El ANBU Dios del trueno

Las piezas en el tablero:

Capítulo 29:

En el Valle de las Nubes, situado en el territorio controlado por la poderosa aldea shinobi de Kumogakure no Sato, se libraba una feroz batalla.

El crepitar del fuego y los zumbidos de los rayos inundaban el ambiente con su sonido y olor en un espectacular baile de brillos y explosiones.

En el fondo del valle, se encontraban los responsables de la bella danza destructiva que se podía observar desde las alturas.

???-¡VAMOS! ¡ESO NO ME HA HECHO NI COSQUILLAS!

El oponente del hombre que había gritado esa provocación se levantó del suelo, su cuerpo apenas cubierto por una camiseta negra hecha jirones.

A pesar de su estado, el joven sonrió, y con el dorso de la mano retiró la sangre que goteaba de sus labios.

Después, salió disparado a una velocidad endiablada hacia su oponente, que, sin embargo, bloqueó el golpe del joven, y le propinó una fuerte patada que le hizo retroceder.

???-Bien, chico, eso es suficiente por hoy.

El joven asintió y se dejó caer al suelo y cerró los ojos, exhausto, hasta que la sombra del que hasta apenas unos instantes había sido su oponente le hizo abrirlos de nuevo.

Sasuke Uchiha, desde el suelo, contempló la formidable figura del Raikage, que estaba frente a él con una gran sonrisa.

A-Has mejorado mucho, Uchiha, pero tiendes a ir demasiado de frente, a pesar de poder usar jutsus de enorme poder no debes de olvidar que la mayor arma de un shinobi, más aún de un ANBU, es el engaño...un kunai puede matar hasta a un Kage si sabes cómo usarlo.

El joven Uchiha asintió ante las sabias palabras de su maestro, que le ayudó a incorporarse.

El hombre mayor parecía querer decir algo más, pero un estruendo en el otro extremo del valle hizo que ambos mirasen en dicha dirección.

Ahí, entre el polvo, se podía vislumbrar una figura cubierta por una armadura, con el cabello bailando libre al viento.

Dicha figura se encontraba rodeada por una serie de rayos negros y dorados.

Instantes después, desapareció, y otro rugido ensordecedor resonó por el valle.

Naruto Uzumaki, el shinobi más letal de la hoja, se había topado con un muro.

Un observador externo pensaría que ese hombre era el beneficiario absoluto de la genética shinobi, "hijo" de una Uzumaki, jinchuriki del Kyūbi y descendiente de los clanes Uchiha y Senju, contaba con un poder abrumador.

Sin embargo, dicho poder no era cuestión de su distinguida ascendencia o del inquilino de su interior, sino de su esfuerzo y propia habilidad.

De hecho, se podría decir que su herencia genética lo limitaba, ya que nunca podría obtener el cien por cien del poder del Sharingan o de las cadenas Uzumaki.

Además, tener un poder tan abrumador también suponía que no podía emplearlo todo a la vez, puesto que sino su cuerpo colapsaría.

Y nadie sabía mejor eso que el comandante ANBU de Konoha.

La presión que ejercía su armadura de elemento trueno era ya bestial, pero si lo intentaba combinar con las cadenas de diamantina, apenas podía mantenerse en pie.

Ni hablar encima de enfocar y controlar el chakra necesario para usar el nivel 5 del Hiraishin sin desintegrarse en el proceso.

Y era precisamente eso lo que estaba intentando controlar, pero hasta el momento no había logrado avance alguno.