CAPÍTULO 10

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Sail–AWOLNATION

Al parecer despertarme en cuanto los primeros rayos del sol incidían se estaba convirtiendo en una costumbre. Los nudillos aporrean mi puerta y esta vez si que abro con ropa puesta pues ya sé quien se encuentra al otro lado. Mi cara no debe ser la mejor y su cara lo denota al instante. Las pesadillas han vuelto sintiéndose más reales que nunca.

Suspiro mientras me doy la vuelta hasta el baño donde procedo a vestirme. Aiden ha puesto mala cara al verme aun sin vestir y posiblemente también se deba a que el plan de hoy no le entusiasma demasiado.

Vamos a la central.

Me gustaría estudiar un poco el entorno, el verdadero. No ese hangar donde vi a los escorpiones por primera vez hace dos años. Quiero ver como trabajan, como se desenvuelven y como se manejan entre ellos. Al verme salir, tuerce el gesto.

—No vas a ir así. —pasa la mirada por todo mi cuerpo. —Ponte esto.

Me lanza una bolsa de ropa precintada.

—¿No podrías habérmelo dado antes?

—Supuse que no habrías traído ropa cómoda para el viaje y quería ver con que pensabas sorprendernos.

Pestañeo repetidas veces porque esta actitud entre enfadada, juguetona y sarcástica se parece un poco a la actitud de hace dos años y por nada del mundo quiero volver al punto de hace dos años. Le dedico una mala mirada antes de volverme de regreso al baño y cambiarme.

Es ropa como la suya. Pantalones negros de aspecto robusto lleno de bolsillos y recovecos para portar cuchillos y armas., una camiseta térmica negra de cuello redondo y un cinturón. La ropa es totalmente de mi talla y se ajusta perfectamente a mi cuerpo.

Fuera me encuentro unas botas acordonadas y las anudo mientras los ojos grises de Aiden me recorren.

—Veo que he elegido bien las medidas.

Parece decirlo para sí mismo, como si estuviese aplaudiéndose por su buen ojo. Se da la vuelta sin esperar siquiera a que termine y emprende la marcha muy seguro de que lo voy a seguir. Por desgracia, así es.

Giramos pasillo tras pasillo hasta el ascensor donde se produce un descenso incómodo. Miro las punteras de mis botas recién anudadas y a cualquier parte que no sea él. Sale fuera en cuanto las puertas se abren, tan incómodo como yo. Lo sigo hasta su coche tardando a penas unos minutos en salir.

—¿Qué papel se supone que interpreto hoy?

—¿No eres tu quién quería ver las instalaciones? —rebate. —Pensaba que tendría bien estructurada tu fachada.

—Solo te estoy dando la oportunidad de que elijas la que más te guste, si elijo yo tal vez no te guste.

—Ya puestos, sigamos con la falsa de mi secretaria.

Reprimo una carcajada baja mientras miro fugazmente las calles.

—No eres muy distinto a cualquier hombre. —comento. —Te gusta la erótica del poder.

Observo como la nuez de su garganta sube y baja mientras pasa la saliva, inquieto con mi tema de conversación. Supongo que ahora las posiciones están invertidas. Intenta en más de una ocasión desviar la atención de mí, pero por el rabillo del ojo veo que no lo consigue, al menos no durante mucho tiempo.

—Me gustaría dejar algunas cosas claras.

Apoyo la mano contra el pequeño filo de la ventana y lo observo con las cejas levantadas.

—¿Quieres dejar cosas en claro? Que novedad. —ataco. —Claro, te escucho.

—Tu tiempo aquí no sabemos cuanto va a ser. No tenemos ni idea de cuanto tiempo puede llevar esta contienda con los italianos y toda la puta gente que se une a él. —su voz se vuelve dura. —No te gusto, me odias y el sentimiento es obvio que es mutuo. No quiero dolores de cabeza por estar discutiendo contigo. Limitémonos a ser profesionales, tú ahora mandas por encima de mí, perfecto. Actuaré como un subordinado y se acabó.

El Juego del Escorpión #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora