Capítulo 3

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Por suerte o por desgracia ya había llegado la hora de ir a casa , estaba lloviendo cuando salimos de clase, Liam y Brian-los hermanos de Daya-se ofrecieron a llevarme en su coche pero me negué, soy de esas pocas personas en el mundo que ama la lluvia y más si estoy fuera y llueve.

The Night We Met de Lord Huron iba sonando en mis auriculares con el volumen al máximo mientras en mi cabeza me imaginaba una de mis tantas perfectas realidades deseadas, pero me vi interrumpida cuando antes de llegar al patio delantero de mi casa, vi a un hombre salir de ahí. No sabía quién era pero juraría que lo conocía de algo.

–¡Oiga!–Le grité cuando estaba apunto de montar en un coche todoterreno negro, el hombre se giró y por lo visto él si me reconoció a mí, o eso creo, por la cara de sorpresa que puso yo diría que sí.

–¡Nadia, pero cuánto has crecido!–El hombre se acercaba a mí con los brazos abiertos y una sonrisa de oreja a oreja, yo, como buen ser humano que odia el contacto físico, di unos cuantos pasos hacia atrás.–¿No me has reconocido?–Preguntó el hombre al ver mi reacción a su cercanía.

–Hija, este es tu tío Julio.–Dijo mi madre que, por lo visto, llevaba un tiempo observando aquella escena. Cuando me giré hacia ella, pude ver el parecido que ambos compartían y ahí sí reaccioné. –Hola, tío. No te he reconocido porque la última vez que te vi tenía como máximo 8 años.–Dije con una sonrisa falsa, la verdad esque no me interesaba esa conversación.

Julio volvió ha hacer un ademán de abrazarme y solo estiré el brazo para estrechar las manos.–Ya entiendo, chica de poco contacto físico.–Me dijo a modo de broma.

Pues a mí no me ha hecho gracia.

Creo que ni a él le ha divertido su estúpido chiste.

–Ya te dije que era un poco rara.–Comento mi madre, fue en ese momento cuando me giré para observarla que me di cuenta de que sus ojos estaban hinchados y su maquillaje se había corrido a lo largo de sus mejillas. Yo no tenía la intención de preguntarle pero mi tío vio como la miraba y decidió hablar:–Nadia, verás...–Okey cuando alguien empezaba algo así ya sabía que no iba a ser nada bueno.–Tu abuela ha fallecido.–Dijo mi madre de repente sin ningun dolor en la voz pero con lágrimas brotando de sus ojos.

Cualquier otro adolescente normal en mi lugar se habría puesto a llorar como si no hubiera un mañana o se habría tirado al suelo a llorar sin parar, pero yo no era cualquier adolescente normal. Tampoco me iba a poner a llorar por alguien que ni conocía, no es de ser maleducada esque si no la conocía no voy a sentarme a llorarle y voy a decir el típico "lo siento" cuando no siento una mierda. Sin ninguna palabra que aportar mire a mi madre como siempre lo hacía–con una mirada neutra que no expresa ningun tipo de emoción–y me limité a asentir moviendo la cabeza con cuidado como si en cualquier momento se me fuese a caer.

–Ves, ¡Ves como si eres un monstruo sin sentimientos!–Comenzó a gritarme mi madre señalandome con el dedo índice.–Se podría acabar el mundo y tú tan tranquila, ¡Es tu abuela quien ha fallecido, muestra un poco de tristeza y compasión aunque no la sientas!–Esa fue la gota que colmó el vaso, odiaba que me dieran órdenes y más si era para que finguiera ser algo que no soy.

–¡No voy a pertenecer a vuestro grupo de hipócritas!–Le grité igual que ella a mí.–Llevas años sin ir a visitarla y meses sin hablarle, ni siquiera me acuerdo de su cara, ¡Como mierda quieres que llore por ella si no es nadie para mí!–Grité a punto de perder el control, esto no estaba llendo a ningún sitio y encima mi supuesto tío se había quedado en modo árbol sin hacer nada.

–¡Como te atreves!–Volvió a encararme mi madre,–¡DEBERÍAS DE SER TÚ LA QUE MURIERA EN SU LUGAR!–Me gritó tan fuerte y con tanta rabia que creo que hasta mi abuela nos escucho, sea donde sea que estuviese. Podría haber seguido esa pelea, pero no tenía ganas de seguir luchando en una guerra inútil, asique me limité a girar sobre mis talones y marcharme pero detuve el paso cuando vi a mi padre, observarme desde la ventana de su cuarto con los ojos llorosos por las palabras que me había dicho mi madre hace segundos.

Los dos eran iguales conmigo pero había ocasiones en las que él se mostraba como mi papá de antes, ese que me sacaba a pasear, se hechaba siestas conmigo a pesar de tener mucho trabajo y me consentía. Esa era una de aquellas ocasiones en las que mi padre del pasado aparecía y se rompía conmigo. Yo, como la persona fría que aparento ser volví a caminar en dirección a mi habitación, tenía pensado pegarle a la pared para disminuir la rabia y la tristeza que sentía dentro, por muy fuerte que fuese una persona, siempre hay algo que nos derrumba y odio que ese algo sea aquellas palabras que me soltó mi madre como si fuera alguien que no me conociera. Pero al llegar a mi cuarto, encontré a mi padre apoyado en la puerta. El increíble empresario Johnson al que sus amigos querían como un hermano y al que las mujeres se lo comían con la mirada ya que tenía 45 años pero aparentaba 30 con el cuerpo en forma y los músculos de los brazos y piernas marcados. 

–Estoy bien.–Le dije a mi padre una vez que estuve delante de él, pensaba que se iría pero vi que me equivoqué cuando intento abrir la puerta de mi habitación, puso una mueca de confusión al ver que estaba cerrada con llave.

–¿Por qué está cerrada?

–Tengo 17 años, solo busco un poco de privacidad.

–¿Segura que es solo eso?–Vale, empezaba a sospechar y eso no era bueno para mí.

Nos descubren y nos entierran vivas.

No estás ayudando...

Tampoco tengo intención de hacerlo.

Amaba a mi conciencia.

–Si papá, solo quiero privacidad.–Le respondí tratando de que sonara convincente. Después de eso se apartó y con la mirada me invitó a abrir la puerta para que pudiéramos entrar y así lo hice. Cuando entramos, su mirada recorrió cada rincón de mi cuarto intentando buscar algo sospechoso pero no encontró nada.

–¿Desde cuándo tienes tantos mecheros?–Preguntó curioso después de ver cómo los tenía colocados en el escritorio . Ellos sabían que yo fumaba y al principio lo quisieron impedir, especialmente mi padre, pero yo era de esas personas que no da su brazo a torcer.

–Los voy coleccionando según se van terminando.–Respondí sentandome en un sillón que tenía al lado del balcón. Mi padre se sentó delante de mí en la cama y me miro con una sonrisa nostálgica en la cara.–Recuerdo que cuando eras pequeña y tenías alguna de tus rabietas en las que te ponías a llorar y te enfadabas por todo yo me ponía a tu lado e intentaba calmarte, y ahora soy yo el que está al borde del colapso y tú la que me calmas.

–Supongo que hemos invertido los papeles.–Dije recordando todos los momentos bonitos que tuve con mi padre.

–Nadia, ¿realmente estás bien?–Seguía sin olvidarse del tema, genial.

–Sabes de sobra que nunca estoy bien del todo pero si a lo que te refieres es a lo que ha dicho mamá ahí abajo, sí, estoy de maravilla.

–No ha colado pero lo dejaré pasar porque no te quiero agobiar, pero quiero que sepas que estoy aquí para ti.–Me soltó una de sus radiantes sonrisas, me hizo sentir un poco mejor pero cuando machacan a alguien tantas veces cuesta el triple hacer que esa persona vuelva a tener ganas de seguir.

Y yo era un gran ejemplo de todo eso.

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