Courage to change-Sia
La sensación del veneno dentro de ti nunca es agradable. No lo fue cuando comencé con todo esto del mitridatismo y mucho menos lo es ahora. Sudé, me mareé y vomité más veces de las que creía que fueran posibles, pero no morí. Todos mis esfuerzos en estos dos años me han hecho más resistente al veneno y donde otra persona habría muerto tras ser picado innumerables veces, yo solo parecía haber contraído un virus estomacal. A las dos horas de marcharse Aiden, hicieron llegar un líquido ambarino que Vicenzo a regañadientes me obligó a tomar y al poco rato, la fiebre desapareció.
Ahora, en plena noche cerrada y tal y como prometió Aiden, uno de sus hombres me lleva hasta donde tomaré el jet privado hasta Sídney. Vicenzo y el resto irán en el suyo propio y aunque me hubiese gustado ir con ellos, el maldito ruso había dado la orden de que montara en el jet de la familia Volkov solo y exclusivamente yo.
Aprovecho el vuelo para aclararme las ideas y pensar, pensar muchísimo. Vine a Moscú como un impulso y aunque en parte he salido beneficiada, también salgo dañada. Vuelvo a Sídney con fantasmas a mi espalda y el miedo arraigado a los huesos. El ataque de hoy no ha sido algo planeado por Roy, esto viene de ella. Una forma de decirme: Bienvenida de nuevo a tu pequeño infierno personal.
—¿Señorita Katherine? —una azafata de pelo rubio me mira con ojos amables. —Estamos a punto de aterrizar, abróchese el cinturón.
Musito un pequeño gracias antes de hacer lo que me piden. El aterrizaje es suave, sin complicaciones. No tardo en salir despegada al exterior, buscando el aire frío de Sídney. Aquí hemos entrado ya en el invierno mientras que en Moscú el verano no ha hecho más que empezar. Me cubro con el abrigo los hombros y no he dado ni dos pasos cuando un vehículo se detiene a mis pies.
—Suba dentro señorita Katherine, nos han encargado llevarla a donde desee. —mi mirada inquisitiva debe hacerle saber que no me fío. —Llame al señor Volkov si necesita comprobarlo.
Y como si él supiese que pensaría así, Aiden me ha escrito un mensaje confirmando lo que acaban de decirme.
Bufo por lo bajo mientras tomo asiento, les indico mi dirección muy consciente de que Aiden y todos los demás han sabido siempre donde estaba. No me olvido de su fastidioso hacker.
Al llegar, el apartamento está en silencio y sumido en penumbra. Enciendo luces a mi paso hasta llegar a mi dormitorio donde las cartas de mi padre siguen rasgadas y desperdigadas. Me saco el abrigo y me dejo caer en el colchón, que me engulle y me abraza haciéndome soltar un suspiro de alivio. Acabo durmiendo un par de horas en las que una pesadilla recurrente me persigue y al despertar, ya hay nuevos ruidos en el apartamento.
Disimulo mi malestar al salir.
—Chica, si querías tener un affaire en Moscú podrías habernos avisado. —Dakota viene hasta mi y me rodea los hombros con el brazo. —Tu italianito vino a nosotros como un cachorrito llorón pidiéndonos que viajáramos con él para poder cuidar de su hermana mientras te buscaba.
Dash y yo compartimos una mirada cómplice. Ambos sabemos que hicieron mucho más que ser la niñera de Petra. Mucho, mucho más. Me deshago de su abrazo, disimulando una sonrisa amigable.
—No he ido por esa clase de cosas, tenía cosas que discutir con Nikolai Volkov.
Estudio mucho cada palabra que digo, ninguno sabe realmente la relación que nos une a él y a mí. Ni siquiera Vicenzo, por el momento prefiero las cosas así. Sé que llegará el momento de revelarlo todo, me mirarán con desaprobación por haberles mentido pero las cosas las cuento cuando quiero, no cuando al resto le venga bien.
Tomar el apellido Volkova es cuestión de tiempo, sino lo hago yo dignamente, Nikolai lo aireará a los cuatro vientos y como he dicho, las cosas las digo cuando yo quiero no cuando al resto les venga bien.
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El Juego del Escorpión #2
RomanceBILOGÍA JUEGOS ENVENENADOS (II LIBRO) Dos años no parecen ser suficientes para disipar el rencor y hacer volar las cenizas de donde ardió una pasión sin límites. Katherine lleva todo este tiempo preparándose para una batalla que sin lugar a dudas l...