Silencio

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Asomaba la cabeza de vez en cuando para mirarla, ella estaba sentada, mirando por la gran ventana, estaba lloviendo, hacía frío y la casa olía a pan recién hecho, a té y a madera quemada. Él la miraba, pero no, ella no se giraba para verlo y dedicarle una sonrisa, como le hubiera gustado a Phillip Crane. Sus hijos casi cumplían seis años, ¿de verdad seis años llevaba casado con Marina Thompson? No quiso volver a Londres, tenía personas que se encargaban de sus asuntos en la capital, hacía años que no regresaba. Por ridículo que sonara, tenía miedo de encontrarse con ella, con Eloise.

Ya no leía la revista de sociedad londinense, ni nada proveniente de Londres, nada que le pudiera recordar a esa chica con hermosa sonrisa y cejas tan locas, que nunca dejaba de moverse, ni de hablar. 

A veces, cuando él leía en su despacho, dejaba de entender y su mente lo transportaba hasta ese lugar, y sonreía con tan solo recordar, después alzaba la vista, con expresión seria, por temor a que alguien lo descubriera sonriendo sin razón aparente, dirían que Phillip Crane se habría vuelto loco, no era eso, solo que estaba enamorado.



***

En Londres las cosas no eran muy distintas, Eloise había rechazado ya su propuesta número cuatro, ¿cinco?, no le importaban mucho esos números. Cuidaba el jardín de vez en cuando, quitaba la maleza a las flores, se ensuciaba las manos, salía cuando estaba lloviendo y miraba el jardín. No había nadie, por supuesto.

Violet Bridgerton descubría a su hija con la mirada perdida hacia el jardín de vez en cuando, tenía el libro abierto durante horas, dejaba que su té se enfriara y reaccionaba hasta que las piernas le dolían a causa del frío. Su madre solo miraba, pensaba, estaba segura que en su mente habitaba solo una persona, él: Phillip Crane.

Alguna vez la mujer decidió preguntarle a su hija cuál era el motivo por el que rechazaba a buenos hombres. Eloise se limitaba a mirar, sonreír ligeramente y decir que no era el correcto. Había muchos correctos, era un hecho, pero no el que ella quería y eso, Violet Bridgerton lo sabía perfectamente.




***

Phillip en Romney Hall se acercaba a Marina sin ningún resultado, no lo esperaba, mucho menos lo deseaba. No solía ir a la iglesia, pero un día se acercó y preguntó al crucifijo: 

¿Es pecado pensar en ella?

Tenía lágrimas en los ojos y los puños cerrados, preguntándose si lo condenaba pensar en la chica con la que había pasado hermosos momentos en un jardín de Londres.




***

Eloise en cambio, todos los domingos se hacía la misma pregunta:

«¿Por qué?».











(REEDITADA) BRIDGERTON || ELOISE & PHILLIP || PHILOISE || LAS COSAS QUE HICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora