Dirty Mind- Boy Epic
La habitación solo tiene la poca iluminación en tonalidades rojas que se proyectan del techo. La suficiente como para que ambos distingamos nuestras facciones y me recree en la sonrisa ladeada de Vicenzo. Camino sintiendo el roce de mis muslos y la humedad creciente en el centro de mi cuerpo. Da una ligera palmadita sobre su regazo, invitándome a ocupar un lugar sobre él.
Mantengo el mentón al alza y camino hasta sentarme en su regazo. Su mano pasea por mi espalda en suaves caricias hipnóticas. El brillo travieso de sus ojos parece nunca apagarse. El frío de sus nudillos me acaricia la mejilla antes de apretarme la cara para que lo mire.
—Eres tan traviesa, Kath... —murmura a centímetros de mi boca. —Jamás pensé que alguien como tú pudiera ser tan oscura.
Cuando comenzaron nuestros encuentros sexuales fortuitos, me di cuenta de que la oscuridad de Vicenzo no solo eran imaginaciones mías. Le gustaba el vicio, el descontrol, las cosas retorcidas y para mi sorpresa, mi oscuridad comenzaba a ser compatible con la suya. Nos quedamos en la superficie de este mundo, pues hay límites que no pienso cruzar. Ni con él ni con nadie. Además, este lugar muchas veces es un foco de concentración de hombres a los que realmente odio y de los que no dudo en deshacerme una vez caen en mis redes.
Pro hoy solo he venido a dejarme llevar.
—Túmbate. —me ordena.
Caigo de su regazo al colchón y me pongo de espaldas sintiendo su mirada haciendo un barrido completo de mi cuerpo. Las puntas de sus dedos, frías al contacto de mi piel, acarician mis hombros por dentro del tejido y desplazan este para deshacerse de él. Mis pechos no tardan en quedar al aire y mi cuerpo se arquea exigiendo su contacto.
—Date la vuelta.
Con una sonrisa en los labios, giro mi cuerpo hasta quedar contra el colchón. Termina por deshacerse de mi vestido, tirando de él hasta dejarme solo en ropa interior. Sus dedos acarician mi sexo por encima del tejido, comprobando que estoy lista. Su rodilla presiona contra él, excitándome aún más con su toque.
—¿Cómo quieres jugar? —dice mientras sus labios depositan suaves besos por la línea de mi espalda. —¿Quieres espectadores?
—Solo si el espectador es hombre y se le deja jugar.
Mi comentario me hace ganarme una mayor presión contra mi sexo. No soporta el saber que no tiene mi corazón, que soy capaz de estar con muchos otros sin que me pese.
—¿Así que provocaciones, Katherine?
El cinturón que sostenía en un principio entre sus manos cosquillea por mi espalda, erizándome los vellos de la nuca con cada desplazamiento contra mi piel.
—Si la verdad es una provocación...
Deja ir una risa ronca que sale de lo más hondo de su garganta. El sonido es jodidamente sexy y hace que me estremezca por dentro. Su cuerpo se aleja del mío y al rato siento el frío del metal acariciarme la cara interna de los muslos.
—Separa las piernas.
Obedezco ansiosa de más de toda su retahíla de órdenes.
El tejido que cubre mi sexo se desliza por mis piernas y siento como agarra cada uno de mis tobillos con unas esposas acolchadas y no me hace falta girarme para saber que se trata de la barra separadora. Mis piernas quedan abiertas dejándome a su merced. De los postes de la cama agarra las esposas que cuelgan y con las que sujeta también mis muñecas. Quedo completamente inmovilizada a la espera de lo que haga conmigo.
Dirty Mind comienza a llenar la habitación mientras las luces parpadean en rojo creando un ambiente altamente erótico. Permanezco de espaldas, ajena a todo lo que sucede detrás. Escucho las prendas que aún conserva Vicenzo en su cuerpo caer al suelo. De un momento a otro comienzo a sentir entre los pliegues de mi sexo el roce de un material cada vez más familiar. El cuero del látigo se pasea por mi cuerpo despertando un cosquilleo expectante.
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El Juego del Escorpión #2
RomansaBILOGÍA JUEGOS ENVENENADOS (II LIBRO) Dos años no parecen ser suficientes para disipar el rencor y hacer volar las cenizas de donde ardió una pasión sin límites. Katherine lleva todo este tiempo preparándose para una batalla que sin lugar a dudas l...