AIDEN
Put it on me-Matt Maeson
Mis dedos se clavan en su piel suave y blanda mientras sus gemidos no paran de sonar junto a mi oído consiguiendo que un escalofrío me recorra la línea de la espalda. La sostengo con firmeza por las corvas de las piernas, mientras su pecho se apretuja contra el mío. La puerta en la que nos sostenemos hace un sonido tosco cuando me entierro profundamente en ella.
—Shhh... —su lengua acaricia el lóbulo de mi oreja. —Nos van a escuchar todos los de la central...
—No sería la primera vez que nos escuchan follar, Ivanna.
Una risita se abre paso entre sus labios mientras los míos se concentran en devorar la curva de su cuello. Sus jadeos débiles se convierten en gritos cuando mi miembro se entierra en ella sin descanso. Sexo a lo bruto, sexo liberador.
Sus uñas se clavan en mi espalda mientras sus talones golpean con fuerza mis nalgas, reclamando mis embestidas. El sudor cubre nuestros cuerpos, sus pechos se mueven ligeramente cerca de mis labios y capturo uno. Lo saboreo, desplazo mi lengua formando suaves círculos sobre su pezón y noto como se contrae alrededor de mi miembro pulsátil.
La sostengo mientras se deja ir entre mis brazos y seguidamente me descargo dentro del preservativo. Salgo de ella y la dejo sobre sus dos piernas de nuevo. Nuestros pechos suben y bajan en busca de aire fresco para recobrarnos del momento de éxtasis. Me agacho agarrando mi camiseta y luego me enfundo de nuevo en los pantalones. Dejo mi peso caer encima del sillón de mi despacho y la observo mientras se pone sus ropas, similares a las mías.
—Está bien que nos escuchen follar. —dice recobrando el aliento. —pero no te olvides de que tienes a alguien esperando en casa.
—Nadie piensa que sea un santo.
—Excepto Nicole. —añade.
—Ella prefiere ignorarlo, pero sabe que no soy un santo.
La veo atusarse el pelo mientras me sirvo un vaso hasta los bordes de whisky. Lo tomo de un sorbo, sintiendo como este desciende y abrasa mi garganta a su paso.
—¿Por qué te casas con ella si no tienes intención de amarla?
—Ivanna. —mi voz suena dura. —El porqué me caso, no es algo que te incumba. No olvides que solo follamos.
Si le duele escuchar estas palabras sus ojos azules no lo reflejan. La observo con detenimiento por encima del vaso, reparando en sus curvas suaves, la cabellera ondulada que ahora mismo procede a recoger en una coleta alta, sus pechos generosos y su piel blanca como el alabastro. No puedo evitar que su apariencia evoque la de otra persona.
Vuelvo a servirme otro trago.
—¿Puedo marcharme, señor?
Coloca sus manos tras la espalda mientras alza el mentón y mira al frente.
—Ya te he dicho que no me llames así. No es necesario.
—Sí lo es.
Mi mandíbula se tensa, pero decido no gastar energías con esta mujer que como tantas otras solo busca sacarme de quicio con la esperanza de que les siga el juego. Asiento y la veo marcharse. La puerta se cierra y cuando me encuentro en la soledad del despacho dejo salir un suspiro de mis labios mientras me recuesto contra la piel del sillón.
El ambiente fuera sigue estando algo revuelto, hace apenas unas semanas que volvimos de uno de los operativos más importantes, al menos para Nikolai. El paradero de Olympia Shepard ha dejado de ser un misterio, está viva y ahora se encuentra en la fortaleza impenetrable en la que se ha convertido la mansión de Nikolai.
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El Juego del Escorpión #2
RomantikBILOGÍA JUEGOS ENVENENADOS (II LIBRO) Dos años no parecen ser suficientes para disipar el rencor y hacer volar las cenizas de donde ardió una pasión sin límites. Katherine lleva todo este tiempo preparándose para una batalla que sin lugar a dudas l...