Capítulo 29 - Parte I

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En un abrir y cerrar de ojos, ya era jueves. Habíamos terminado todos los exámenes esa misma mañana, y cada uno de nosotros estaba en su casa retocando las cosas finales para el cumpleaños de Daya. Teníamos altas expectativas con esa fiesta.

Mientras envolvía el regalo que le había hecho, mi móvil comenzó a sonar. Como no, era Johnny. Me había llamado como tres veces en lo que iba de día, seguía nervioso por los exámenes y eso que los habíamos terminado.

-¿Qué quieres ahora?-Le pregunté.

-Mi padre está en casa.-Me dijo.

El fin de semana lo había pasado conmigo, y aquella semana había decidido ir a casa de su abuela. Para que sus padres no sospechasen, había dejado sus cosas en casa y cuando necesitaba algo iba a por ello.

-¿Qué tienes que coger?-Le pregunté.

-El regalo de Daya.

Solo a Johnny se le ocurría hacer algo así. Obviamente no iba a dejar a mi mejor amigo solo, asique decidí ir a ayudarle.

-Llego en diez minutos.-Le avisé y colgué.

Según me había contado, cuando sus padres veían que había alguien más en casa actuaban normal, entonces, si yo iba con el no pasaría nada. Solo teníamos que entrar, coger el regalo de Daya y volver a salir. Nada podía salir mal.

Tal y como le dije a Johnny, llegué en diez minutos a su casa. Me bajé de la moto y miré el coche de su padre. Se me hacía raro que no hubiese entrado, es decir, Johnny no quería estar cerca de ellos pero nada pasaba cuando alguno de sus padres no estaba presente. ¿Qué había pasado que no me había contado?

Avancé hacia el, que estaba sentado en el porche, y juntos entramos a su casa. La planta de abajo estaba demasiado vacía. Recordaba que cuando era niña siempre quería ir ahí para no estar en mi casa, el hogar de Johnny se me hacía muy acogedor pero, desde la última vez que estuve ahí, algo había cambiado. Ese ambiente cariñoso ya no estaba, y dolía. Joder si dolía.

Estábamos subiendo las escaleras hasta que escuché lo que nunca en mi vida pensé que escucharía. Me giré hacia Johnny, alarmada, y lo miré con los ojos muy abiertos. El agachó la cabeza antes de susurrar:

-Mi padre no está solo, por eso no he querido entrar.

De repente, me acordé de cuando su padre mencionó algo de acostarse con su cuñada. ¿Enserio ese hombre se atrevía ha hacer semejante estupidez? Aquello estaba mal tanto por su parte como por la tía de Johnny, ¿esa mujer no era consciente de que le estaba destruyendo la vida a su hermana y su sobrino?

Me quedé paralizada, sin saber que decir o que hacer. No habían palabras para consolar a Johnny, y tampoco las había para justificar lo que esos dos estaban haciendo ahí dentro.

Siempre había pensado que el amor verdadero sólo existía en los libros y las películas, y según iba creciendo, más me aferraba a aquella idea. No necesitaba demasiados ejemplos para saber que en esos tiempos nadie amaba a su pareja como juraba hacerlo. Todos mentían de alguna forma. Aún así, yo seguía siendo creyente de que existían algunas personas que si sabían amar de verdad, pero por desgracia, yo jamás me crucé con alguna de ellas.

El padre de Johnny no supo como hacer las cosas. Se enamoró de otra mujer cuando su prioridad debían ser su esposa y su hijo, pero no por eso iba a considerarlo una mala persona. Un mal padre, tal vez, y también un mal marido, pero una mala persona jamás. Pudo haber hablado con su familia, explicar cómo se sentía y hacer la nueva vida que quería sin necesidad de romper a tantas personas. Pero, suponía que eso éramos los seres humanos, unos idiotas que tomábamos decisiones para ser felices sin pensar en el daño que provocaremos.

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