Prólogo (00)

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Ya era tarde en la noche cuando me encontraba disfrutando de una buena fiesta junto a mi mejor amiga en el centro de la ciudad. El ambiente era agradable, la música estaba muy bien seleccionada y todas las personas bailaban alegres en el centro del lugar.

—Hola ¿Cómo te llamas? —pregunta un chico acercándose a mí con una gran sonrisa.

—Lee Young Mi, y tú te llamas… –dejo a medias en espera de que se presente.

—Oh, disculpa, no me presenté, soy Taehyung mucho gusto —dice sin desaparecer de su rostro su hermosa sonrisa cuadrada.

El chico poseía un atractivo increíble, era mucho más alto que yo y disfrutaba de tener un cuerpo de escándalo. Vestía con un pantalón de mezclilla azul oscuro y un pulóver negro bastante ancho, que lo hacía ver cómodo y seguro de sí mismo, además llevaba en su cabeza un pañuelo rojo amarrado alrededor de la misma, impidiendo que el cabello le cayera sobre la frente.

El curso de la noche estuvo de maravilla, bailé como si no hubiera un mañana junto a mi amiga y Tae. Lo único extraño fue que de un momento a otro el chico desapareció de mi campo visual y ni siquiera se despidió.

—¿Sabes dónde fue Tae? —alzo la voz para que mi compañera me escuche por encima de la alta música.

Ella negó con la cabeza mirando en todas las direcciones pero la muchedumbre no le permitió ver mucho más allá de donde estaba.

Olvidando y dejando eso de un lado continué con la fiesta hasta que mis pies dolieron de lo mucho que bailé.

—Young Mi se hace tarde, será mejor que ya no vayamos —dice mi amiga tomando del vaso de plástico rojo que tenía en la mano.

—Sí, vámonos ya. —Revisé la hora en mi móvil, era ya de madrugada—. Es muy tarde.

Ambas salimos conversando de diferentes temas, lo típico entre amigas, ya sabes que si la música, que si el DJ estaba hermoso, que si esto, que si lo otro. Entre plática y plática ya nos encontrábamos más cerca de nuestras casas.

—En resumen al final la fiesta estuvo muy buena ¿no? Y tú que no querías venir —comenta mi amiga cuando caminábamos por una de las calles más oscuras que había antes de llegar a nuestras casas.

—He de aceptar que no estuvo mal.

—Claro, ni modo que me digas lo contrario, si no paraste de bailar durante toda la noche, debes de estar muerta, no sé como puedes —dice entre risas, no sabía si se reía de mi resistencia en el baile o por mi forma de bailar, pero preferí ignorarlo y reír junto a ella, a fin de cuentas nos lo habíamos pasado muy bien.

—Eh, pero miren lo que el viento nos trajo. —Aparece con una media sonrisa un chico del interior de un callejón oscuro—. ¿Dónde van esas princesas?

—Camina más rápido —susurro a mi compañera apresurando el paso para alejarnos del extraño chico.

—¡Eeeeh! ¿Dónde creen que van? —se interpone en nuestro camino un chico distinto al anterior, no vi de donde salieron, pero de un chico pasaron a ser tres los que nos rodeaban.

—Creo que al jefe le gustarán —dice el único que faltaba por hablar y que aún no conseguía detallar su rostro.

La escasa luz de la calle no le llegaba a la cara y la sombra de la capucha que traía puesta tampoco me ayudaba mucho a poder verle el maldito rostro.

—Pues nos las llevamos —habla el primer chico que nos había interceptado acercándose y tomando de mi mano.

—¿Pero quién te crees? ¡Suéltame! —le grito intentando liberarme de su agarre—. Yo no voy a ningún lado. — Tomo el brazo que me sujeta y le clavo mis dientes haciendo que el chico me suelte, dándome la posibilidad de salir corriendo.

Y eso fue lo que hice, sin pensármelo dos veces tomo con fuerza la mano de mi compañera y corro calle arriba.

No nos encontrábamos muy lejos de los chicos cuando el grito de uno de ellos acompañado de un fuerte estruendo nos hace detenernos y tirarnos al suelo muertas del miedo.

—¡Que se detengan! —grita alterado y dispara al cielo.

Ambas con el corazón en la boca cubrimos nuestros oídos tras el fuerte sonido, aterradas por la posibilidad de que acabáramos muertas en este oscuro lugar por culpa de un balazo.

—Parece que entienden a las malas. —Enojado se acerca a nosotras que nos encontrábamos agachadas en medio de la calle—. ¿Les gusta así? —pregunta antes de lanzar un tercer disparo al cielo y nuestros gritos no tardaron en aparecer.

De un momento a otro uno de los chicos se acercó por la espalda y cubrió mi boca y nariz con un pañuelo que tiene alguna especie de líquido el cual me deja en la inconsciencia en cuestión de segundos.

Con los ojos vendadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora