Arrepentirse

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Violet no pudo ni pegar el ojo durante dos noches seguidas. Eloise no intentaba visitar a Phillip en su habitación y en ocasiones prefería quedarse en su dormitorio a pesar de haberse sentido mejor.

Violet parecía más tranquila, le quitaba el sueño pensar que su hija llegase a establecer algún vínculo con su inquilino. No fue hasta el cuarto día de la semana cuando Portia Featherington hizo una invitación a desayunar a Violet y Francesca que se había quedado en Londres para cuidar de su hermana, le había insistido en que aceptara la invitación. Incluso se ofreció a ir con ella debido a que Eloise no podía. Aún estaba llena de hematomas en su cintura y de vez en cuando se le dificultaba sentarse.

—Tu hermana puede necesitarnos —fue lo primero que Violet soltó al terminar de leer la nota—. No puedo aceptar la invitación.

Francesca creía que su madre era demasiado paranoica, pero también sabía que Eloise necesitaba su espacio y su madre le había dado todo, menos espacio.

—No puedes rechazarla.

Violet pensaba en silencio.

—Madre —Francesca insistía.

—Está bien, pero regresaremos enseguida.

Francesca sonrió.

—Entonces iré a preparar mis cosas.

—Será mejor si te quedas con Eloise, puede necesitar ayuda.

—No ha salido de su habitación estos días, dudo que lo haga hoy.

Violet se resistía, sus intentos fueron en vano. Podía jurar que Francesca la llevaba a la fuerza.

La verdad era que Eloise se sentía triste y sola. No entendía que había sucedido con Penelope las últimas semanas, pero parecía que era mejor amiga de su hermano Colin y no de ella, y por extraño que sonara, no fue a visitarla ni una sola vez desde el accidente. Prudence, su hermana, había enviado flores y chocolates el día anterior, también anexaba una nota donde le deseaba mejoría. Penelope brillaba por su ausencia.

Recostada en su cama, ya había leído el mismo libro por tercera vez consecutiva. Había escuchado recientemente a los caballos alejarse con su madre y su hermana en el carruaje.

Francesca le había dicho que visitarían a Portia, también le contó que su madre no tenía planeado quedarse todo el rato, sin embargo, cuando se trataba de Portia Featherington, un rato, significaba terminar hasta la media noche.

Entonces estaba ella, mordiéndose las uñas de una mano, mirando el reloj y después miró la puerta:

«Phillip», pensó.

No, esa era la respuesta que se daba cuando su cuerpo quería salir corriendo de la cama hacia el dormitorio de él.

No.

Quería hacerlo, no debía hacerlo.

¿No debía?

Después de dos horas y casi sin darse cuenta, salió de su cama. No buscó sus zapatos; salió descalza, temía hacer ruido. Le extrañaba un poco que la casa estuviera tan quieta, tan silenciosa.

Eloise casi siempre gastaba su tiempo leyendo, escribiendo o explorando el viejo Londres con su mejor amiga. Nunca se había sentido tan sosegada en esa casa. Pero su corazón latía muy fuerte y resonaba en sus sienes.

Se quedó de pie en el umbral de la puerta, giró el pomo, se asomó y ahí estaba Phillip, leyendo también.

—¿Cómo estás? —preguntó ella sin el mínimo cuidado.

(REEDITADA) BRIDGERTON || ELOISE & PHILLIP || PHILOISE || LAS COSAS QUE HICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora