CAPÍTULO 20

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I am the fire(EPIX remix)–Ghost Monroe

El interior permanece en un silencio estremecedor, no se escucha ninguno de los sonidos propios de un hogar, reflejando así que esta mansión está lejos de ser uno. Los suelos de baldosas de mármol brillan tanto que si me descuido un poco podré ver reflejado perfectamente lo que se esconde debajo de mi vestido. La escalera imperiosa se alza frente a mis ojos y sin necesidad de ver, sé que mi padre se esconde en el despacho de ahí arriba.

Me muevo por el gran recibidor con la única compañía del resonar de mis tacones. Mis dedos rozan algunas flores frescas en sus jarrones, visualizo las piezas de arte que cuelgan de las paredes sustituyendo a los típicos retratos familiares que colgarían en un hogar. Al pasar por la cocina solo puedo ver la pulcritud del sitio, superficies lisas completamente impolutas y espacios grandes como si aquí se hiciese comida para familias enteras. No hay ni rastro del servicio por ninguna parte. Dado que la medianoche ha pasado y me encuentro en plena madrugada es normal, cualquiera pensaría que mi objetivo se encuentra plácidamente dormida entre las sedas de su cama, pero yo recuerdo sus largas noches en vela.

A veces pienso que se debe a que las cosas que ha hecho le deben de atormentar en lo más profundo de sus pesadillas.

Paso un gran salón comedor donde se proyecta la misma limpieza y amplitud y así con varias estancias más hasta llegar a una sala pequeña, algo escondida, a decir verdad. En ella hay un fuego encendido que proyecta sus llamas en el rostro que he venido a buscar. Lleva sobre sus hombros una bata de seda negra que camufla sus espesos mechones de pelo.

Está de espaldas a mí y aun así la forma en que endereza la espalda me indica que sabe de mi presencia.

Doy el primer paso en su dirección sintiendo terror y a la vez un enorme orgullo de mi misma. A mi alrededor veo estanterías que llegan al techo con miles de lomos en su interior. Un sillón mullido y cómodo se sitúa a la izquierda de ella y camino hacia él. Me dejo caer, mis dedos se agarran bien a los reposabrazos y entonces la miro cara a cara.

No lleva ni una pizca de maquillaje y aún así es la mujer más bella que he visto. Sus labios carnosos y rosados de forma natural se estiran en una sonrisa complacida.

—Llevo muchas noches esperando este momento.

La intensidad de sus ojos me consume y el brillo de las llamas sobre su piel la hace parecer sacada desde el mismo infierno.

—Me temo que yo no puedo decir lo mismo. —confieso. —Ni una sola parte de mí quiere saber de ti.

—Soy tu madre. —me reprocha.

—Dejaste de serlo el día que intentaste matarme. —destapo la muñeca que cubre la manga de mi vestido haciendo ondear la pulsera que me dio. —Vengo a hablar de esto.

—¿Te ha gustado mi regalo? —capto el doble significado.

Con un movimiento lento cruzo mis piernas, me reclino sobre el sillón e intento aparentar estar cómoda. Como si el corazón no me latiese a la carrera dentro del pecho, asustado, aterrado. Rememorando una y otra vez todos los traumas propiciados por esta mujer.

—¿Cómo pudiste estar segura de que descubriría el significado de los números? —respondo con otra pregunta. —Podría haber ignorado por completo ese detalle.

—Pero eres mi hija y no ignoras nunca los detalles.

La seguridad con la que lo dice hace temblar un músculo en mi mandíbula.

—No hables de mí como si me conocieras.

El sonido de las llamas crepitar me sobresalta por dentro mientras sus dientes perfectamente alineados y blancos se dejan entrever en una sonrisa felina.

El Juego del Escorpión #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora