Cena

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— ¡¿Quieres relajarte?! — exclamó Annie por enésima vez al ver como su a su inquieto novio le comenzaba a temblar la pierna — Armin por favor solo es una cena no es para tanto.

Armin alza las cejas aturdido. ¿Qué no es para tanto? Por supuesto que lo es. Hoy sería el día en el que conocería a Joel Leonhartd, el padre de Annie. Si no causaba una buena impresión podía decirle adiós al gato, los dos hijos y la casa a pie de playa que ya había imaginado en su mente.

— ¿Qué no es para tanto Ann? — preguntó incrédulo con sarcasmo en su tono — ¡Claro que es para tanto! ¿Y sí yo no le caigo bien, y si decide que soy un completo incompetente para estar con su hija, y si ve oportuno que dejes de hacer el ridículo estando conmigo y sí...?

La chica rubia de nariz aguileña pone los ojos en blanco por no sabría decir cuál vez, perdió la cuenta. Tapó la boca de su novio con su mano derecha, harta de escuchar como se degradaba a si mismo y como sin ni siquiera haber conocido a su padre, este ya daba por sentado que el hombre no lo iba a querer.

— Callate y relájate — Annie resopló —, le vas a caer bien, no es como si no supiera de tu existencia y de momento mi padre está ansioso por conocerte. Mi padre ya te adora Armin, tendrías que hacer algo muy muy estúpido como para que él cambie la opinión que ya tiene formada sobre ti.

En el momento en el que Annie libera los labios de Armin de su palma este dice la cosa más estúpida que podría:

—¿Le has hablado de mí?

— Llevamos un año saliendo Armin — ella rodó los ojos. Su boca se curvó levemente hacia arriba —, más te vale que controles los nervios. Le he dicho que eres inteligente si haces preguntas estúpidas como esta, té aseguró que si cambiará su opinión sobre ti.

Armin bajo la vista con los nervios recorriendo su cuerpo, comenzando a temblar sin remedio. Otra cosa que añadir a la lista, otra cosa más por la que todo sé... Su cerebro se silenció en cuando escuchó la melodiosa risa de su novia. Ella lo estaba torturando. Disfrutaba de verlo con los nervios a flor de piel.

— No tiene gracia — se quejó.

— Claro que la tiene — sus risa ahogada inundaba la habitación —, o por dios tu cara se puso blanca.

— No tiene gracia Ann, realmente estoy asustado.

Ella trato de retener su risa y calmar su respiración acelerada. Para girarse de nuevo al chico y posar su palma sobre su mano.

— Ya te lo he dicho Armin, es normal estar nervioso pero de verdad te digo que te va a adorar aún más de lo que ya lo hace — la chica miró el reloj en su muñeca, que marcaba las seis de la tarde —, bueno voy a ir a ducharme ¿Me acompañas y así calmas los nervios o te quedas aquí odiandote a ti mismo?

Pequeñas Historias | Aruannie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora