Capítulo 23

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Nate

–Nos estás diciendo que tuviste un sueño de que en esa playa se iba a suicidar alguien, que al despertarte fuiste a esa playa por instinto y salvaste a Nadia, es decir, la chica que se iba a suicidar. Que después os besasteis en la playa y que durmió encima tuya y por eso te saltaste todas las clases de ayer. ¿Estás bien tío?–Me preguntó James después de que terminase de contarles a él y Rose lo que había sucedido.

Sabía que tal vez no les debería de haber contado sobre el suicidio, pero necesitaba hablarlo con alguien, seguía en shock.

–Ajá.–No sabía qué más responder.

–No puede ser.–Dijo Rose cubriendose el rostro con las manos.

¿Pero que les pasaba?

–¿Qué os pasa?–Pregunté.–Le he salvado la vida a esa chica.–Deberían darme las gracias.

–Pasa que esa chica no está bien Nate. Necesita ayuda urgentemente.–Me dijo James.

–No la conoces, ella no hablaría con un extraño de sus problemas y mucho menos aceptaría ir al psicólogo.

–No pierdes nada por intentarlo.–Me dijo el castaño encogiéndose de hombros.

–Ademas, existen trastornos y problemas psicológicos que pueden llevarla a la muerte, como lo de ser suicida, mejor ve haciendo que entre en razón porque sino dentro de muy poco estarás llorandole a su tumba.–Me dijo Rose, ¿cómo coño se atrevía?

–Rose...–Le reprochó su hermano por lo que había dicho pero, ya era muy tarde, ella había hablado y odiaba que tuviese razón.

–Iros a la mierda.–Solté para ambos, los dos sabían que no iba enserio, pero era necesario decir algo así y marcharme de esa casa.

                                     ...
                                 
En uno de los tantos semáforos que había para llegar al instituto, vi un coche a mi derecha donde una mujer, unos niños y un padre se rían sin parar por algo que había dicho este último.

Se veían felices y no pude evitar sentir envidia, había crecido sin un padre y según pasaba el tiempo más duro se me hacía. Amaba a mamá y daría todo por ella pero había cosas y consejos que solo un padre debe enseñar a su hijo.

Con el tiempo aprendí cosas yo solo, como afeitarme, montar en bici, nadar y unas cuantas más. Estaba orgulloso de mí, obviamente, pero habría sido mejor si esas cosas las hubiese aprendido con él, para así tener anécdotas graciosas que contarles a mis hijos.

Desde que llegué a la etapa de la adolescencia intenté dejar ese tema a un lado para no seguir sufriendo, a veces me costaba, pero siempre tenía una sonrisa en la cara.

Todo iba bien hasta que cumplí los diecisiete, las cosas se me fueron de las manos y empecé a beber como si no hubiese un mañana. Bebía en bares, discotecas, clubs o incluso compraba en la tienda de la esquina de casa para disfrutar de toda la botella. Me dolía llegar a casa tambaleándome y ver a mamá sentada en el sofá, despierta, esperando a que yo volviese, pero era la única manera de apagar el dolor que sentía.

Intenté dejarlo varias veces, sobretodo cuando mis notas en el instituto empezaron a ser una mierda pero era imposible para mí. Desde que empecé con el alcohol sentí que no había vuelta atrás. Era como si hubiese entrado en un bucle donde por las noches me emborrachaba, llegaba a las tantas a casa y veía la decepción en los ojos de mamá mientras yo reía y le decía que todo estaba bien, cuando obviamente nada estaba bien, me iba a dormir y al día siguiente me despertaba con resaca para ir a estudiar, por la tarde intentaba pasar rato con Sara y demostrarle a mamá que si podía ser un hijo bueno, y cuando llegaba la noche, volvía a emborracharme.

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