Capítulo 25

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–¿Esos eran tus amigos?–Me preguntó papá al entrar a casa.

Era verdad que había estado pidiendo atención todo este tiempo, pero no podía olvidarse de mí tantos años y luego querer tener una relación de lo más normal. Mi padre tenía que aprender que la confianza y la conexión se ganaban, no nacían de la noche a la mañana.

–Si, papá, no voy a montar en un coche con extraños.–Dije rodando los ojos.

Iba camino a la cocina para coger un vaso de agua, pero al abrir la puerta me encontré a Jack y Amber hablando, o peleándose, o lo que sea la mierda que hagan hoy en día los hermanos.

–¡Hey!–Me saludó Jack.–Hace tiempo que no nos vemos.

–Tal vez porque he estado evitando está casa lo máximo posible.–Dije con una sonrisa.

Mi padre se aclaró la garganta en desacuerdo a lo que dije y eso me pareció de lo más absurdo. No era justo que viniera después de tantos años a enseñarme modales cuando nunca se tomó el tiempo de educarme.

Vi la sonrisa de Amber al ver lo que había hecho mi padre, asique, no me iba a quedar de brazos cruzados.

–¿Quieres agua para tu garganta?–Pregunté con fingida amabilidad.–Papá.–Añadí con una sonrisa falsa en la cara.

Vi como el agachaba la cabeza al darse cuenta cuál era mi objetivo, se había dado cuenta de que sus modales ahora me valían una mierda. Me giré solo para ver cómo a Amber se le borraba la sonrisa de la cara y, esta vez, la que sonrió fui yo.

Me terminé el vaso de agua que tenía en las manos y los miré a los tres, todos me observaban con miedo. Era raro, pero me hacía sentirme segura. Sabía que mi padre o mis primos no me harían nada, pero el saber que me temían me hacía coger más confianza en mí misma.

Cuando terminé de escanearlos y de disfrutar su temor, alcé el vaso en su dirección.–Buenas noches.–Dije sonriendo con malicia. Dejé el vaso en la encimera y salí sin prisas de la cocina, aún sabiendo que seguían mirándome.

Llegué a mi cuarto y me duché, no pude evitar pensar en Nate y en la tonta conversación que tuvimos. Puede que fui infantil cuando le corregí por equivocarse en el nombre de Noah, pero sabía que lo había hecho apropósito.

Mientras me duchaba mi cabeza empezó a pensar en mil temas distintos y sabía que no saldría de ahí si les dedicaba su tiempo, asique decidí coger la toalla y salir de la ducha. Unos minutos después, ya estaba en mi cama leyendo un libro.

Me relajaba demasiado leer, sentía como si fuese un personaje del libro, de esos que lo observan todo pero no dicen nada. Me imaginaba todas las escenas y disfrutaba cada palabra que leía, sufría con los personajes y reía con los pensamientos de sus conciencias.

A lo largo de mi vida, había aprendido más mediante los libros que en el colegio, y eso me había ayudado a descubrir que cuando terminase mis estudios, quería ser yo la que escribiese esos libros con los que los lectores se sienten identificados. Quería ser yo quien se pasase meses escribiendo un libro que luego el lector quiera leer para escapar de su mundo, ese era mi sueño y, sinceramente, lo veía muy posible. Siempre había tenido mucha habilidad para que las palabras fluyesen de mi como alguien que habla de su cantante favorito, y no pensaba desperdiciar ese talento.

Mientras seguía leyendo, mi móvil se encendió, dejándo ver en la pantalla una foto de Johnny abrazando mi moto. Me reí al verla ya que esa foto la hice cuando me compré la moto y el la vió por primera vez, fue inolvidable aquel momento. Obviamente no dudé en responder la llamada a mi mejor amigo.

–Hola, perdida.–Por su tono de voz sabía que estaba sonriendo.

–Hola, Johnny.–Dije con el mismo tono.

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