Capítulo 5

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Decisiones

La vida está llena de decisiones, algunas veces unas más importantes que otras, lo malo de tomar una decisión es que te lleva a otra y luego a una más desencadenando un sin fin de malas decisiones.

— Buenos días — esbozo una sonrisa
—¿Se encuentra Daren? — pregunto a la mujer que está sentada en el escritorio

La única ventaja de haberme quedado tanto tiempo en la oficina de Daren es que pude tomarle foto a su extenso itinerario.

— ¿Tiene programada una cita? — dice con preocupación mientras busca en la comunidad

— No, no te preocupes, viene sin avisar.

— Espere un momento, voy a anunciarla, ¿cuál es su nombre?

— Anne Russo.

— Señor Lambert — habla por el comunicador que se encuentra en el escritorio — La señorita Russo está...

— Déjala pasar — dice de forma seria

Ella me sonríe y me hace una señal para pasar, empujó la gran puerta para entrar, Daren está sentado en su escrito firmando unos papeles sin levantar la vista.

— Espero que no hayas comido aún — me siento frente al escritorio

— ¿Qué quieres Anne?

— En primera que me veas a los ojos — dejo la caja de pizza sobre el escritorio haciendo que él levante la vista — Y vine a darte una oferta de paz.

— No me gusta la pizza y estoy muy ocupado.

— Peleamos porque dijiste que no eras como tu padre, demuéstralo — acerco la caja — Nadie se niega a una buena pizza.

— Como digas — rueda los ojos y toma un trozo haciendo una mueca antes de darle una mordida

Seguimos comiendo en silencio hasta que no queda nada de la pizza, cruzamos miradas haciendo que me fije en el azul de sus ojos al igual en su sonrisa.

— No estuvo tan mal, gracias Anne.

— Es todo un placer — me pongo de pie — Ahora tengo que ir a trabajar.

— ¿Nos vemos mañana?

— Aquí estaré — sonrío y salgo de la oficina

Camino hasta mi trabajo en donde le doy un adelanto a Mark de todo lo que he escrito y al parecer le ha gustado ya que no me despide aún.

Me quedo hasta tarde revisando unos artículos, todos en la oficina se han ido haciendo que el ambiente se vuelva más conforme ya que puedo poner música a todo volumen sin importar nada.

— Maldición — murmuro al ver como mi teléfono cae debajo del escritorio

— Señorita Russo, estas no son horas de trabajar.

Al escuchar las palabras de Daren intento ponerme de pie haciendo que mi cabeza tope con el escritorio, me pongo de pie y paso la mano por mi cabeza para inspeccionar que no haya ningún golpe o sangre.

— ¿Qué haces aquí? — me siento en el escritorio

— Fui a visitarte a tu apartamento y no estabas entonces pensé que estarías aquí — levanta la vista — Lindo lugar.

— Son un montón de escritorios en un lugar.

— Como cualquier oficina — sonríe
— ¿Ya terminaste?

— Tengo que enviar unas cosas aún, si quieres tona asiento — señaló una silla

— Me podré cómodo.

Nueva YorkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora