Entrenada para el juego

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The Hunger Games AU

No spoilers del manga

Los rayos de sol se cuelan desde los diminutos agujeros de las persianas que cerré con insistencia la noche anterior. Esperando que así el aterrador mañana no llegase, dispuesto a atraerme de vuelta a la realidad y por consecuencia, al día de hoy.

Me frotó los párpados cerrados con mi antebrazo, esperando poder dormir un poco más. Al menos hasta que el medio día asomé y no me quedé de otra que salir de este mi refugio. Me doy la vuelta, haciendo que los muelles de la cama defectuosa resonasen en un molesto sonido metálico que acabo por sacarme de los brazos de Morfeo. Resignada me levanto con lentitud y resoplo, levantando un poco el flequillo rubio, que casi y entra en el campo de visión de mi ojo izquierdo. Suelto un bostezo sonoro y estiró mis brazos y espalda. No pasa mucho antes de escuchar sus fuertes pisadas dirigirse a mi habitación, estará enfadado ya que no he tenido la decencia de bajar a entrenar antes del gran día y he dormido hasta que ha salido el sol.

Unos golpes a mi puerta me hacen dar un respingo hacia atrás, siendo sobresaltada pese a saber que era esto lo que sucedería a continuación. Lo siguiente también es lo natural tratándose de él.

- ¡No has tenido ni la decencia de despertarte para entrenar perra! - sus gritos e insultos a este punto no me afectan, simplemente es lo normal, lo que pasaba todos los días -, ¡Te quiero en cinco minutos en el salón con tu ropa de entrenamiento! ¡Como se te ocurra tardar aunque sea un segundo más atente a la consecuencias!

No le respondo. Es mi manera de hacerle saber que ya no tiene control alguno sobre mí. Pero de todos modos, no tengo elección en esto. Se lo dolorosas que son las consecuencias ya que las he vivido en mis carnes desde muy pequeña. No me apetece simplemente desobedecerlo y aparecer en la cosecha con un ojo morado o un pie cojo. Así que hago lo que me ordena, me visto con rapidez y me peino el cabello en un moño, siendo esté mi sello de identidad. Me dispongo a salir de la habitación y dirigirme a la microscópica porción de paredes, suelo y techo que teníamos por salón.

Mi padre - sí, el hombre que me llamo perra momentos atrás era mi familia y tristemente, la única -, asintió con la cabeza. Era su forma de decirme que lo estaba haciendo bien y que muy pronto tendría su aprobación absoluta. Pero eso a mí ya no me importaba, podía escupirme y repudiarme del apellido Leonhart, a mi no me afectaría. Ya no.

- Son las diez de la mañana, es tarde para irnos cerca de la alambrada a practicar tus patadas pero no veo inconveniente en que estés hasta las doce corriendo en círculos alrededor de la casa - sentenció mirándome con el ceño fruncido al ver que no me movía - ¡Venga! ¡No crie una débil! ¡Demuéstrame lo que vales!

Como era costumbre, me prohibió coger cualquier insignificante trozo de pan para llevarme al estómago. Tenía que ganarme mi desayuno y también mi almuerzo y cena. Aunque eso hoy se acabase. Sin abrir la boca, salí de la casa y los rayos del sol iluminaron mi rostro, proporcionándome una sensación de calor casi asfixiante debido a que estábamos en plena primavera y el sol estaba empezando a pegar fuerte. Inspiré pesadamente antes de comenzar con los estiramientos para evitar que se me tensara algún músculo por la actividad física.

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