Capítulo 24

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La la la de Naughty Boy inundaba los altavoces del coche de Noah y nuestras voces le acompañaban. Después de salir del instituto, paramos en un callejón e ingerimos la mitad de lo que ambos teníamos, con razón estábamos bien, ¿qué digo bien? Estábamos felices.

Llevaba desde ayer por la noche–cuando papá me perdonó por como me trató estos años–tomando todo lo que veía, era más nicotina y drogas que sangre y agua, que es lo normal en un cuerpo humano. No me gustaba estar en aquella situación, esa fue una de las noches en las que más tomé y no me sentía en mis cinco sentidos.

A pesar de no haber dormido nada y ni siquiera saber cómo me llamaba, fui a clase y tuve que distanciarme de todos. Daya y Johnny estaban acostumbrados porque sabían mis razones pero me dolió ver a Nate preocupado por mi. Sabía que lo traté de la peor forma posible cuando se suponía que debería agradecerle por salvarme pero, sinceramente, yo no pedí que me salvase, fue su decisión y no sabría decir si hizo bien o mal en ayudarme.

Cuando a la mañana siguiente me levanté encima de él supe que las cosas no iban como deberían, se suponía que tenía que alejarme de él, y, ya que se acercaba la temporada en la que no hablaba con nadie, aproveché para cumplir mi objetivo. Sentía que había estado mucho tiempo rodeada de gente, necesitaba mi espacio, no sabía durante cuánto tiempo, pero lo necesitaba.

En la clase de mates aproveché para escribirle a Noah y se ofreció a recogerme, sabía que si me alejaba lo tenía que hacer de todos pero había algo extraño que me unía a él. Fuese lo que fuese tenía que descubrirlo.

Nos dirigiamos a su casa para pasar el rato y hablar de nuestros problemas, últimamente nos habíamos convertido en una especie de psicólogos, irónico porque cada uno estaba peor que el otro.

La canción terminó pero la lista seguía y no teníamos pensado parar por mucho que nos dolieran nuestras cuerdas vocales. Era como una especia de terapia para nosotros, nos relajaba más de lo que ya estábamos.

Unos minutos después llegamos a su casa y nos sentamos en el sofá del salón, el efecto de la droga había pasado un poco y necesitábamos nuestra verdadera terapia.

–¿Quieres hablar de ello?–Me preguntó él.

–¿Te quitas las tiritas rápido o despacio?–Utilizé la misma pregunta que me hizo Daya al contarme su relación con Gael, que ironía.

–Rápido.–Pero Noah no tuvo la misma reacción que yo, el lo entendió al momento.

–Traté de suicidarme el martes pasado.

–¿Qué hiciste qué?–Soltó asombrado.–Nadia, ¿en qué mierda estabas pensando?

Era hora de ser sincera, confiaba en él.

–En mi vida.–Dije encogiéndome de hombros y, al ver que el frunció el ceño, decidí explicarme mejor.–Cuando me pongo a analizar lo que ha sido mi vida desde que tengo memoria hasta ahora, me doy cuenta de que no sirvo para nada. No aporto nada en este mundo, soy muy inútil, soy borde, soy fría, trato mal a los que darían todo por mi, me alejo de los que me quieren porque no se querer, odio la gente, odio todo lo que tiene que ver con mi vida personal y no lo soporto más. ¡Duele mucho y no hay manera de hacerlo parar!–Dije sujetándome la cabeza por el dolor que sentía.–Soy un desastre, ¡DEBERÍA DE MORIR!–Grité como nunca en mi vida lo hice y sentí que mi garganta dolía.

Solté ese vómito verbal mirando a cualquier lado que no fuese Noah y, cuando levanté la vista en su dirección, no me sorprendió verlo asustado.

Normal, cualquiera se asustaría de mi.

No digas eso.

Solo digo verdades.

–Esta soy yo Noah, llevo tanta mierda dentro que ni yo puedo controlarme a veces. Sé que en estos momentos parezco una loca pero, honestamente, no me importa como me vean los demás.–Le dije recuperando mi respiración normal.–Entenderé si quieres que me vaya o me aleje de ti, es lo que hacen todos.–Dije para demostrarle que podía echarme en cuanto quisiera.

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