CAPÍTULO 11

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Lion-Saint Mesa

AIDEN

Estoy en mi gimnasio privado liberando toda la tensión del día. Ver a Katherine peleando ha sido algo totalmente nuevo y también placentero. Se mueve rápido, a veces es un simple borrón para la vista. Asienta los golpes con fuerza, determinación y precisión y en ningún momento perdió esa sonrisa socarrona de los labios. Ha sido algo excitante verla de ese modo. Siempre supe que ella estaba hecha para ser algo más que una mujer que usaba la boca para mentir y el cuerpo para hipnotizar. Se ha convertido en algo que temer de verdad, ya no solo su inteligencia es peligrosa, ahora también su cuerpo.

Nadie pensaría que una mujer tan atractiva, pequeña y menuda podría patearles el culo.

Me gusta eso, aunque nunca lo admitiría en voz alta.

Golpeo el saco de boxeo con los puños y las piernas, siendo el sonido de estos golpes lo único que llene la habitación. No sé cuanto tiempo llevo aquí, el suficiente para que ya sea de noche. Voy hasta donde descansa una pequeña pila de toallas limpias y tomo una con la que me limpio el sudor de la cara.

Paso mi huella en el lector, abriendo la puerta de este y saliendo directamente a la sala de entrenamiento con paso tranquilo y descuidado. Supongo que voy con la guardia demasiado baja porque me dejo emboscar por Ivanna.

—Aiden. —mi nombre en sus labios suena desesperado.

Estampa sus puños en mi camiseta y me arrastra hasta una de las vigas del gimnasio. Sus labios chocan con los míos bruscamente, con fiereza y una desesperación que jamás había sentido en ella. Me besa como si mi boca le fuese a dar el aire necesario para sus pulmones. Mis labios no responden de la misma forma, se mueven sobre los suyos con la comodidad ya conocida, pero sin la desesperación que ella profesa.

La tomo de los hombros y la separo de mí.

—¿Qué diablos te ocurre?

Miro a nuestro alrededor, reparando en que estamos solos.

—Nada, ¿tiene que ocurrirme algo para querer besarte? O mejor...—sus labios buscan el pulso en mi cuello, rozando mi piel. —¿Para querer follarte?

Dejo que lama mi piel antes de volver a tomarla por los hombros.

—Esto no va así, Ivanna. Tú no me buscas a mí. —cambio mi peso de un pie a otro. —Además, ¿me explicas que ha sido eso de esta mañana?

—Entrenamiento.

Se encoje de hombros como si lo de esta mañana no hubiese sido una escenita de celos. Está bien que la gente sepa que a veces nos acostamos, no tengo problema en ello. Lo que no pienso tolerar es que ella piense que estoy de acuerdo en que actúe como una pareja. No nos debemos nada el uno al otro y ella no tiene que montar estas escenas cuando una mujer está cerca de mí. Por mucho que esa mujer sea Katherine Volkova, mi puta perdición desde que la conocí.

—Montas un espectáculo como ese de nuevo y estás fuera.

Retomo la marcha, con prisa por llegar a las duchas e irme a casa. Ivanna no se da por vencida, camina hasta ponerse a mi par.

—¿Qué quieres decir? —suena molesta. —¿Me echarás por esa arpía?

—No, te echaré porque no pienso tener a nadie actuando como si fuera mi dueña aquí. Accedimos los dos a tener este tipo de relación, sin ataduras ni explicaciones. Y hoy has pasado la línea, todos se han dado cuenta de tu patético espectáculo.

Salgo de la sala de entrenamiento y giro a la derecha por el pasillo hasta las duchas. No se detiene aun así y se adentra al interior. La veo echar el pestillo de la sala y yo comienzo a desnudarme, sabiendo que sus ojos están clavados en mí. No hay nada de mí que pueda causarme vergüenza y el pudor es algo que he perdido. Me deshago de la camiseta por los hombros y me desabrocho el cinturón y todo lo demás, quedando desnudo. Abro el grifo y el agua fría la agradezco.

El Juego del Escorpión #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora