metálica al final del pasillo prohibido, fuera de estas paredes está la diversión, las armas, la salida de este infierno; si no sales ahora y enfrentas tu realidad nunca alcanzaras lo que más quieres, tu LIBERTAD.

—Tienes razón, desde aquí no puedo moverme, no puedo hacer nada.

Si debía tomar al toro por los cuernos lo haría, sin duda alguna continuaría con todas mis fuerzas enfrentándome a los problemas que se me van avecinando en este lugar. Continuaré llevando a cabo mis movimientos y si me cogen en el acto, pues que corra la sangre.

Con los ojos vendadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora